A las tres en punto, Noah salió de su casa. Se había levantado desde muy temprano para asearse, cumplir sus deberes escolares, tomar la merienda, realizar actividades que él mismo se había impuesto, además de tener una charla breve con Brahim.
Noah había escuchado con atención todo lo que el adulto tenía para decirle, desde la planificación del viaje que expuso imprudencialmente la vida de Jonathan, hasta el momento exacto en que Brahim recibió la noticia y, sin esperar demasiado tiempo, decidió marchar para estar a su lado.
Juntos habían puesto un improvisado altar cerca de las fotografías de sus padres, solo que este incluía un retrato de Jonathan.
A Noah le había resultado un acto innecesario, pues aún mantenía firmes las esperanzas de que su padrino se encontrara con vida en algún sitio. Tenía que estar bien. Su mente se había forjado este pensamiento con tanta entereza, que no pudo pensar en que no fuera de ese modo.
Tomaron la merienda abstraídos en el mutismo, hasta que Brahim lo incentivó a hablar sobre el colegio. Noah había estado a nada de atragantarse con un trozo de tostada ante la repentina e inesperada pregunta. Había dado por sentado que no tendrían aquella charla, al menos no en ese momento. Tuvo que mentir en preguntas específicas que involucraban directa o indirectamente a sus "amigos", a Tareck y todo lo referente a su desenvolvimiento dentro del instituto.
No quería angustiar más a Brahim.
Contrario a ello, Noah deseaba traer pronto la primicia de que Jonathan estaba bien, a salvo. Aún había salvación entre tanto caos que se había cernido en su vida los últimos meses. Y Noah anhelaba con todas sus fuerzas la llegada de ese momento.
Se despidió de su tutor con un beso en la mejilla, dándole las gracias por el desayuno antes de tomar de la silla la bolsa plástica negra, en cuyo interior yacía una caja forrada en papel lustre metálico para acudir a su primer destino.
Ya había pedido permiso a Brahim de regresar un poco tarde. Por supuesto no le había comentado que pensaba asistir a una fiesta, ni mucho menos. Se suponía que estaban en pleno duelo por lo de Jonathan. Así que se inventó una salida de estudios por los próximos exámenes, y para añadir mayor realismo a sus palabras, se vistió con un sencillo pantalón oscuro y playera a juego. El único cambio palpable que se hizo fue el cabello, el cual había fijado con algo de cera hacia atrás, dándole un aspecto mucho más elegante y refinado, ganándose unas cuantas adulaciones de parte del adulto sobre lo bien que se le veía.
Claro que el cambio solo era físico. Por dentro Noah era un manojo de nervios y, por si fuera poco, seguía atormentado interiormente de que algo pudiera salir mal.
A las tres con cinco minutos se situó momentáneamente frente a la puerta. Suspiró pesadamente para darse ánimos y tras dejar la bolsa en la alfombrilla de bienvenida, tocó el timbre una sola vez.
Luego de eso se alejó rápidamente, limpiándose en el proceso las lágrimas traicioneras que abandonaban sus ojos a cada paso que daba.
***
Para Saul, el día en sí, no tenía nada de trascendente. El día anterior había intentado quedar con Noah para una salida juntos, como el fin de semana anterior. Sin embargo, no esperó obtener una respuesta negativa a cambio.
Noah había declinado la invitación, justificándose con la reciente visita de su tutor. Y Saul lo comprendía en el fondo. Tampoco era como si quisiera obligarlo.
A Noah le hacía falta pasar tiempo de caridad con su tutor. Ya podrían salir en otra oportunidad. Tenían tiempo de sobra para eso.
Al salir de la ducha, oyó la voz de su hermano por el pasillo. Los pasos de Ian resonaban de derecha a izquierda, como si se tratara de un león enjaulado. Tras vestirse, la parafernalia aún continuaba en el cuarto aledaño y aunque Saul no era adepto a entrometerse en otros asuntos, decidió salir para ver qué era lo que pasaba, por qué la voz de su hermano tenía cierto matiz reprobatorio al articular cada incomprensible palabra.
—¿Ian? —empujó la puerta sin muchos miramientos de por de medio. El interpelado forzó una sonrisa antes de colgar la bocina del teléfono.
—Saul, estaba... —no pudo seguir hablando cuando el teléfono volvió a sonar, anunciando una nueva llamada, misma que Ian no quiso contestar—. No debe ser nada de relevancia. —le restó importancia mientras instaba a Saul a acudir al comedor.
Ya lo había felicitado desde muy temprano, le había preparado su platillo favorito y trató de persuadirlo de ir al cine en recompensa por el desplante de Noah, pero todo fue en vano. Saul Clifford no oía razones, ni siquiera en ese instante que pasó de largo junto a él, ignorando su petición para tomar por su cuenta la insistente llamada.
—¿Diga?
—¿Saul, en verdad eres tú? —la voz femenina retumbó en su oído con tal potencia, que Saul tuvo que alejar el aparato unos centímetros.
—¿Quién habla? —realmente estaba intrigado, peor, estaba excesivamente turbado, nadie, ni siquiera Ava, Lucas y Oliver, sabían su número telefónico.
Saul tenía extremo cuidado con sus datos personales para evitar ser incordiado a la menor oportunidad posible.
—¡Feliz cumpleaños! —del otro lado de la línea se oyeron unas risillas que Saul no pudo vincular con ningún conocido. Así que colgó el teléfono de golpe, con tanta furia que la base del buró cimbró ligeramente.
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Editado: 17.01.2024