No era lo mismo añorar entrar a esa casa que hacerlo realmente. Para Axel fue como adentrarse en un mundo completamente distinto, un sitio muerto, lleno de silencio, penumbras y misterio. Siempre investigaba desde su silla en el cuarto de estudio detrás de un buen libro, un periódico o algún artículo en internet, nunca en trabajo de campo. Era la primera vez que salía de casa para ir a un lugar presuntamente embrujado.
Conforme daba cada uno de sus pasos podía escuchar las hojas secas de los árboles crujir bajo sus zapatos. Sus amigos iban frente a él por entre un grupo de arbustos oscuros sobre un sendero de tierra en dirección a la casa.
—¡Manténganse juntos detrás de mí!—pidió Juan desde la delantera. A él siempre le gustaba ir al frente, liderando al grupo. Sentía que era un líder nato y lo dejaba bastante claro al luchar siempre por tener la razón.
Detrás de Juan, Axel lo seguía acompañado por Lidia, quien no paraba de hablar acerca del artículo que iba a escribir después de esa visita para el alumnado.
—¡Esto va a quedar genial en el periódico estudiantil!—dijo extendiendo las manos frente a ella, cómo si imaginara la noticia impresa—, visita a casa local embrujada ¡Me encanta!—confesó con una enorme sonrisa.
Axel le devolvió esa sonrisa pero no dijo más, realmente no pensaba en el diario estudiantil. Su cabeza está a enfocada en esa casa a la que se aproximaban poco a poco. No a muchos metros estaba lo que en su tiempo abría sido la puerta principal, que ahora solo era un hueco oscuro que los llevaría al interior de tan tenebroso inmueble.
—Deberiamos regresar—dijo Adriel con tono de molestia—, esto es bobo—gruñó desde la parte de atrás, al lado de Ricardo.
—¿Tiene miedo la nena?—preguntó Ricardo con una sonrisa burlona. Axel y Lidia no pudieron evitar reír ante el comentario.
—¡Yo no tengo miedo!—aclaró Adriel molesto, pero tartamudeando—, ¡soloo que esto es perdida de tiempo!—.
—¡No seas un bebé!—dijo Lidia e iluminó con la linterna el rostro de Adriel, quien molesto se cubrió.
—¡No tengo miedo!—.
—¡Si, eres un bebé!—Ricardo dio un par de carcajadas.
—¡OIGAN!—gritó Juan y todos guardaron silencio para voltear a verlo. Él iluminaba a un punto alejado con los ojos entrecerrados.
Axel, que estaba a su lado se preocupó. Tal parecía que algo no andaba marcando muy bien. Lidia se junto a él en silencio, cómo si buscará protección. Ricardo y Adriel se giraron hacia donde miraba Juan.
—¿Que pasa?—preguntó Adriel con los ojos como platos.
—Creo que escuché algo por allá—indicó Juan.
En ese momento, todos los presentes fueron testigos de algo que nunca antes habían presenciado. Fue un momento de angustia, el viento se detuvo, las copas de los árboles dejaron de mecerse y todos los demás sonidos alrededor se detuvieron por un instante. Axel miró a los alrededores con una sensación de preocupación enorme. Su instinto fue tomar a Lidia del hombro y colocarla detrás de él, mientras que Adriel y Ricardo voltearon a verlo con los ojos como platos.
—Todos adentro—ordenó Juan con gran seriedad.
Ninguno replicó, el primero fue Adriel, quien seguido de Ricardo paso por encima de unas ramas secas que estaban perfectamente de pie se internó a lo que algunos años atrás fue el recibidor de la casa. Lidia paso saliva y con la mano de Axel en su espalda se giró y entró, mientras que Juan espero un momento.
—¿Qué pasa Juan?—cuestionó Axel, quien aún se mantenía al lado del líder.
—Solo precaución—dijo el chico calvo y lo acompañó para que ambos se sumaran al resto.
Todos entraron al recibidor, que era un cuadro pequeño con paredes negras, mucha basura en el suelo de tierra y una roca grande en una esquina a un metro de la pared. Este punto de la casa tenía dos puertas que llevaban en diferente dirección.
—Juan ¿Que fue eso?—preguntó Adriel preocupado. Axel estaba por cuestionarlo también.
—No tengo idea, pero ya estamos bien—contestó él y sacó un cigarrillo—.
—¿Ahora por dónde seguimos?—preguntó Ricardo impaciente.
—Denme un segundo—anunció y comenzó a fumar.
—¿Y si tomamos la misma ruta que tú y tus amigos?—cuestionó Axel. La hierba en la entrada de la casa le daba la impresión de que nadie había estado allí en mucho tiempo. Comenzaba a dudar que su amigo en verdad hubiera estado ahí días antes.
—Si, solo necesito un cigarrillo—dijo Juan después de una bocanada. Pero Axel podía jurar que estaba decidiendo que camino tomar.
—No tienes que fumar en cada lugar que lleguemos ¿Sabes?—preguntó Ricardo un tanto molesto y se sentó el la piedra.
—¡Dame un maldito momento!—dijo Juan—, imbécil—eso último fue en voz muy baja.
—Idiota—contestó Ricardo, pero no pasó a más.
Todos comenzaron a dispersarse. Lidia comenzó a revisar las fotografías de la cámara, Adriel revisaba su celular, olvidándose de los demás como siempre lo hacía y Ricardo iluminaba el recibidor inspeccionando. Axel tomó la videocámara y la encendió, era hora de comenzar a documentar.
—No tengo señal aquí dentro—anunció Adriel agitando su celular y colocándolo en diferentes posiciones sobre su hombro—, ¿Ustedes?—preguntó.
—Nada—contestaron Juan y Ricardo. Lidia revisó su teléfono y comprobó lo mismo. Incluso Axel revisó su móvil, no tenía comunicación alguna. Ni siquiera podía navegar en internet.
—Es extraño—mencionó Adriel.
—¿Porqué?—cuestionó Ricardo.
—Hay una antena de la compañía a unas cuadras de aquí—contestó Adriel preocupado.
—Debe ser una falla—mencionó Ricardo.
—Imposible, la señal debería ser perfecta—agregó Lidia.
—No es cuestión de la señal—advirtió Juan abruptamente—, es la casa—concluyó seriamente.
Todos se quedaron en silencio. Incluso Axel, quien recién había activado la visión nocturna de la videocámara para usarla en el recibidor. Miraba a la perfección, a su lado está a Lidia, la chica delgada de anteojos cuyas pecas resaltaban en el lente. Adriel más allá tecleando su móvil y Ricardo sentado en la roca. Apenas se dirigía a Juan cuando apareció una sombra detrás de Ricardo. Era una silueta bien definida de quizás un metro y ochenta, la cual vio por un instante y después desapareció, cómo si se hubiera ocultado detrás de semejante roca.