Los humanos son débiles en la medida de sus corazones. Las personas se vuelven más vulnerables cuando poseen la capacidad de sentir empatía, y eso Tareck lo sabía a la perfección.
No hacía falta tener un vínculo estrecho con la otra persona para desarrollar aquel sentimiento de humanidad. Sin embargo, cuando existía, la sensación se intensificaba de manera excesiva.
—¿Sabes? voy a disfrutar mucho viendo esto. —susurró en el oído del Saul, quien yacía atado a uno de los pilares traseros del jardín, inconsciente por el golpe que había recibido previo a su secuestro.
Tareck había elegido ese día en específico porque por fin se graduaba. En el instituto se celebraría un baile para la ocasión, pero por supuesto, él no figuraba en las listas.
No, él era un criminal y ahora debía vivir en las sombras. Por lo que había decidido celebrar su propia trascendencia en el segundo complejo de los Lennox, con solo unos cuantos invitados, sus familiares más cercanos, más queridos, aquellos que jamás le traicionarían.
Fue así que Hagler, Nahar, Thalía y Emma se unieron al pequeño festejo. Más, sin embargo, faltaba un invitado más. El más importante de todos.
—Debe ser espantoso perderte el baile de graduación. —comentó, viendo en dirección a Saul, quien yacía cabizbajo y silenciado gracias a la cinta aislante—. Tranquilo. Pronto nos acompañara alguien de relevancia.
Sonrió y miró el reloj. Estaba impaciente, quedaban aún diez minutos para la hora acordada. Una fotografía enviada a la cuenta del rubio había sido suficiente incentivo.
Noah era demasiado influenciable para omitir una amenaza de ese calibre. En especial si tal amenaza de muerte involucraba a su "enamorado"
Qué sencillo había sido observar la rutina simplona de Saul Clifford. Establecer un patrón en sus rutas de desplazamiento para finalmente acorralarle en el menor descuido.
Y todo sin margen de error.
—¿Puedo hacerme fotos con él?, ¿puedo, puedo? —Emma hizo una mueca de desespero.
A veces podía llegar a ser una auténtica molestia, pero siempre le había apoyado, en las buenas y en las malas. Solo por ello, Tareck le apreciaba.
—Adelante. —le cedió el paso y dirigió su mirada hacia Hagler, quien lucía algo aturdido e incómodo con la situación.
Existían muchas formas para sobornar a alguien, pero el linaje marcado por la familia era más que suficiente para que el adulto se repensara al tratar de delatarle o entregarle a la policía. Tal cosa implicaba manchar a la generación entera, y por ello callaba.
Thalía y Nahar eran simples marionetas. Solían rivalizar en su infancia, pero aquello había quedado atrás. Ahora todos conformaban una familia.
—Cinco minutos. —anunció, yendo hasta la mesa para tomar una copa y golpearla ligeramente con la cuchara—. Quiero hacer el brindis mientras tanto.
El ligero tintineo del golpe contra el cristal logró que Saul se espabilara.
El pelinegro observó de refilón como Emma cesaba con los flashes de su teléfono para ir corriendo hacia la mesa y tomar su respectiva copa.
—Esta noche es especial. —empezó Tareck, plisando su traje blanco con una mano, sonriendo radiante ante su público—. Terminada la velada, me marcharé a Europa para iniciar una nueva vida. Me espera un futuro brillante allá afuera, y por ello, quiero brindar por todos nosotros.
Se volvió hacia sus familiares y todos alzaron la copa de vino tinto en perfecta sincronía, sumidos en una felicidad utópica, desbordante de la personalidad manipuladora del orador.
—Pero no me marcho solo. —sonrió aún más, provocando que Saul se asqueara—. Alguien me acompañara en mi travesía. Y es por ese alguien, por quien aguardamos.
Tareck alzó más la copa, dio un suave golpeteo contra la de sus parientes y apresuró la bebida de un sorbo. Todos lo imitaron y retornaron a sus respectivas actividades. Emma haciéndose fotografías, Thalía escuchando la perorata de Nahar, y Hagler sirviendo la cena.
—Nuestro anfitrión esta algo retrasado. —gesticuló Tareck, mirando ocasionalmente hacia la puerta.
Había sido muy explícito en su amenaza, pero se aseguró de usar un teléfono descartable. Noah no llamaría a la policía porque sabía que la vida de Saul peligraba, que él lo mataría sin reparos en cuanto la primera patrulla estacionara afuera de su casa.
Aguardó diez minutos más, hasta que la desesperación se apoderó de él y se aventuró a marcar el número.
De haber estado centrado, se habría dado cuenta de que Saul había esbozado una fina y casi imperceptible sonrisa bajo la cinta.
Cuando el número emitió el pitido característico de la llamada, algo insólito sucedió. El timbre telefónico de Noah se hizo presente en la estancia.
Tareck miró confundido en derredor, y dejó caer el aparato al notar de dónde provenía el ruido. El pantalón de Saul.
Se volvió violentamente en su dirección y extrajo el móvil de Noah del bolsillo delantero.
—¡¿Qué?! —fue todo lo que pudo articular antes de que una serie de arcadas lo hicieran doblarse sobre la hierba. Una y otra vez devolvió el estómago. Metros más adelante, sus familiares hacían lo mismo.
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Editado: 17.01.2024