Los años pasaron sin que me diera cuenta, pronto cumplí dos siglos. Que, aunque para los humanos se escuche mucho tiempo, para un brujo es la flor de la juventud, eso metafóricamente, ya que nosotros podemos ser jóvenes por siempre.
Con la solución de los problemas entre la especie sobrenatural, ya no tuve guerras en las que participar.
En las que buscar mi muerte.
Así que recurrí a la única opción que me quedaba, como bruja especializada en la magia de combate, aprendí otra rama de magia, sanación. Pronto me di cuenta que no era lo mío, aunque era muy útil, no quería dedicarme el resto de mi vida a ello.
Lo mío eran las batallas.
Las muertes.
Añoraba la mía.
Por eso dediqué mis años siguientes a participar en guerras humanas, tantas como me fuera posible, con el tiempo me erguí sobre una montaña de cadáveres, una que no tenia fin, supongo que Dominic estaría decepcionado de ver al monstruo en que me convertí.
Asesina antes, asesina siempre.
Realmente no me importaban los problemas que tuviesen entre sí, para mi eran banalidades, estupideces que me permitían seguir combatiendo y desahogando con ello el dolor de mi alma.
Así fue como deje de ser la mitad del dúo oscuro a tener diversos nombres en batalla. Guerrera, cruel, Lilith, demonio, insaciable, indomable, la muerte.
O el favorito del público:
Bruja de fuego.
Eso era metafórico para ellos, ya que no usaba la magia directamente, me especialice en ese tipo de armas y puedo que les diera más potencia o desviara ciertos disparos, nada que los humanos pudieran notar en medio de una guerra.
Decían que en mis venas corría el fuego del infierno, que había pactado con el diablo para tener tanto poder, que no podía ser de este plano, la verdad esas habladurías me importaban poco, solo aumentaban y lograron lo que tanto quería.
Que me temieran.
Las guerras eran divertidas para mí, aunque a veces lamentaba matar pobres inocentes que solo estaban siguiendo las órdenes de cretinos que no se ensuciaban las manos.
Las pocas veces que esos hombres de poder tenían el valor de salir a la batalla, yo cobrara venganza por todas esas muertes innecesarias, por todas las vidas que había arrebatado, por todas esas familias sufriendo, por todo el dolor del mundo.
Era una hipócrita.
Estuve a punto de morir muchas veces, tanto así que ahora podía verla.
A la muerte.
A diferencia de lo que muchos creen, ella es realmente bromista, después de ser testigo de las peores cosas del mundo me sorprende que actúe así.
—Otra vez —Suele decirme—. Cada vez que vengo a recoger las almas de los perecidos en batallas, tú estas en medio de ello.
—Algún día vendrás por la mía.
—Falta mucho tiempo para eso —aseguró—. Mientras tanto me alegra ver una cara conocida.
—Un trabajo difícil ¿Eh?
—Muy pocos vivos pueden verme, así que me alegra poder hablarle a un receptor.
—Un ente solitario —comente—. Que existencia más triste.
Me miró como si no creyera lo que había dicho.
Estábamos en un campo después de una batalla, mi bando como siempre era el vencedor, todos se retiraron, pero yo no.
Algo me decía que iba a verla.
—¿Algún día me contaras de ellos?
Ella hacia ese extraño sonido con su boca, similar a un bufido.
—Ya te dije que no puedo hacerlo.
—Eres la muerte ¿Quién te castigaría por ello?
—Solo soy el medio, no sé qué pasa con las almas después de que las dejo en su destino.
—¿Hablas del cielo y el infierno? —pregunte irónica.
—A veces siento que hablo con una pared.
—Llévame contigo, estoy aburrida —suplique en tono de broma.
—Ya sabes que hacer —dijo con tono cansado—. Solo tienes que matarte.
—No hay honor en eso, esperare a que llegue alguien fuerte a hacerlo.
—Eres incorregible, sabes algún…
Ella detuvo sus palabras abruptamente, lo recuerdo claramente, su expresión de asombro. La mía la acompañó
Alguien tosía a nuestras espaldas.
—¿Está vivo? —En medio de la masacre un hombre intentaba pedir ayuda.
—Le queda poco tiempo —me dijo ella.
—No en mi turno —asegure.
Me echo una mirada de reprimenda, pero no impidió que lo ayudara.
No era un soldado.
Este hombre llevaba un escudo de médico en su ropa.
—Eso se ve feo —murmure.
Sus ojos me observaron suplicando, después se enfocó en la muerte asustado, ella no era muy agradable a la vista, estoy segura de que la vio durante un momento. Aunque pude dejarlo morir en ese momento algo dentro de mí lo impidió.
Sus ojos lo hicieron.
Use una magia que no solía utilizar, la magia de agua, de sanación, de vida.
Cuando termine de curarlo, la muerte ya no estaba en el lugar.
Lo cargue hasta la base de nuestro ejército. Muchos miraron extrañados mi comportamiento. Los entendía, la mujer que era llamada muerte estaba salvando a alguien, era una ironía.
Lo cuidé los días siguientes, estuve a punto de dejarlo muchas veces, pero tenía curiosidad, quería ver sus ojos, solo para confirma que no estaba alucinando.
Una noche, en un hospital del país donde me encontraba, decidí irme, dejar al hombre sin nombre para que su familia lo encontrara.
Entonces el abrió sus ojos.
Me miró como si fuera un ángel.
Con esos hermosos ojos azules tan cristalinos como una cascada.
Y una lagrima rodó por mi mejilla.
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