Bruto Amor 2

Capítulo 8

 

 

Diego llegó por la tarde a su casa, sin Nora y sin mostrar indicios de haberse casado. La madre lo escuchó llegar y saludó diciendo el nombre de Aaron pensando que su hijo mayor, el que no se casaría, había llegado.

Adela se quedó de pie en la sala al encontrarse con Diego. El joven sonrió, pero su madre no correspondió la sonrisa.

—¿Qué significa esto, hijo?... ¿Y tu hermano?

—Está con Nora —respondió con una expresión desafiante.

—Pero… ¿Qué hicieron ustedes dos?

—Mamá… Ellos se quieren, están enamorados.

—¡Qué enamorados ni que nada! Muchacho idealista y romántico. ¡Son una partida de ingenuos! ¿Acaso crees que en este mundo y en esta vida alguna vez triunfa el amor? Por favor. Ya me parecía raro que él quisiera llevarlos. ¡Ese Aaron!, siempre ha sido así, cuando se le mete algo en la cabeza es imposible sacárselo. Es terco como nadie.

—Sí, así es, y Nora no es muy diferente, más me parece que están dispuestos a luchar por lo que sienten —respondió Diego sin titubeos.

—Pues te equivocas, hijito. Eso pasa en las novelas de la televisión, en los libritos de amor, pero los tres despertarán a la realidad de que el amor jamás es completamente bello, ni rosa, hay muchos grises, demasiados, entre esas cuatro letras.

—Mamá… Nora ama a Aaron, te guste o no. Ellos iban a estar juntos tarde o temprano.

—Tontos, ¡muchachos tontos! ¿Cómo crees que reaccionará Julio cuando sepa esto? ¿Qué piensas que pasará cuando descubra que Aaron no cumplió su palabra? Olvídate de todo lo que conoces, ¡de todo! Los obligará a divorciarse y nosotros perderemos todo, y con todo me refiero a estas tierras y a cualquier oportunidad de poner a ese viejo en su sitio.

—Tenle un poco de fe a Nora, mamá. Ella puede lograr cambios en todo esto, es la heredera, es fuerte y no se quiebra con facilidad, así como Aaron. Yo creo que pueden lograrlo. Ahora que lo pienso… No imagino como serán los hijos de esos dos, quizá conquisten el mundo —dijo riendo, porque Diego era así, relajado y sin preocupaciones, aunque las hubiera.

—¿Y además te ríes? ¡Uy, muchacho que me haces molestar!

—Mamá… Tal vez hasta yo pueda ayudar a los chicos, después de lo que descubrimos. Quizá no signifique nada para don Julio, pero… quien sabe.

—¿Quién sabe qué? —indago la madre con interés.

—Soy hijo de don Julio.

—¡¿Qué?! ¡Imposible! No. ¿Cómo que eres hijo de él? No puede ser.

—Claro que puede ser.

—Pero explícame mejor cómo lo sabes, por favor. No me dejes así.

—Aaron quería asegurarse de que no éramos hermanos Nora y yo, intentando evitar nuestra boda. Así que, hizo una prueba de hermanos consanguíneos con cabellos de Nora y mi cepillo de dientes. Ya sabes… ADN y… Somos medio hermanos.

—Esto que estás diciendo… ¿Es verdad? ¿Están seguros?

Diego asintió.

—¡Pero es una gran noticia, hijo! Tienes que guardar con tu vida esos resultados.

—Pues yo no quiero que le digan nada. Podré llevar su sangre, pero ese señor no es mi padre.

—Cierto, cierto… Aún no diremos nada. Debemos guardar esta carta para un momento en que nos sea útil.

—¿Cómo que útil? ¿De qué hablas?

—Esto de tu hermano y esa muchacha terminará mal. Te lo aseguro y no soy adivina. ¡Tú también eres heredero, Diego! Y eres el único hijo varón. Julio siempre quiso un niño, me lo dijo varias veces, pero nunca lo tuvo. A veces pienso que por esa razón le tomó cariño a la muchacha esa… Nora, porque es de voluntad fuerte. Estoy segura de que Él estará feliz de saber que eres su hijo.

—No le diremos nada —exigió Diego.

—Claro que no, hijito. Cuando lo de Aaron y Nora salga a luz será un desastre, ese par terminará separado, ya verás… Después de que Julio descubra esto, no sé qué le hará a la chica, pero a tu hermano… A tu hermano lo intentará eliminar del camino. Allí le diremos que tú eres su único hijo varón y protegeremos a Aaron.

—Suenas muy segura de todo, mamá… Yo creo que te equivocas. Aaron y Nora lo lograrán y ese viejo jamás se enterará de que tengo algo que ver con él.

—Más sabe el diablo por viejo que por diablo, Dieguito, te acordarás de mis palabras. Me arruinaste el día y lo arreglaste en un mismo minuto —dijo Adela tomando entre sus manos el rostro de su hijo para culminar diciendo—: Un Salvador… ¡Eres un Salvador!

—Soy Balderas y siempre lo seré, mamá.

—Sí, hijito, di lo que quieras… Yo solo sé que por tus venas corre la sangre de Julio y no te imaginas lo feliz que eso me hace.

Diego la miró con rechazo pues cada vez se daba más cuenta de que no conocía a su madre. En los últimos años, había cambiado mucho y solo había una explicación, eligió el odio como forma de vida, la estaba destruyendo y tal vez los estaba arrastrando a ellos también.

 

 




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