Nora y Aaron al fin lograron reunirse con don Justo Salvador y descubrieron a un hombre que compartía la misma indignación hacia Julio que ellos tenían. Entregaron la carta, Nora fue insistente al pedirle a su tío que fuera a ver a don Julio, más este no prometió nada y solo dijo que lo pensaría.
Su tío parecía un hombre firme pero mucho más amable y equilibrado que su padre. Nora conocía la historia de don Julio y era capaz de comprender el porqué de las diferencias entre estos hermanos.
El mayordomo los guio a una bonita habitación donde pudieron instalarse. Aaron abrió el grifo de la una ducha y esperó a Nora para entrar, más le pareció extraño que ella no terminara de llegar, pues siempre que tenían oportunidad se duchaban juntos. Así, se asomó a la habitación para encontrarla leyendo una hoja de papel.
—¿Qué haces, mi amor? —indagó Aaron.
Nora bajó la hoja con rapidez, se mostraba algo nerviosa y trató de esconderla.
—Nada, solo es… Nada. Báñate, yo lo haré luego.
—Bien. —Fue lo único que alcanzó a decir el bruto, extrañado de la reacción de su esposa.
Él culminó su ducha y al salir, Nora pasó al baño para prepararse también para la cena. Aaron se vistió y miró la maleta de su esposa con curiosidad, ¿Qué esconde, Nora?, se preguntó. Así abrió la maleta y encontró una carta firmada por Norma, la madre de su mujer, la leyó con detenimiento y consideró los consejos que le parecieron acertados y hasta lo llevaron a reflexionar en varias cosas, como sus sentimientos y rencores hacia sus padres quienes se suponía debieron protegerlo, pero que jamás lo hicieron.
Más adelante, llegó al consejo donde le decía que se alejara de hombres atrayentes, como él posiblemente y meditó en que Nora, tal vez, releía aquella carta para recordarse que era mejor alejarse de alguien como él. Aaron se lamentó al comprender que su mujer libraba una lucha intensa que callaba, sus sentimientos se enfrentaban a la sabia cordura y aquello no era nada bueno para la gran inseguridad que vivía Nora en ese momento. Regresó la carta donde estaba y no dijo nada más.
La cena fue amena, conocieron al bebé del primo más joven y a Aaron le encantó ver a su esposa con aquel niño en brazos, Nora se mostró ilusionada y cariñosa, por lo que no pudo evitar imaginarse juntos con un pequeño, aunque fuera demasiado pronto, porque soñar era solo eso, soñar, aunque le pareciera, vagamente, que se tratara de una posible realidad.
Regresaron a la cama aquella noche, Nora se mostraba emocionada y conversadora, pasó de estar sola con sus abuelos a tener una familia, una que crecía cada día. Le sorprendió que sus primos fueran amables y fáciles de tratar, a diferencia de sus odiosas hermanas y que su tío fuera un tipo lógico y equilibrado tan distinto a su padre.
—Mi vida ha cambiado tanto en tan poco tiempo —profirió mirando a Aaron frente a frente ya acostados en la cama—. Después de la muerte de mamá, la vida se me vino encima como una avalancha, conocí a mi padre, hice buenos amigos, me regalaron a Pinto —comentó y sus ojos se pusieron llorosos—, te conocí… —Guardó silencio—. Te conocí a ti y pasaron tantas cosas, la carrera... Todo fue… Fue demasiado en muy poco tiempo.
Aaron colocó el cabello de Nora detrás de oreja con gentileza y preguntó:
—Y… ¿Estás feliz de que todo eso haya pasado?
—Sí. Sé que sueno como una masoquista y que he llorado como loca, pero he sentido en este año, mucho más de lo que sentí en toda mi vida… Contigo… He amado de verdad —dijo acariciando la mejilla del bruto.
Aunque me cueste creerte, pensó sin decirlo. Nora sentía una urgencia, como si el tiempo se le acabara y tuviera que aprovecharlo, su amor por Aaron parecía tener fecha de vencimiento y no pudo ocultar la tristeza de esos temores latentes que hubiese querido callar, más no lo conseguía, porque era cierto, no le creía, no conseguía hacerlo, ni confiar en él y eso hacía sentir su matrimonio como si caminara sobre una delgada capa de hielo en un soleado día.
Durmieron aferrados uno al otro, sintiendo que nada más de soltarse se acabaría lo que sentían y vivían. Despertaron la mañana siguiente y dejaron todo listo para partir después del desayuno. Fue un tiempo nostálgico a la mesa, pues don Justo explicó las razones de su separación con su hermano Julio y para la sorpresa de Aaron y Nora, se parecía mucho a su historia.
Don Justo al fin respondió la petición de su hermano en aquella carta acerca de ir a verlo y aseguró que iría cuanto antes, con la mirada cargada de nostalgia. Nora sonrió satisfecha pues había logrado su misión y llevaría a su padre una respuesta positiva.
Sin mucho más la pareja se despidió para regresar a Nevada, ya extrañaban sus ranchos y el aire puro y ligero que se respiraba en esos parajes lejos del bullicio de la ciudad.
Mientras viajaban, Aaron no pudo evitar decir lo que sentía y atormentaba:
—Nora… Quiero disculparme contigo.