Bruja

Capitulo II

No era nada raro que Axel se perdiera en sus pensamientos, le sucedió muy a menudo, de hecho. La camioneta había viajado por más de treinta minutos y él no se percató de ello hasta que llegaron a la primera parada. Ahora estaban afuera de la casa de Juan, el último amigo que se sumaría a esta expedición tan misteriosa.

Juan era grande, más que todos ellos. Incluso Ricardo se miraba más pequeño a su lado, ya que este era uno de los defensores del equipo de rugby. Imponente, robusto y atlético, calvo con piel morena. Cuando la camioneta se detuvo en la acera al lado de él, su cabeza sobrepasaba el techo, tuvo que inclinarse para verlos por la ventana del copiloto. Juan, a diferencia de los antes mencionados era muy distinto. Era muy social, conocía a muchísimas personas en la ciudad y tenía diversos grupos de amistades de diferentes mentalidades. Él sabía mucho sobre el tema, de hecho, para Axel había sido como un mentor los días anteriores. Juan aseguraba que podía ver cosas que otras personas no, y que conocía a quienes cazaban ese tipo de entidades. Incluso, él era quien les había hablado de la casa y los invitó a entrar a revisarla.

—¿Qué hay chicos?—cuestionó mientras que Ricardo le cedía el asiento para pasarse hacia atrás—, ¿Están listos?—.

—Súbete, inútil—dijo Ricardo pasando a un lado de él. Ambos jugaban a insultarse todo el tiempo, pero Axel creía que detrás de todo eso, ambos se odiaban.

—Inútil—dijo Juan subiendo al asiento del copiloto.

—¡Claro que sí, anda, sube!—dijo Adriel animado, él y Juan se llevaban muy bien.

—¡Yo nací lista!—gritó Lidia dando un brinco en su asiento con las manos sobre la boca—, ¡No puedo creer que al fin vamos a esa casa! Muero por estar allí—.

—Yo no—anunció Félix y aceleró. Axel no sabía si se moría por ir a ese sitio, pero lo que era seguro es que adoraba el misterio y esa casa era uno de ellos. Nunca se oyó de ella, nadie la conocía y en internet no se mostraba ni una sola señal de la misma. Pero las fotografías que Juan le mostró días antes y las historias de los amigos de él fueron suficiente para llamar su atención.

Mientras viajaban Axel se ahogó dentro de su cabeza una vez más, y es que pensaba en como cada uno de sus amigos, de cierta manera se encontraban ligados al mundo paranormal. Por ejemplo Ricardo, él no hace mucho les estaba relatando la historia de cómo su abuelo murió en circunstancias extrañas en un rancho a las afueras cuando salía por leña. Según Ricardo, su abuelo advirtió a la familia a no salir al bosque de noche, nunca dijo de qué se trataba, eso fue un secreto que se llevó a la tumba. Días después de eso, el rancho comenzó a presentar sucesos muy extraños y perturbadores, tanto que la familia terminó abandonándolo.

Y Ricardo no era el único. Adriel también sufría experiencias extrañas y es que aunque se negaba a creer en esas cosas no era un secreto que tenía sueños donde se desprendía de su cuerpo y miraba cosas extrañas en su propia casa que lo perturbaban. Muchas madrugadas había llamado a Lidia y al mismo Axel después de esas experiencias completamente atemorizado.

Por otro lado se encontraba Lidia, ella se quedaba en repetidas ocasiones a altas horas de la noche en el campus trabajando en su periódico escolar y por tanto, tenía historias que le podían helar la sangre a cualquiera. Ella mencionaba que estando en el primer piso escuchaba ruidos en los pisos superiores, teniendo el conocimiento de estar completamente sola en el edificio. En ninguna de esas ocasiones se atrevió a subir.

Estaba de más pensar en Juan, él tenía un mundo de relatos para ellos y estos se incrementaban a cada semana. Historias fascinantes y reales en por las que Axel hubiera muerto para estar envuelto, igual que Lidia, quien siempre anotaba impresionada. Axel viajaba en su mente hasta que una pequeña vocecita a su lado lo saco de su exilio mental.

—¡Ya, deja el misterio Juan!—dijo ella y rió—, ¿Dónde está la casa?—cuestionó puesto que cada minuto se adentraban más en la colina más alta de la ciudad sin llegar al destino.

—Todo a su tiempo—indicó éste.

—¿Puedes al menos decirme como diste con ella?—reintentó Lidia, a ella le encantaba sacar información a como diera lugar. Cualquier dato era bueno.

—Un amigo nos llevó—Axel notó que Juan pensó un poco antes de decirlo, como si no tuviera que estar contándolo—, se llama Hazard. Es uno de los mejores en esto—.

—¿Los mejores en que exactamente?—preguntó Adriel.

—Es un profesional, sabe mucho de estas cosas—añadió con orgullo—, él nos trajo a ese lugar hace unos días—.

—¿Y cómo sabes que en verdad hay algo ahí?—pregunto Lidia, y se acercó para colocarse en medio de los asiento delanteros. Ella no se percató pero Félix se ruborizó—, ¿Entraron?—atacó. Juan claramente se puso nervioso, se acomodó en su asiento y después la miró.

—Sí, claro—dijo y sacó su cajetilla de cigarrillos, siempre guardados en la bolsa interior de su chamarra—, vimos algunas cosas ¿Sabes? Solo que tuvimos que retirarnos y decidimos que iríamos otro día—anexó.

A Axel le pareció que algo no andaba del todo bien, como si quizás, Juan no estuviera diciéndoles algo. Pero al menos el resto parecía no tener problemas; Lidia se hundió nuevamente en su asiento y le sonrió a sus amigos.

Pasaron varios minutos para que pudieran notar una diferencia en el camino, puesto que llevaban bastante tiempo mirando solo arbustos y pasto al lado del pavimento. Casi al llegar a la cúspide de la colina, un vecindario comenzó a presentarse dejando a los tripulantes de la camioneta boquiabiertos, era increíble como la siguiente casa era más grande, lujosa y bonita que la anterior y eso se repetía.

—¡Rayos!—dijo Ricardo señalando una de ellas—, ¿Ven eso? Tiene su propia cochera y patio de fiestas—añadió con la boca abierta. Todos sonreían.

—¡Aquella de allá tiene juegos en el patio para los niños! Y una banca mecedora en el pórtico ¡Esa es mi casa soñada!—mencionó Lidia con una enorme sonrisa.




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