Bruto Amor 2

Capítulo 14

 

 

Nora se fue a la cama pensando en tantas cosas, que daba vueltas de un lado a otro, estaba alterada, la reunión, la tensión, Aaron y su insistencia, aquel memorable beso, la responsabilidad que se le venía encima, el divorcio. Era tanto en qué pensar, que reposó al recordar el viaje a Los Ángeles. Sin duda, quería tomarse unos días lejos de todo, y conocer una nueva ciudad le parecía emocionante, aunque el asunto se tratara sobre convencer a su tío de ir a ver a su padre y quién sabe qué jugarreta le habría hecho don Julio para que se separaran así, no obstante, ya lo descubriría.

A la mañana siguiente despertó con el cuerpo adolorido de puro estrés. Ese día le llevaría los papeles del divorcio a Aaron y sabía que no sería un momento fácil, pero tenía que hacerlo. Ella aún no los firmaba, le parecía que hacerlo lo volvería más real, pues aunque profiriera todo el rechazo del mundo por su esposo, todavía, muy profundo en su alma, estaba el deseo de que no terminaran así. Se sentó frente a su espejo, se descubrió así misma ida mirando al suelo, hasta que se encontró en el espejo con sus ojos llenos de pesar, era una realidad… Se divorciaría y ya no había marcha atrás. Buscó la línea con su nombre y simplemente firmó con la mirada llorosa, pero decidida.

Fue hasta la caballeriza para encontrarse al fin con su viejo amigo, don Juan Crispín, lo había extrañado y se alegró de verlo.

—¡Niña! —exclamó Crispín con alegría, acercándose a abrazarla—. ¿Cómo estás? Pensé que tardaría más en verte. ¿Cuándo llegaste?

—Hace un par de días, mi amigo. Tuve que atender la reunión con el gremio de ganaderos y fue… algo difícil, por decirlo de algún modo.

—Ya me imagino. Yo acompañé a don Julio algunas veces y es un público difícil, pero seguro los domaste como sueles hacer, ¿cierto?

Nora sonrió y respondió:

—Sí… Algo así, pero recibí ayuda. Al final llegamos a un acuerdo.

—Me alegro, mija. Supe que ahora es la jefa —dijo sonriendo orgulloso—. Felicitaciones, sé que lo hará bien.

—Así dicen… Pero para usted seré siempre una amiga, no una jefa. Sus responsabilidades cambiarán, don Juan, quiero que disfrute más de lo que hace, que visite a sus amigos Shoshoni y los invite a cazar en nuestras tierras.

—Me encantaría, niña. Puedo organizar otro día de cacería y allí podrá conocer a los Te-Moak.

—Me encantaría conocerlos, su cultura siempre me ha intrigado y quisiera saber cómo crían sus caballos. Cuente conmigo, mi amigo, más tendrá que ser después de que regrese de Los Ángeles, debo viajar para encargarme de algo.

—La estaré esperando. ¿A dónde va?

—Vine a buscar a Bala porque debo hacer varias diligencias.

La expresión de Nora cambió bruscamente, estaba feliz de ver a Crispín y al hablar sobre sus diligencias, abrazó aquella carpeta apretándola contra su pecho, dejando al viejo intrigado.

—Bala ha estado triste… Yo la he llevado a pasear, pero la extraña a usted y a Aaron, tal vez.

—Sí… —replicó Nora pensativa.

—¿Está usted bien? —indagó el viejo.

—Sí, don Juan, estoy muy bien —respondió la chica sin lograr convencerlo.

—¿Y a dónde va?

—Voy a entregar unos documentos y a ver a mis abuelos antes de viajar.

Crispín conocía todo lo que había vivido Nora, entendiendo el pesar que la acongojaba, sin embargo, no sabía que se había casado con el bruto y que ahora, un mes después, se divorciaba.

El viejo sacó a Bala de su caballeriza, quien mostró alegría de ver a su dueña resollando, acercándose mientras movía sus belfos que pasó por la camisa y cabello de la joven. Nora posó su frente en la ternilla del animal, cerró sus ojos saludándola con la voz apagada, porque Bala, aquella imponente gran yegua negra, le recordaba a Aaron, casi podía imaginarlo cabalgando con ella como muchas veces lo vio.

La chica sopló en uno de los ollares de la potra, sabiendo que así saludaban los caballos a sus amigos y tomando una bruza la peinó por un rato, transmitiéndole cariño, intentando sacarla de su tristeza, pues no deseaba que su potra viviera entristecida como ella, sin embargo, Bala percibía el dolor de Nora, pues esos animales son así. Y después de eso, partió con destino al rancho Balderas, llena de nerviosismo.

Al llegar, titubeó con su puño cerrado antes de tocar, más no le quedaba otra cosa que continuar, así que, tocó con fuerza, simulando seguridad.

Aaron no tardó en abrir como si la esperara, lo cual era cierto, el bruto había aguardado ansioso.

—Pero miren quién llegó, mi querida esposa —dijo él sonriendo y acercándose a darle un beso, pero Nora retrocedió.

—Ya basta, Aaron, por favor, para ya tu jueguito.

Estas palabras hicieron que al bruto la sonrisa se le borrara de a poco, y más cuando vio a su yegua, porque aunque se alegró a causa de las muchas vivencias tenidas con ella, esta ya no le pertenecía al igual que Nora, de alguna forma no estaban con él.

—Trajiste a Bala —dijo acercándose a la yegua, quien también saludó al bruto.




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