BrujerÍa

Dos. Sortilegio

Se encontraba observando la escena que se desarrollaba frente a ella y los demás vecinos del barrio, cuando de repente un hombre se acerco a ella.

— ¿Puedo preguntarle por qué de todos los días, justamente hoy, se encuentra acá?

— Iba pasando por el barrio.

— Es algo curioso… usted iba pasando por donde vivía su amante… el cual murió hoy… en circunstancias muy extrañas.

Ella lo miró a los ojos y las lágrimas empezaron a brotar de tan bella mirada.

— Sí. Este barrio está de camino a mi apartamento — sollozo — ¿No entiendo cuál es el problema de pasar por acá? — Le pregunto en medio del llanto.

— ¿Problema?... Ninguno. Solo que hoy el señor Rodríguez murió, y usted justo pasa después de su muerte… es interesante — dijo con una mirada inquisitiva.

— ¿Está insinuando algo? — preguntó limpiando sus lágrimas.

— Solo indago por los hechos que llaman mi atención y despiertan mi curiosidad.

— Como ya le he mencionado antes, me encontraba pasando por acá.

— Curioso — dijo con media sonrisa en el rostro.

— Eso me quedó claro desde hace un momento. Pero le aclaro que, si así lo piensa usted, no puedo hacer nada. Es su opinión. Un poco parcializada, y no pretendo hacerlo cambiar.

— Está bien.

— ¿Me podría contar qué pasó con él?

— Lo que dicen todos los vecinos. Murió aproximadamente hace media hora. En circunstancias muy extrañas.

— ¿Extrañas? ¿Eso qué significa?

— Es algo que debo investigar. Pero ya que se encuentra acá, me ahorra la visita a su apartamento, le pregunto: ¿De qué cree usted que murió?

— No lo sé — el llanto regresó a ella.

— Mmmmmmmmmmm

— ¿Me está acusando de algo?

— De nada. ¿Por qué? ¿Hizo algo, que merezca una acusación?

— No. Nada.

— Eso no dice la esposa. Ella nos ha contado que usted está bastante obsesionada con él, y que constantemente les enviaba mensajes, donde decía que se iban a arrepentir.

— Después de terminar con él… No lo he vuelto a ver. Nuestra relación terminó en medio de dolor. Pero en un punto entendí, que él ya no quería tener nada conmigo… y que además era un hombre casado…

— Hoy la esposa, nos menciona que se enfermó de una manera muy extraña. A pesar de visitar varios médicos, ninguno logró determinar realmente qué pasaba con él.

— No tengo nada que decir. Tampoco entiendo qué pudo haber pasado con él…

— ¿Sabe? Mi trabajo consiste en ser objetivo y solo fijarme en las evidencias. Sin embargo, no puedo negar que hay cosas que son difíciles de explicar — dijo con calma y mirándola a los ojos — Creo que esta muerte está ligada a eso, a esas cosas difíciles de explicar…

— Supongo. Existen enfermedades que no se pueden determinar muy bien.

— Dudaría que sea una enfermedad. Estos síntomas suelo verlos en casos donde el amor, la posesión y los celos hacen parte de la ecuación.

En este punto ella se sentía un tanto incriminada y un tanto ofendida.

— Me está faltando el respeto. Es cierto que fui su amante, y sé que me equivoqué… pero eso no le da, el derecho para faltarme al respeto. Yo no hice nada. No he hecho nada… y no tengo idea sobre lo que me está acusando. Si no tiene otra cosa que decirme, le pido permiso. Hasta luego.

Continúo caminando hacia su apartamento. Llegó a la puerta y al abrirla saludó a sus amadas mascotas Lulú y Paco.

Dejó las llaves en el bol del recibidor, se quitó los zapatos y sus pies ingresaron en sus mullidas pantuflas. Se dirigió a la cocina y se sirvió un vaso con agua.

Camino hacia su estudio. Tan pronto cruzó la puerta, no pudo evitar ir a esa mesa… y tocar los elementos que la componían.

Aquel muñeco hecho con cabello humano, barro y envuelto en cinta roja y negra, con una foto de su amado en el centro y un par de agujas enterradas.

Sonrió. Le era inevitable no pensar, en cómo terminó ese pobre desgraciado.

A su favor. Ya le había advertido muchas veces que no la dejara, que la única manera que esta relación llegara a su fin, era si ella se cansaba.

Él no la escuchó. Por eso se encuentra, asumiendo las consecuencias.

Solo espera que su muerte se diera en medio del dolor, desasosiego, desespero, rabia e ira. Quiere que su alma, se consuma y pase a formar parte de las filas del averno.

Agonía. Esto era lo único que la haría sentir resarcida… era la única retribución para su dolor.

Nunca, se consideró una mujer compleja. Lo que quería… le pertenecía… eso aplicaba para todo... personas y cosas.

Enamorarse de él, no era parte del plan… simplemente paso… su caballerosidad, galanura, porte y altura, la conquistaron. Lo amó con locura, y eso se evidenció en cada entrega, en cada encuentro, en cada beso…

Ella le dijo, muchas veces, que dejara a su esposa. Él no quiso escuchar.

Por eso ella tuvo que mover sus hilos… para hacer que su enemiga, se enterara de la aventura… Lo que no alcanzó a prever, fue que la esposa lo iba a perdonar, continuando a su lado.

¡Mujer estúpida!

Si alguien era culpable de la desgracia de su amado… era su esposa. ¿Quién la mandó a ser tan egoísta y no soltarlo?

Ella le dijo muchas veces, que lo dejara, o si no… traería una tragedia a sus vidas… ella no quiso escuchar…

¡Desgraciada! Su terquedad causó la muerte.

Pero bueno… ya pronto lo acompañará…

Dejó a un lado el muñeco de su amado y tomó el muñeco de la esposa.

Los diferentes rituales que había llevado a cabo se encontraban reunidos en ese lugar… todas las personas que tuvieran una deuda con ella… pagaron con su miseria.

Desde pequeña conocía las artes oscuras y todo su poder. Su abuela le había enseñado… siempre le contaba que descendía de un linaje de brujas y que esperaba que ella fuera una de las más poderosas.

Hasta ahora… su brujería siempre había funcionado.

Hoy era una muestra de eso…

Sonrió y así su risa rompió el silencio, del lugar…




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