Bruja

Capítulo XI

Adriel estaba ahí, parado a un costado de la cama de hospital donde Lidia estaba recostada con una mascarilla que le daba oxígeno. Pasaron un par de minutos para que Axel entrara por la puerta recibiendo la mirada de odio de Adriel, quien se volteó hacia Lidia para evitarlo. Axel suspiró con fastidio y se acercó a la cama por el otro lado.

—Vine en cuanto pude—admitió Axel—, ¿Qué le sucedió? —.

Adriel no lo miró a la cara, pero después de un momento de incómodo silencio decidió responder de una manera un tanto tajante.

—La encontró el intendente—dijo—, la primera vez que la miró investigaba en la computadora y a la siguiente ronda estaba tendida en el suelo. Dicen que es una especie de coma profundo—se le hizo un nudo en la garganta.

—Maldita sea—dijo Axel con coraje—, debí quedarme—se replicó a sí mismo.

Adriel se quedó en silencio un momento, con un nudo en la garganta y después se dirigió a Axel con un semblante de arrepentimiento.

—No—añadió—, ambos debimos quedarnos. Siento haber sido un idiota, estaba molesto—aceptó—, no he dormido bien en estos días. Sigo mirando a esta mujer en sueños, me observa fijamente desde la ventana y yo... Yo simplemente me congelo, no puedo moverme... Es aterrador, ¿Sabes? —.

—¿Una mujer? —cuestionó Axel confundido. Se preguntaba si acaso se trataba de la mujer que había mencionado el anciano del psiquiátrico.

—Si—dijo titubeante—, ¿Tú también la ves? —cuestionó.

—No, pero Lidia si—aceptó mirando a su amigo en tan triste estado—, y no creo que se trate de una coincidencia. Estábamos investigando antes de que esto ocurriera—.

Adriel abrió los ojos al límite, como si hubiera recibido una revelación. Se dio la vuelta y de una silla tomó la mochila de Lidia y la puso en los pies de la misma cama vaciando un montón de papeles.

—Cuando la encontraron llevaba ésta mochila—dijo Adriel dejando los papeles a la vista. Ambos pudieron apreciar el retrato hablado de hace treinta años de esa mujer, Ágata.

Axel pudo notar como su amigo pasó saliva y de pasó la mano por el cabello aterrado.

—¿Esa es la mujer? —preguntó Axel.

—Sí, es ella—dijo atónito—, ella me acecha todas las noches—comentó con los ojos al límite y miró a Lidia—, ¿Qué diablos quiere de nosotros? —cuestionó.

—Si el tipo al que vimos en el Psiquiátrico tenía razón... Nada bueno. Es una bruja, Adriel. Ha asesinado a mucha gente—indicó Axel y su amigo se puso pálido.

—Tenemos que hacer algo—pidió Adriel dándose la vuelta caminando en círculos desesperado. A Axel le costaba ver a su amigo tan desesperado.

Axel continuó revisando los papeles encontrando la información que Lidia revisaba antes desde atacada. En ella venían prevenciones contra espíritus malignos cómo rodearse con sal o usar objetos de hierro. También hablaba de cómo mandar un espíritu maligno de vuelta al más allá.

—¿Qué demonios? —cuestionó—, pareciera que Lidia quería cazar a esa cosa. Aquí vienen muchas ideas locas de como detenerla—dijo impresionado. Adriel se le acercó para ver los papeles.

—¿Que dice ahí? —cuestionó Adriel.

—Los espíritus malignos se apoderan de sus víctimas poco a poco. Primero son sigilosos y aparecen cada cierto tiempo. Con el paso del tiempo las apariciones son más recurrentes. Los ataques se vuelven más directos y letales—leyó—, para mandar a un espíritu maligno de vuelta al otro lado deben quemarse sus restos con sal o el objeto maldito en donde su espíritu reside—mencionó y miró a Adriel.

—Eso debemos hacer—dijo Adriel y tomó la mochila para ponérsela al hombro—, tenemos que terminar con todo esto, Axel. No me gusta la idea, ni se cómo vamos a hacerlo. Pero no quiero que esa mujer venga por mí ¡Tú ganas, hay cosas del otro mundo! Y no quiero que me atrapen—indicó Adriel tomando a su amigo de los brazos.

La puerta se abrió enseguida y Juan apareció acompañado de Ricardo y Félix. Adriel y Axel no pudieron ocultar su sorpresa, llevaban días sin saber de ellos.

—Entonces es verdad—dijo Juan y se llevó la mano a la boca mientras se acercaba a la cama donde estaba Lidia.

—¡Esto es culpa tuya! —Adriel se fue sobre Juan, pero Ricardo y Félix pudieron detenerlo.

Mientras forcejeaban, Ricardo logró ver los dibujos de Lidia. El reconocer a esa mujer lo dejó helado y soltó a Adriel.

—¿Quién hizo esos dibujos? —preguntó él.

Adriel y Juan voltearon a verlo intrigados. El ofensivo de rugby estaba mirando los dibujas con los ojos al límite.

—Esta mujer ha estado en mi casa un par de veces—dijo Ricardo. Costaba ver a alguien tan imponente asustado de verdad—, me observa desde el marco de la puerta y no puedo moverme—dijo con un nudo en la garganta.

—Lo pasamos chicos—dijo Juan—, el punto de no retorno. Estamos metidos en esto hasta el cuello en esto y no se va a detener—concluyó.

—¿Qué? —Félix se hizo a un rincón.

—¿Que tenemos que hacer? —cuestionó Ricardo dejando las hojas sobre la cama. Axel simplemente no podía concebir lidiar con ese problema, debía hacer algo al respecto.

—Atacar—dijo Juan decididamente—, tengo que quemar los restos de esa bruja. Debo ir a esa casa y terminar con lo que empezamos—finalizó mirando a sus amigos. El silencio los envolvió y todos se miraba entre sí.

—¿Qué? —preguntó Feliz aterrado—, ¿Acaso has perdido la cabeza? ¡Es una locura volver a ese sitio, por Dios! —gritó alterado.

—¡Yo los metí en esto! —dijo para después quedarse en silencio, le costaba pasar saliva—. Nunca lo he hecho por mi cuenta, pero seguro que puedo lograrlo—.

— ¿Cómo vas a hacerlo? —

—Iré a buscar en esa casa. El cadáver debe estar enterrado en alguna parte— dijo en voz baja pensando.

—¿No hay otra forma? —cuestionó Adriel seriamente—, ese cadáver podría estar en cualquier parte—.

—Es la única manera—admitió Juan pasando saliva—. Si quiero ayudar a Lidia y a nosotros mismos debo ir ahora mismo—dictó y tomó algunos papeles—. Tomaré estos—.




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