Bruto Amor 2

Capítulo 26

 

Crispín partió a toda velocidad.

—¿Y entonces…? ¿Cuándo me va a decir qué es lo que pasa? Esta casa ha sido una locura hoy —comentó Nora sin saber qué más esperar.

—¿Una locura? ¿Por qué? —indagó Crispín tratando de cambiar el tema, ganando tiempo antes de darle la mala noticia a su apreciada jefa.

—Jimena se fue tomando todo lo que pudo, sus cosas valiosas y dejó a sus hijas sin nada.

—¿Qué? —cuestionó don Juan incrédulo—. ¿Abandonó a las hijas? Pero qué mujer tan despreciable.

—Totalmente… Yo sabía que era una mala persona, pero de allí a abandonar a sus propias hijas, es como más de lo que pude imaginar. Es increíble. Julia está destruida y Julieta no sé dónde está tampoco, creo que no se fue con la mamá porque sus cosas están todas allí.

El viejo asintió manejando apresurado y enfocado en la vía, sabía dónde estaba Julieta, más no quería decirlo.

—Bueno… Dígame ya, ¿A dónde vamos? ¿Y por qué se le ve angustiado?

—Niña… Julieta hizo una de las suyas.

—¿Qué hizo? —preguntó Nora imaginando lo peor.

—Se llevó a Bala, quería matarla.

—¡¿Qué?! ¡¿La mató?! —gritó Nora con los ojos llorosos—. ¡La voy a matar! —profirió cubriéndose el rostro con ambas manos comenzando a llorar.

—No, mi niña —aclaró Crispín posando su mano sobre el hombro de Nora—. No se ponga así. Bala tiene una pata fracturada, voy a buscar al veterinario a ver si podemos salvarla.

—Pero aún no saben si es posible. Estoy cansada ya, don Juan, cansada de todo esto, de estas mujeres, solo quiero un poco de tranquilidad, como era mi vida antes, cuando no tenía nada, era feliz —explicó con el rostro lleno de lágrimas y frustración.

—Ahora también es feliz, yo la he visto sonreír y ama a su esposo.

Ella asintió reflexionando, tenía mucho que agradecer.

—Solo no quiero perder a Bala, ella es nuestra, de Aaron y mía, significa mucho para mí, para nosotros. Ya perdí a Pinto, no… No quiero… —Más no pudo terminar de hablar porque el llanto silenció su idea, apretó sus ojos negando con la cabeza y las manos apretándose el pecho.

—No piense lo peor, mija. Quizá podemos salvarla y todo saldrá bien, no se angustie antes de tiempo, por favor. Aaron vio a Julieta de lejos y reaccionó, llegamos a tiempo niña.

—Tan bello, mi Aaron. No sé qué haría sin él, es lo único que tengo y a ustedes.

Crispín acarició el cabello de Nora como si fuera una niña y es que así la veía, como la hija que nunca tuvo y la quería como tal.

Llegaron hasta el veterinario del pueblo, don Juan le explicó la situación y partieron con un remolque especial, arneses, poleas y otras cosas, apresurados, pues no debían pasar muchas horas antes de atender a un animal de estos.

El viejo derribó la cerca del rancho vecino con la camioneta, adentrándose lo más que pudo en el terreno para facilitar la movilización de Bala en caso de que tuviera salvación.

—La repararemos luego —dijo don Juan explicando a Nora quien lo miró impresionada de ver al viejo tan decidido.

Apenas llegaron al sitio, todos bajaron con apuro siguiendo a Crispín.

—Tengan cuidado más adelante, hay árboles caídos y pueden tropezar fácilmente.

Nora sentía una desesperación profunda en el pecho, quería salvar a Bala, ver a Aaron y apoyarse en él. Pasando la pequeña loma los miró y al ver a la yegua tendida sintió dolor, un dolor que brotó por sus ojos y dando una agotada exhalación de hombros caídos se acercó. Su esposo la abrazó, mientras el veterinario se abría paso para revisar a la potra que sufría en silencio procurando quedarse quieta.

—Voy a necesitar que muevan estos troncos —solicitó el doctor mientras colocaba gasas y una buena férula inmovilizando la pierna de Bala.

Los troncos no eran muy anchos así que, entre los tres, Nora, Crispín y Aaron, lograron abrir un camino.

—Me parece que la fractura es recuperable, pero es claro que Bala no podrá competir más, sería exponerla a algo peor.

Nora asintió agradecida de saber que podría recuperar a su yegua, el valor de Bala era más sentimental, pues era un símbolo de que Aaron jamás la dejó por completo, de algún modo siempre estuvieron unidos.

La yegua pudo ponerse de pie al fin y fue guiada hasta el auto especial con cuidado, donde fue sostenida en un arnés para que no apoyara la pierna por completo.

—¿Pudo llevar a Julieta al médico? —preguntó Aaron a Crispín.

—No, joven, me disculpo… Salí corriendo y no la esperé. No sé donde estará la joven Julieta.

—Entiendo —dijo el bruto imaginando que la chica iba muy lento para la emergencia—. Vaya usted con el veterinario y la camioneta. Yo regresaré con Nora en mi caballo y buscaremos a la loca esa.




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