Llegó a la estación del metro con una hora de retraso. Tuvo que adquirir un nuevo boleto para una hora más tardía.
Gastó una parte del tiempo enviando mensajes de texto, reflexionando en lo que tendría Noah para decirle a su llegada.
¿En verdad hacía lo correcto?
Quería creer que sí, pero a cada minuto transcurrido, volvía a cambiar de parecer.
Inconscientemente introdujo su mano en el bolsillo del pantalón.
«Noah» sacó la pequeña fotografía y delineó las descoloridas siluetas con la yema de los dedos.
Solo sería un día, no más. Tomaría el pasaje de la madrugada para evitar retrasarse más de lo necesario. Dejaba los papeles, concluía con el trámite y volvía.
Para cuando quiso darse cuenta, su transporte ya había llegado.
Saul exhaló, guardó la fotografía y abordó el primer vagón del metro.
***
—Cualquier cosa que tengas para decirme, será en la biblioteca y a última hora. —dictaminada la orden, Tareck se alejó del casillero, sin darle tiempo a replicar nada más.
Noah asintió en resignado silencio, introdujo su libro de química en el cubículo de metal y se fingió ausente al caminar por el pasillo contrario. Si hubiera alzado un poco la mirada, se habría encontrado con una colorida y grande cartulina que exhibía una fotografía de él con la lencería que le obligó usar Emma, sobre el anuario escolar, cuyo encabezado citaba: “La promiscuidad presente en la adolescencia”
Pero no lo hizo. Solamente miró el piso, ahí yacía su autoestima actualmente.
***
—¿Se te perdió algo, perdedor?
Instantáneamente Noah dejó de buscar entre sus pertenencias. Brahim le había preparado la merienda en un lonchera. Pasta y vegetales que él accedió a llevar. Ahora su lonchera no estaba más. Pero las palabras de Paul bastaron para saber que no lo recuperaría.
—¿Vas a ignorarme, asqueroso prostituto? —inquirió el castaño, obstruyéndole el paso al colocar su brazo contra la puerta.
Noah había olvidado la regla número uno para evitar ser abusado más de la cuenta, y esa era, permanecer en el salón de clases tras la salida del profesor.
Aunque no tenía mucha relevancia, igualmente lo golpearían en cualquier sitio.
—Paul. —lo miró a los ojos. Le costaba creer que en el pasado fuera uno de sus mejores amigos. Él y Tadeo lo eran—. Llevo prisa. —dijo, como si con eso pudiera hacerlo recapacitar.
—¿Y? —retó el susodicho, apoyándose en la puerta y cruzándose de brazos—. No eres tan valiente cuando no estas detrás de un monitor ¿cierto?
—¿Cómo? —Noah pestañeó, provocando la furia en el castaño.
—¡Deja de hacerte el idiota! —lo alzó del cuello de la camisa y lo azotó contra la pared de junto. Noah apenas si se quejó por el golpe—. Por tu culpa soy el hazmerreír de las chicas. Nadie quiere salir con el chico que tiene "aliento de perro" —le escupió directo en el rostro.
—No sé de qué diablos hablas. —Noah se limpió con ayuda del faldón de la playera. Cada vez se sentía más confundido al respecto.
Sumamente enfadado, Paul arremetió un puñetazo que fue a dar en uno de los pómulos del rubio.
—No eres más que un marica. Seguro te encanta que te la metan.
Aquel fue el límite de Noah. Una fisura del color de la sangre se resquebrajó en su subconsciente. Sentía la sangre fluyendo, densa, caliente.
—¿Qué rayos? —no supo en qué momento lo hizo, mucho menos cómo fue qué lo hizo.
Como quiera que fuera, tomó impulso y derribó a Paul, devolviendo cada golpe recibido. Uno y otro hasta que fue frenado por Sven a sus espaldas.
—Te rompió el labio. —esbozando una sonrisa neutra, Sven señaló la sangre que bajaba de la barbilla de Paul.
Este, rojo de ira, se levantó.
—¡Voy a matarte, Noah!
La advertencia iba en serio. Y Noah lo comprendió demasiado tarde, porque para cuando quiso reaccionar, ese par ya lo arrastraba rumbo a la sección de gimnasia.
***
Ya no podía ver nada. Tenía el rostro hinchado, los párpados purpúreos y casi cerrados por los cardenales.
—¿A qué es divertido? —saltó Paul, dando un golpe en las costillas.
Noah tosió, partículas de saliva y sangre abandonaron sus labios. Lo habían colgado de las muñecas en una de las salientes de la pared, su cuerpo estaba suspendido a unos centímetros del suelo, como si se tratara de un saco de boxeo.
—¿Algo para decir?
Se retorció de dolor al recibir una patada en sus partes bajas.
—¡Paul, ya es suficiente! —intervino Sven al ver el deplorable estado de Noah.
Inmediatamente miró alarmado en derredor, temiendo que algún profesor los pillara en el acto. La situación se les estaba yendo de las manos.
—¡Yo diré cuando es suficiente! —replicó Paul, arrojándole un balón al rostro, apuntando directo a la nariz—. ¡Punto!
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Editado: 17.01.2024