Bruja

Capítulo IX

1957

Un vestido elegante, una bufanda de plumas y un gran sombrero, todo en color negro era lo que conformaba la vestimenta de una mujer mayor de cabello cano que caminaba tranquilamente por las calles de Silver City. Con un bastón en la mano, la mujer pasaba por las tiendas sin mirar nada que le llamara la atención. Fue entonces cuando llegó a la esquina de la calle y deteniéndose a esperar el semáforo la miró. Una tienda de antigüedades del otro lado del cruce. Caminando hasta este sitio, la mujer entró pasando por una cortina conformada de bolitas, encontrándose así con diversas curiosidades como muñecos, cuadros y algunas otras cosas que ofrecía la tienda, pero nada que le gustara del todo.

-¿La puedo ayudar en algo?-.preguntó el vendedor apareciendo de la nada.

-Busco algo más... Exótico-.dijo la señora con una acento extraño manteniéndose en el misterio.

-Tenemos una zona en la parte de atrás, quizás encuentre algo de su agrado, acompáñeme-.dijo el vendedor incitándola a pasar.

La señora acompañó al hombre a la parte trasera, donde habían cosas de lo mas inusuales por decirlo de esa manera, habían plantas extrañas, especias misteriosas y también algunos objetos de figuras indescriptibles. Pasando por todos ellos con una expresión de indiferencia, la señora continuó hasta que se detuvo súbitamente mostrando una expresión de maldad y ambición, había encontrado lo que quería y estaba frente a sus ojos.

-Me gustaría llevármelo a él-.comentó la señora apuntando a un objeto con su mano arrugada llena de uñas largas.

-Tengo un precio especial por él, toda una ganga-.dijo el vendedor tallándose las manos.

-Si, lo necesito para cuando deje mi casa sola, usted sabe-.notificó la señora con toda la seriedad del mundo. El vendedor dejo de tallar sus manos y se mostró confundido.

-Pero señora ¿No se refiere a una mascota? Las personas generalmente suelen comprar un perro guardián, no creo que esto le sirva de nada-.respondió el vendedor.

-Las personas comunes compran perros guardianes, querido. Mejor dime ¿Dónde puedo conseguir semillas para plantar un sauce llorón?-.preguntó la anciana mirándolo fijamente, su mirada era intimidante, vacía de sentimientos e inexpresiva.

-Señora, usted sabe lo que se dice de los sauces llorones ¿Cierto?-.preguntó el vendedor encogiendo los hombros, como si le temiera.

-Así es-.dijo ella sin miedo alguno.

-¿No le atemoriza un poco?-.pregunto él con temor a la respuesta que pudiera haber recibido.

-Limitémonos a nuestros papeles, usted vende y yo simplemente compro. ¿Las tiene o no?-.dijo la señora, primero con un gesto de molestia y por ultimo, al preguntar, termino con una sonrisa que no era del todo agradable.

El hombre camino hasta el objeto que previamente le había pedido la señora lo miro con repulsión, después, solo lo tomo y lo envolvió lo mas rápido que pudo para volver al mostrador. Ahí fue donde le entrego el paquete y un puño de semillas en una pequeña bolsa de tela, la cual cerró con un cordón. La señora saco una especie de vara negra enorme, el vendedor la miro con temor. Después, saco un cigarrillo y lo puso en ella para encenderlo, el vendedor respiro un poco con alivio.

-Usted no es de por aquí ¿Cierto?-.preguntó el vendedor. 
-No, acabo de comprar la residencia que fuese de los Hamilton-.dijo la señora seriamente.

-Golden Gates. Años sin ningún inquilino ¿Puede creerlo? Por ahí dicen que esta embrujada-.exclamó el vendedor riéndose de manera sarcástica.

-Imposible resistirme a la oferta ¿No cree?-.preguntó la señora sonriendo, después coloco un par de monedas sobre el mostrador y tomo sus cosas para retirarse.

El vendedor se quedo en su lugar mirando salir a la anciana tranquilamente. Una vez que cruzo la puerta principal, el vendedor tomo un amuleto de debajo de la caja registradora y lo coloco en la entrada, parecía estar asustado.

La señora continuó caminando lentamente por la calle sin importarle como la miraban todos los presentes, su vestimenta era realmente algo que nunca se había visto en los alrededores. Mas adelante, tras pasar varias cuadras, la señora paso al lado de un letrero que anunciaba el residencial al que había entrado "Golden Gates". Dando vuelta en la esquina, la señora llego a un vecindario que parecía ser muy tranquilo, ahí fue donde encontró su nueva casa, la cual años después seria abandonada tras un incendio.

Caminó hasta el portón, el cual estaba abierto, extrañada, la mujer entro a la propiedad y no mucho después tuvo que hacerse a un costado para evitar ser atropellada por un triciclo. En el venia un niño y detrás otros dos mas, uno de ellos niña. La anciana se hizo a un costado mostrándose molesta, ya que sus cosas habían caído al suelo.

-¡Malditos niños! ¿Qué hacen aquí?-.preguntó mirándolos fijamente.

-Esta casa no es de nadie, podemos jugar en ella si queremos. -.Dijo el niño del triciclo bajándose con una actitud bastante prepotente para los ocho años que tenia.

-¿Ahí si? -Pregunto molesta. -Pues ahora es mi casa y les tengo una noticia, ¡No son bienvenidos! Ninguno de ustedes.-Dijo mirándolos con una expresión de furia, odiaba a los niños.

-Les diremos a nuestros papas.-Dijo el niño acercándose para encararla.

La anciana lo tomo de uno de los brazos apretándolo con fuerza mientras lo miraba fijamente a los ojos, el resto de los niños se quedaron en su lugar, parecían atemorizados. La mujer sonrió de una manera que podría helar a cualquiera, se podía mirar la maldad en su semblante, de hecho, el niño se quedo callado mirándola, ya no tenia tanto valor como al inicio, estaba doblegado.

-Yo no lo haría si fuera tú. Si alguno de ustedes les dice algo a sus padres, les lanzaré un embrujo y preferirán no haberse metido conmigo, porque ¿Saben algo? -Pregunto en voz baja. -¡Yo odio a los niños! -Añadió con una voz mas alta soltándole el brazo para empujarlo un poco. 
El niño retrocedió, al igual que los otros dos. Ella simplemente se dio la vuelta y entro en la casa, mientras que los niños cruzaron la calle hasta el patio delantero de la casa de uno de ellos.




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