Brujas, La Legión

Capítulo 17

 

El ángel de la muerte no tenía un reino, no tenía un hogar dónde vivir, pero en cada reino tenía su espacio, donde se deshacía de las almas que iba recolectando.

Era un espíritu, por lo cual, no se le dificultaba viajar entre los reinos, lo podía hacer sin pagar ningún precio. Además, en cada reino lo necesitaban, sin él, las almas vagarían por la eternidad, atormentado a los allí vivientes, eso no era bueno. Pero también, el ángel devoraba aquellas almas, absorbía la juventud y belleza de cada una de las almas que devoraba, aquello le proporcionaba vida eterna, pero no lo hacía inmune a la putrefacción ni mucho menos al envejecimiento. Pero el ángel es lo suficientemente poderoso para camuflar tanto su odioso olor, como su cara, todo detrás de la belleza pura.

Cuando Alejandro le devolvió la juventud al hombre, aquel ángel no solo entendió lo poderoso que puede llegar a ser su hijo, sino que iba a suceder algo en el reino de los humanos. Cuando creó a su hijo, dejó su parte demoníaca dormida, para que nunca despertara, solo cuando éste muriera, pero algo se aproximaba a la Tierra, algo tan fuerte que despertó la parte demoníaca de Alejandro. Azrael sabía que fuera lo que fuera, su hijo siempre iba a querer pelear en el lado correcto, ya que siempre estuvo viendo a su hijo crecer, y aunque fuera un demonio, eso no lo detenía de hacer lo correcto, además, su madre era humana, tenía los sentimientos y calidez de los humanos, eso lo hacía superior a él mismo.

Después de que Alejandro le diera aquel regalo, Azrael supo que su hijo era un hombre de bien, pero uno de los más poderosos que pueda pisar la Tierra. Azrael en aquel momento abandonó su castillo en el Garg, y bajó al infierno humano, el lugar más lejano de Dios y más profundo del mundo. Lo que las brujas y algunos demonios sufrían en el Garg, no era nada comparado con lo que enfrentaban los residentes del infierno. Azrael bajó, quería hablar con el rey del infierno, el primer ángel caído, mientras caminaba hacia lo más profundo del lugar, se topó con Astaroth, cabalgando su enorme lobo.

—Azrael, te ves… joven. —dice el demonio que podía ver detrás de aquella máscara que el ángel de la muerte siempre llevaba.

Azrael hizo una reverencia ante el demonio antes de contestar.

—Su majestad. —saludó. —Solo vengo a hacerle una pregunta a Lucifer.

—Sabes que él no es nadie comparado a mí. —dice el demonio y se baja de la bestia que monta.

—Pero después de todo, es el rey de aquí y solo él puede responder lo que quiero saber. —Azrael hizo otra reverencia, giró y comenzó a alejarse de Astaroth.

—Tu hijo te encontró, al parecer. —dijo Astaroth. Aquellas palabras detuvieron el paso de Azrael. —Sería el único capaz de devolverte tu juventud.

—Lo hizo. Pero luego tuve que absorber su poder. —dice Azrael.

—No le puedes mentir al rey de las mentiras Azrael. —añade Astaroth. —Debes controlar a tu hijo, querido amigo, si intenta detener a Astoreth, tendré que quitarlo del camino.

—¿Astoreth? —Azrael sintió como que le echaban un balde de agua fría por la espalda. Incluso el mismo ángel de la muerte, sabía que unir a aquellos dos demonios, no sería nada bueno. —¿La encontraste?

—Ni Dios puede detenerme. Soy superior a todos los ángeles, incluso a mi creador y él no quiso aceptarlo, pero pronto se lo voy a probar.

—No puedes viajar entre reinos, su majestad, estaría más que agradecido de ayudarte a reencontrarte con tu mitad. —dice Azrael.

—¿No crees que después de todo éste tiempo no te lo hubiera pedido ya? —contesta Astaroth.

Azrael endereza su cuerpo.

El demonio, del doble de su tamaño, comienza a caminar hacia él. Luego coloca su mano en el cuello del ángel.

—Eres un maldito traidor. Aun cuando te desterraron y te hicieron miserable, todavía sirves a Dios. Todavía lo ves como tu superior. Jamás viajaría contigo, no perderías la oportunidad de llevarme ante Dios para intentar ganar tu antiguo puesto.

Astaroth lo tira contra el suelo.

—Pero tu hijo es capaz de destruir a Astoreth. Separados somos fuertes, pero juntos vamos a ser imparables. —el demonio de un salto vuelve a caer encima del lobo infernal.

—Mientras estés aquí, nunca podrás tocar a mi hijo. —dice Azrael, levantándose del suelo y sacudiendo su ropa.

—Eso pronto va a cambiar Azrael.

Las alas del lobo se extendieron, luego de un aleteo alzo vuelo. Dejando detrás una risa satánica.

Azrael continuó caminando, se topaba con almas llorando, suplicando que las asesinaran, otras cansadas de nunca morir. Había jaulas por todas partes, dentro de las cuales estaban las almas que cometieron pecados atroces, quemándose para la eternidad, sintiendo su piel asarse y cuando finalmente el dolor las asesinaba, volvían a la vida, para revivir ese dolor una vez más. Por otro lado, se encontraba con seres desnutridos, apenas reconocía que eran humanos, las costillas se asomaban amenazando con romper la piel, trabajaban en materia fecal, moviendo enormes piedras redondas, cumpliendo tareas inútiles, de las cuales la única recompensa era comida podrida. Más adelante estaban los que en vida habían comido más de lo necesario, atados de manos y piernas, y una máquina que sostenía sus quijadas abiertas, inyectándoles tanta comida, hasta que sus cuerpos explotaban, sus órganos volaban por todo el lugar. También había un lugar donde las almas se arrastraban por joyas y riquezas, que luego debían tragar. Miles de demonios, que en su momento fueron ángeles, deambulando por el lugar, golpeando a los residentes por diversión. Otros demonios, como Astaroth, sobrevolaban el lugar, sembrando discordia en el lugar, asesinando a cuál ser los retara.



#13529 en Fantasía
#2817 en Magia
#19327 en Otros
#2989 en Acción

En el texto hay: accion y amor, aventura., accion drama

Editado: 28.11.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.