"¿Qué pasó con los Smith?"
La pequeña Lilian jugaba con sus muñecas sobre la alfombra de la habitación de sus padres. Peinando sus muñecas escuchaba las voces de sus progenitores en la planta baja.
Carol lavaba los trastos y Edward estaba sentado en una de las sillas del comedor bebiendo café. Miraba la cocina de un lado a otro con completo orgullo. Carol parecía algo preocupada, no había dormido bien, no desde que habían adquirido el inmueble.
-Es una casa estupenda-.dijo Edward y dio un sorbo.
Carol simplemente continuó lavando, pero antes dio un suspiro, algo le atormentada y no tenía idea de como decírselo a Edward.
-¿Tu que crees cariño?-.preguntó él y volteó a verla.
-No lo se Edward, hay algo de ella que no me gusta tanto-.dijo Carol dejando los trastos para secarse las manos ansiosamente.
-¿Algo que no te gusta? ¡Por favor! Tenemos todos los servicios Carol, todo funciona correctamente y además fue una ganga-.dijo Edward impresionado por el comentario de su esposa.
-Por eso. Es de las más lujosas de la calle, ¿No te parece extraña la oferta? ¿Que nadie mas la haya comprado a éstas alturas-. preguntó Carol, en su mirada había un poco de miedo.
-No tengo idea, pero no me cuestiono Carol-.dijo Edward un poco molesto.
-A veces podría jurar que siento como su estuvieran mirándome todo el tiempo. A veces creo que no estamos solos-.dijo Carol en voz baja mirando a su esposo.
-¡Carol, por favor!-.dijo Edward molesto.
En el segundo piso Lilian escuchó un sonido extraño en la ventana y se levantó. Afuera de la casa, sobre el enorme sauce del patio delantero había un ave enorme que la miraba fijamente. Lilian nunca había visto un ave como esa, era blanca y la asustaba, así que cerró la cortina. En ese momento, a sus espaldas se escuchó una tonada infantil y ella volteó en seguida mirando como su pequeño carrito de juguete cayó por las escaleras que llevaban al sótano. Inocentemente caminó hasta el marco de la puerta y mirando hacia el primer piso llamó a sus padres, a quienes escuchaba discutir.
-¡Mamá! ¡Papá! Mi carrito se cayó por las escaleras-.dijo con temor.
Nadie la escuchó, así que decidió caminar hasta llegar al inicio de las escaleras que llevaban al sótano. Miró hacia abajo llevándose un dedo a la boca y dio el primer paso.
En la cocina
Edward solo meneaba la cabeza a manera de negación mientras Carol le decía todo lo que le incomodaba de la casa, inclusive acerca del amigo imaginario que Lilian había adquirido.
-Carol, todos los niños tienen amigos imaginarios, por Dios. Es algo normal, y más en Lilian que es hija única. Lo único que realmente me Incomoda es ese árbol de allá afuera ¡Es horrible!-.comentó Edward levantándose de la mesa.
-¿Porqué tienes que ser tan escéptico?-.preguntó molesta Carol.
-Porque los fantasmas no existen, Carol-.comentó Edward molesto.
En ese momento, el grito se Lilian se escuchó a lo lejos y ambos corrieron toda prisa hacia el segundo piso. Una vez arriba, Carol, quien llevaba la delantera, entró a la habitación principal. Llegando a las escaleras comenzó a bajar y la puerta detrás de ella se cerró de un solo golpe. Edward se quedó afuera y Carol a oscuras en medio del camino.
-¡Edward!-gritó con temor.
-¡La puerta se atascó! Ve por Lilian yo la abro-.dijo Edward golpeando la puerta con su hombro mientras giraba la perilla.
Aterrada, Carol comenzó a bajar las escaleras lentamente cuidando cada paso, sosteniéndose del barandal.
-Lilian. - La llamaba con temor en voz baja. - Lilian, cariño, Mamá está aquí. Por favor, sube-.añadió esperando, pero la niña no llegaba.
Llegando al final de las escaleras se encontró con el sótano. Donde sólo una poca de luz proveniente de una ventana era su guía. Todo lo demás estaba lleno de cajas. De pronto, una tonada infantil apareció y se acercó rápidamente. Carol sintió como el carrito golpeó su talón y volteó mirando el juguete impregnado de sangre.
-¡Lilian!-gritó aterrada.
Lilian apareció de la nada saliendo de entre un par de cajas y corrió a abrazarla. Después, Edward abrió la puerta y llegó con ellas para abrazarlas mirando el juguete.
-¿Están bien? ¿De quién es la sangre?-preguntó alarmado.
-De nadie-.comentó Carol respirando alterada.
Un ruido se escuchó en un rincón del sótano y Edward estiró uno de sus brazos para hacer a su esposa e hija hacia atrás. Después, tomó un atizador de fuego que encontró cerca y lo empuñó caminando en dirección al ruido.
-Edward-.lo llamó Carol con temor en voz baja.
-¡Llévate a la niña!-.dijo Edward señalando.
Carol guardó silencio y abrazó a su hija con temor. Ambas vieron como Edward caminó hasta un rincón del cuarto, en donde había un bulto cubierto con una manta. Había sangre en él.
Edward, no-.pidió Carol con preocupación.
Edward tomó la manta y tiró de ella, descubriendo a un viejo payaso del tamaño de Lilian. Confundido miró los ojos del mismo, eran extraños, parecían reales. Y qué decir de la sangre de la que estaban manchados sus guantes color blanco amarillento.
-Que muñeco tan horrible-.dijo con repugnancia.
Carol y la pequeña Lilian miraron al muñeco con temor. Pero Edward, él simplemente lo pateó hacia un costado y caminó hacia ellas con una expresión de molestia; aun cargaba el atizador.
-Vámonos de aquí-.dijo él.
Carol y Lilian se dejaron llevar por el padre de familia escaleras arriba, dejando la horrible experiencia en ese sótano oscuro. Una vez que todos estaban en la recamara principal. Edward sacó de su bolsa un puño de llaves y tomó una de ellas para cerrar con seguro, después, se dirigió a ambas, esposa e hija con una mirada de severidad.
-¡Nadie vuelve a entrar a este lugar! ¿Está claro?-preguntó rematando al ver por último a Lilian, quien asustada asintió con la cabeza.
-Ve a tu cuarto a dormir, hija-.dijo Carol.