Minutos antes...
Todos estaban parados ahí, con una expresión de miedo en sus rostro. Con vapor saliendo de sus bocas, la piel helada y con un escalofrío que les recorría la espalda. Los chicos miraban escaleras arriba, de donde provenía la pelota que llegó hasta sus pies. Con sus linternas en esa dirección pasaban saliva en espera de algo más. Estaban completamente seguros de que habían escuchado un sollozo aparentemente perteneciente a una niña pequeña. Y no era como que solo Axel o Juan lo escucharon, si no que todos lo habían hecho.
—¿Oyeron eso?—preguntó Ricardo.
—Si, era una niña pequeña—comentó Axel impresionado. Ricardo se colocó unos pasos delante de todos y los miró. Era uno de esos momentos impulsivos.
—Lo dudo, puede ser cualquier cosa, menos una niña pequeña—mencionó Juan seriamente. A Axel le pareció que su amigo estaba muy preocupado, juraba ver sudor en su frente y la palidez en su rostro. Le parecía extraño que un sollozo de niña lo pusiera tan aterrado, podría tratarse de una niña de verdad.
—Deberíamos echar un vistazo—pidió Axel colocándose al lado de Ricardo. Algo en su interior le decía que debían hacerlo, que debían buscar a esa niña.
—Si, puede necesitar de nuestra ayuda—mencionó Ricardo. Axel estaba a favor, si había una niña pequeña en una casa abandonada debían ayudarla, quizás estaba pérdida o algo.
—Créanme, no es una niña. Eso es lo que quieren hacerlos pensar—dijo Juan tajante.
—Es una locura chicos, piensen ¿Una niña pequeña? ¿En serio? ¿En este lugar?—preguntó Adriel casi al borde de salir a toda prisa.
—Pueden quedarse si así lo desean, Axel y yo iremos a revisar. Los veremos afuera—dijo Ricardo y comenzó a subir escalones. Axel miró a mis amigos, pero no pensaba detenerse, ya estaba dentro de esa casa y debía saber que estaba pasando, así que siguió a Ricardo.
Mientras subían, pudieron notar como sus amigos debajo los iluminaban. No pasó mucho tiempo para que Juan los llamara.
—Si van solos no podré protegerlos—indicó Juan. Axel miró a Ricardo, eso le puso un poco nervioso.
—No necesitamos protección—mencionó Ricardo.
Juan puso una expresión de molestia y subió hacia ellos no muy convencido. Se detuvo exactamente un escalón abajo y los miró fijamente.
—¿No los voy a convencer, verdad?—preguntó con seriedad.
—De ninguna manera—dijo Ricardo. Juan lo miró y después le dirigió una mirada a Axel, sabía que le preguntaba lo mismo.
—Lo siento, Juan—Axel se disculpó, pero no se iba a detener.
—Si vamos a hacerlo, será a mi manera. Yo iré al frente—dijo Juan y comenzó a subir dejándolos atrás.
Ambos, Axel y Ricardo comenzamos a subir detrás de él y Adriel se quedo en la retaguardia. Era gracioso como miraba constantemente hacia atrás, como si alguien los siguiera. Estaba tan asustado que se podía ver como el miedo brotaba de él como una fuente. Por otro lado, Juan avanzaba a paso firme, iba con la linterna al frente.
Cuando llegaron a arriba, tenían dos opciones, una puerta a la izquierda que estaba cerrada y una más a la derecha. Juan iluminó la del lado derecho y Ricardo la reconoció enseguida.
—Esa es la habitación de la que les hablé—mencionó.
—Estoy muy seguro de que el sollozo provino de esa habitación—dijo Axel, lo sabía. De alguna forma, esa puerta lo llamaba.
—Andando—pidió Juan dejando su maleta con la pala en el pasillo. Lo mismo hizo Ricardo con su maleta. Ambos se colocaron al frente y se acercaron lentamente. Juan estiró su mano, ésta temblaba mientras se acercaba a la perilla de la puerta.
Juan la empujó y ésta avanzó lento y ruidoso. El eco de las bisagras llorando viajó por toda la casa. Podrían jurar haber oídos ruidos en la planta baja después de eso, pero decidieron no ponerle atención.
Juan entró en la habitación e iluminó alrededor. El resto entraron después y empezaron a revisar el lugar. Dicha habitación estaba igual que el resto de la casa, muy descuidado y con indicios de incendio. Lo que más llamó la atención fue una vieja mecedora que estaba en la mitad del cuarto, era rústica y parecía tener mucho tiempo allí. Axel la observó con atención un momento y después notó el viento que entraba desde la calle. Las ráfagas pasaban crueles en medio de todo el equipo y los envolvía en ese tremendo frío. La pared frontal se había perdido y podían ver el patio delantero desde sus sitios.
—Parece que ésta era la habitación principal—dijo Juan.
—Chicos, vayámonos—pidió Adriel desde unos pasos fuera de la puerta. No se había atrevido a entrar aún. Una vez que lo pidió, entro a la habitación y se unió a sus amigos.
Juan se acercó a la puerta que llevaba al sótano y se detuvo frente a ella. Se miraba pensativo, como si tratara de concentrarse. Pasó bastante tiempo sin decir palabra.
—¿Qué pasa, Juan?—preguntó Axel.
—Puedo sentirlo. Hay mucha actividad ahí abajo—mencionó y volteó a ver a los demás—. No estamos solos—añadió.
En ese instante, la mecedora detrás de ellos comenzó a moverse. Confundidos, todos se dirigieron a ella con las linternas. Se seguía moviendo, y Axel estaba muy seguro de que no fue el viento.
—¡¿Qué diablos?!—preguntó Adriel atónito.
—¿Esa cosa acaba de moverse?—preguntó Ricardo.
—¡Yo me voy de aquí!—gritó Adriel. Él se hubiera marchado, todos lo sabían con gran convicción. Pero eso hubiera ocurrido de no ser que la puerta se cerró de golpe y los dejó encerrados—. ¡No, no, no!—gritó Adriel y la golpeó en un par de ocasiones mientras sacudía la cerradura con desesperación.
—¿Qué demonios pasó aquí?—preguntó Ricardo y se acercó.
—¡Está atascada!—.gritó Adriel, parecía estar a nada del pánico.
—¡Hazte a un lado!—gritó Ricardo, lo quitó de su lugar y trato de abrir, pero no podía hacerlo.
—¡Es tarde, no dejarán que nos vayamos!—indicó Juan preocupado.
Axel escuchó a Juan y pudo percatarse de que sus otros dos amigos no lo hicieron, y lo agradecía. Axel se dirigió a Juan con la mirada y después a sus amigos. La puerta estaba atascada y Ricardo la golpeaba a patadas y gritaba de rabia. Pero parecía que no había nada que hacer. Juan apareció de la nada y pateó con fuerza la puerta, pero esta no se movió.