Un grupo de patrullas estaban estacionadas frente a un banco de Ensenada. Frente a una de ellas, el oficial Paul Crimson hablaba a través de un radio comunicador.
Dentro del banco, dos hombres amenazaban a los usuarios con armas largas, mientras que otros más tenía el comunicador en una mano, y con la otra sostenía al uno de los rehenes. Crimson lo miraba desde afuera a través de las enormes puertas de vidrio.
—¡Vamos, solucionaremos esto! ¡Deja ir a los prisioneros!—
—¡No! Ya se lo dije oficial, una camioneta y los millones o está chica se muere. No quiere sangre inocente en sus manos ¿O sí?—preguntó el hombre.
Afuera, Crimson sostuvo el comunicador con fuerza y después lo bajo mostrándose frustrado.
—¡Maldita sea!—refunfuñó.
No mucho después llego un automóvil color dorado, uno muy largo. Tenía los vidrios oscurecidos y una luz en el techo que brillaba en color rojo. Crimson miró el automóvil con recelo y después le dedicó una mirada a los tres patrulleros que le acompañaban.
—No puede ser—mas que molesto se peinó el cabello.
El automóvil se detuvo cerca de ellos y de él bajaron dos hombres. Uno de ellos, el conductor, tenía una gabardina negra larga y debajo, una camisa blanca acompañada de una corbata roja con líneas en diagonal color plata, pantalón oscuro y un poco de barba bien delineada con cabello corto. El otro, tenía una gabardina similar en color caqui y la misma vestimenta, a excepción de la corbata, era y negro solamente. Su cabello y bigote eran castaños. Además, no dejaba de mascar chicle de una forma repugnante.
Ambos caminaron entre los policías y llegaron directo con Crimson. El primero de ellos le mostró sus placas.
—Soy el detective Ortiz y el es mi compañero, Valdez. Nosotros nos encargaremos desde ahora—anunció mirando a todos, como si esperara una ovación. Después tomó el comunicador.
—¿Qué? ¡No, nosotros llegamos primero!—insistió Crimson. Valdez lo hizo a un lado y después se unió a Ortiz.
—Mendoza nos envió, sus servicios ya no son requeridos—Ortiz ni siquiera lo miró. Después tomó el comunicador y volteó al banco—, Soy el detective Ortiz del departamento de policía de Silver City—añadió.
—¡Quiero mis cosas! Si no tengo mis exigencias mataré a todos—
—¡Nadie te va a dar nada! Suelta a los rehenes ahora mismo o iremos por ustedes—Ortiz era un temerario.
—¿Está loco?—preguntó Crimson alterado.
Sé lo que hago-.dijo Ortiz.
¡Los mataré, a todos! ¡No me importa!-
¡Al diablo! Vamos a entrar-.dijo Ortiz sin usar el comunicador, sacó su arma y le quitó el seguro. Validez hizo lo mismo y escupió su chicle al suelo, cerca del zapato de Crimson.
¡Han perdido la razón!-.dijo Crimson.
Los detectives se perdieron de vista, tanto se Crimson como de los criminales. No pasaron más de tres minutos para que pudieran internarse en el banco sin que los invasores se percataran.
¡Quiero mis exigencias ahora!-dijo el líder de los criminales.
¡Toma tus exigencias!-.dijo Ortiz.
Los hombres voltearon a sus espaldas y el líder, quien sostenía a una chica de no más de dieciocho años, recibió una bala en el pecho. Cayó al instante y los otros dos reaccionaron disparando contra los detectives. Uno de ellos vació todo su cartucho contra ambos, mientras que el otro fue por su compañero caído.
¡Aun respira! ¡Malditos policías!-.dijo ayudando a su compañero a levantarse.
El otro se unió y así los tres salieron huyendo a toda prisa por la parte trasera. Ortiz y Valdez se levantaron, pero uno de ellos les abrió fuego, obligándolos a esconderse.
¡Le di a uno!-.dijo Ortiz.
¡Casi matas a la chica!-.dijo Valdez indignado.
Casi. Anda, se escapan-.dijo Ortiz y se levantó enseguida.
Los dos salieron siguiendo unas huellas de sangre hasta la parte trasera. Pero apenas salieron por la puerta, frente a ellos paso una camioneta a toda velocidad. Ambos le dispararon, con la intención de dañar los neumáticos, pero no lo lograron y el vehículo se marchó.
Ambos se quedaron mirando con algo de decepción. Entonces, llegó Crimson en una patrulla y se detuvo para dejarlos subir, Ortiz y Valdez subieron y así comenzó la persecución.
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La patrulla de Crimson siguió a los criminales por toda la ciudad, hasta que se internaron a Golden Gates.
¡Van a atraparnos!-.dijo el conductor de la camioneta, estaba aterrado.
¡No lo harán!-.dijo el otro hombre, quien estaba sentando en el copiloto.
¡Ah, me duele!-.gritó el líder desde la parte trasera.
No va a durar, tenemos que hacer algo-.dijo el copiloto.
Ni hablar-.dijo el conductor y bajo la mirada.
El copiloto se quito el cinturón de seguridad y fríamente sacó su arma, después se paso a la parte trasera de la camioneta y con un disparo termino con la agonía de su compañero.
¡Cuidado!-.le gritó a su compañero, quien piloteaba.
El chófer de la camioneta dio un giro en 360 grados al ver como frente a ellos se atravesó una mujer con vestido blanco. Ninguno de ellos pudo verla bien, todo pasó muy rápido y el vehículo se salió de la calle, volteando se frente a la casa abandonada de Golden Gates. Los dos prófugos salieron a rastras de la camioneta.
¡Vamos, levántate Oliver!-.dijo el que iba en la parte trasera ayudando a su compañero.
¡Ahí vienen, vete! No puedo Erick ....-.dijo Oliver y se dejó caer al suelo.
Este tu problema ahora-.dijo Erick y entró rápidamente a la casa.
Oliver se quedo ahí en su lugar, tendría algunas costillas rotas y un hombro dislocado. Un frío intenso comenzó a golpearlo, estaba aterrado, adolorido y las sirenas se escuchaban no muy lejos de ahí. De pronto, una nube de vapor salio de su boca y un murmullo lo hizo voltear a la calle.
¿Hola?-.preguntó.
La mujer de vestido blanco lo observaba fijamente desde la mitad de la calle, ahí, sin decir nada. Su ropa estaba percudida, mechones de su cabello colgaban mojados frente a su rostro. Oliver la miró con temor, estaba seguro, había algo malo, algo malévolo en ella, en esa mirada. En cuestión de segundos, la mujer se esfumó y reapareció a unos metros de él.