Dos días después de la cita médica, la pareja todavía se lamentaba de que el pequeño no se colocara en una posición que permitiera identificar su sexo. Ambos estaban ansiosos de saber, pero no se pudo determinar, el bebé no lo permitió.
Aquella misma noche, tuvieron la reunión con los hacendados, en vista de las amenazas y como había indicado Nora con anterioridad, se reunirían en el rancho Salvador para evitar invitados no deseados. El sheriff siempre estaba invitado y la pasaba muy bien cenando una deliciosa comida, cumpliendo su trabajo de servir y proteger.
Nora aprovechó de mostrarle el correo con la amenaza, incluso lo imprimió y se lo entregó y él jefe de la policía se comprometió a traer un especialista que pudiera tratar de identificar de dónde provenía aquel correo.
A la mañana siguiente, Nora despertó y no encontró a Aaron a su lado, eso no era común pues ella solía levantarse antes que él casi siempre. Caminó por la casa y escuchó sonidos en la habitación del bebé. Al asomarse, vio a su esposo armando la bonita cuna de madera que compraron unos días antes.
—Hola, amor —dijo ella besando los labios de Aaron—. ¿Por qué estás armando eso a esta hora? Pudimos contratar a alguien para que lo hiciera.
—No, nadie va a armar la cama de mi hijo, solo yo me aseguraré de que esto esté construido como se debe.
Nora sonrió al verlo tan entusiasmado, no paraba de hablar del bebé, ni de pensar en él. A Aaron le gustaba hacer las cosas por sí mismo, era un tipo protector y ella no impediría que ejerciera esa característica que le encantaba.
—Hablas muy seguro de que será varón —profirió ella sonriendo.
—Porque lo será… —aseguró el bruto cerrando el puño con propiedad—. Por cierto, al levantarme, me encontré con tu abuela, estaba en la puerta de entrada, respirando con los ojos cerrados.
—Ah sí, manías de ella. Mi nana dice que respirar el aire de la mañana, con rocío y demás, es lo mejor para comenzar el día.
—Bueno… La encontré allí y me dijo que mi hijo sería varón, por la forma de tu vientre y porque lo sintió.
Nora solo sonrió incrédula, su abuela tenía conocimientos antiguos, más no siempre acertaba.
—Amor… Esas personas saben cosas que nosotros no, es un conocimiento que se está perdiendo —añadió él.
—Bueno… Si es varón, estaré encantada, pero si es niña también.
—No sé, presiento que será varón, pero si es niña… Una cosa segura es que no la dejaré participar en la carrera nunca.
—Pero… ¿Y por qué? Mi mamá participó y yo también… Sería bonito verla participar, sería la tercera generación —profirió Nora orgullosa de su historia.
—Porque en esa carrera tu mamá conoció a tu papá y se enamoraron, luego competimos tú y yo y también nos enamoramos. No, mi hija no se va a enamorar de nadie allí.
—Ay, Aaron, por favor… Primero no sabes si se enamorará de alguien en la carrera y si le llegara a gustar alguien que compita allí, entonces será de un vaquero regio como tú y eso me encantaría.
Aaron se quedó pensativo, le había gustado lo que dijo su esposa.
—Pues de lo que dijiste solo me gustó eso de que soy regio —expresó tomando una pose de doble bíceps que exhibía los músculos de sus brazos y su fuerza—. No obstante, lo demás no me gustó… Eso de que el otro tipo será como yo y de que enamorará a nuestra hija. No, no señor.
Y Nora carcajeó ante las ocurrencias de Aaron, impresionada de ver cómo soñaba con la posible vida de su hijo.
—Por cierto, hoy quiero hablar contigo y con tus hermanastras. Ya decidí lo que haré con ellas.
—¿Sí? ¿Y qué harás? —indagó Nora.
—Lo sabrás cuando hables con las tres.
—Aaron… No me dejes con esta incertidumbre. ¿Será muy malo?
—Sí y no, quiero decir… Dependerá de ellas que sea muy malo o muy bueno. Ellas ya tienen que aprender a valerse por sí mismas.
—Bueno… En realidad, eso no suena nada mal —respondió Nora—. Por cierto, amor, olvidé decirte que recibí otro correo de amenaza, ya lo envié a la policía. Me dijeron que mañana pasarán de nuevo a ver si logran descubrir de dónde provino.
—¿Por qué no me dijiste apenas lo recibiste? —preguntó Aaron inquieto.
—Es que estabas tan feliz hablando del bebé, que no quise arruinar el momento.
—Cuando recibiste ese mensaje, se arruinó el momento para ti, ¿cierto?
Ella asintió.
—Pues no quiero que cargues esa preocupación sola de nuevo. Prefiero que se arruine el momento para los dos a que no me digas y lleves esa carga sola. Ahora somos uno, mi amor y la próxima vez, no tardarás en decirme, ¿entendido?