A la hora pautada, con un nudo en el estómago y una ansiedad ahogante, Nora esperó a Diego quien la fue a buscar para ir a la cena en su casa. A la joven le extrañó verlo llegar en la camioneta de su hermano, por lo que no pudo evitar preguntar:
—Hola… Pensé que no podías manejar el auto de Aaron.
—Solo por aquí cerca, pero no para viajes largos —argumentó Diego, dando cualquier excusa para justificar lo que quería hacer.
Nora le entregó una mirada de incredulidad, más no discutió. Subió a la camioneta y se sentó junto a él algo pensativa, mirando el paisaje pasar frente a ella. Se sentía nerviosa al entender que se encontraría con Aaron a quien había evitado con éxito los últimos meses.
Usó una vez más aquel vestido rojo de pequeñas florecillas marrones, con un cinturón que marcaba su pequeña cintura y botas del mismo color. Aquella noche se atrevió a usar unos largos pendientes que terminaban en una brillante piedra roja, que compró en el pueblo el día anterior, y que combinaban muy bien con aquel brillo labial que le regaló Flor.
Nora lucía bonita y delicada, lo cual no era común en ella. En el fondo había tenido cuidado en prepararse, se hizo una trenza que caía de lado sobre su hombro izquierdo, pasando una cinta roja que se veía a trozos entretejida en su cabello. Cuando se miró al espejo, sintió frustración al ver que lucía linda, pues comprendía las razones de todos aquellos detalles, su motivación muy en el fondo surgía porque vería a Aaron, el tipo que le había hecho la peor humillación de su vida y no pudo evitar pensar: «Estoy loca».
Llegaron a casa de los Balderas y Nora luchaba por mantenerse en pie, controlando los nervios que le jugaban en contra. Diego se bajó y como todo un caballero abrió la puerta de la chica y tomando su mano, la ayudó a bajar. Ella no pudo evitar alzar la mirada para encontrarse con los ojos del Balderas y pensar que era un tipo especial, por lo que sonrió y caviló que sería fácil enamorarse de él, ya no tenía dudas. Sin embargo, al caminar hacia la casa, tomados de la mano, notaron a Aaron mirándolos serio desde la ventana, haciendo sentir a Nora un inesperado retorcijón.
Adela se acercó feliz, saludando a Nora con cariño, besando su mejilla luego de acunar su rostro entre sus manos.
—Así que tú eres la revelación del año, la chica que le robó el corazón a mis… a mi hijo —corrigió con apuro.
Nora solo sonrió con timidez sin decir nada.
—¿Quieres tomar algo? ¿Vino? —indagó la madre.
Ella solo asintió.
—Es tímida la niña —expresó Adela sonriendo.
Aaron permanecía de pie junto a la ventana mirando inexpresivo todo lo que pasaba, apoyado de espaldas a la pared y con los brazos cruzados. Se acercó hacia Nora y saludó secamente:
—Hola, vecina. —Se acercó para darle un beso en la mejilla, sin embargo, en último momento, hizo un rápido movimiento hacia sus labios, dejándola petrificada y dejó un beso en la mitad de su boca. Aquel suceso dejó a Nora incómoda y no pudo evitar molestarse por el atrevimiento de Aaron, quien al parecer siempre sería así, invasivo y disponedor.
Se sentaron a conversar en la sala. La madre de los chicos hacía muchas preguntas que Nora intentaba contestar, la mayoría referidas a Julio, su rancho y demás, de lo cual poco sabía la joven, dejándola algo inquieta pues era evidente el interés de la mujer.
Diego, tratando de cambiar el tema, sugirió que pasaran a cenar, logrando que la madre junto con él se dispusiese a preparar lo que faltaba, dejando a Nora sola con Aaron en la sala. Ella le dio una mirada rápida sin poder disimular su nerviosismo y el bruto solo le entregó media sonrisa. Se acercó extendiendo la mano para ayudarla a levantarse.
—¿Me vas a dejar con la mano extendida?
Nora ni contestó ni tomó su mano, solo se levantó tratando de salir de allí, pero Aaron igual agarró su mano y le dijo haciéndola girar:
—A mí nadie me deja con la mano extendida. —Tratando de generar al fin alguna emoción en Nora, lo cual no se hizo esperar.
—Pues si a mí no me provoca darte la mano, no lo haré —respondió tranquila, sacudiendo el agarre del bruto.
Sin embargo, mientras Nora intentó alejarse, él volvió a tomarla acercándola a él.
—Estás muy bonita hoy, como nunca te había visto, de hecho. Parece que la idea del matrimonio te sienta bien.
—Un buen hombre embellece a su mujer, en cambio, uno malo la destruye —respondió haciendo una clara diferencia entre él y Diego.
—A ti lo único que te hace falta es que un hombre te ponga en tu lugar, así sea a la fuerza.
—Pues todavía no lo conozco —respondió ella desafiante.
Él se acercó mirando su boca y luego, viendo sus ojos le dijo:
—Lo conoces y lo tienes enfrente.
Hizo como que le iba a dar un beso, uno que muy en el fondo Nora deseó, pero sonriendo se alejó de ella dejándola encendida.
—Pase a la mesa futura señora Balderas —culminó indicándole el camino que debía seguir.