Después del mediodía continuaban las fiestas. Hoy serían las subastas a beneficio del orfanato del pueblo. Se subastaba una cena con los voluntarios, que solían ser los hombres y mujeres más buscados.
Todos estaban ya en el sitio para almorzar. Nora, Crispín y Flor la pasaron muy bien degustando aquella comida estilo vasco común en el norte de Nevada, agregándole limón a todo, aunque aquello fuera un insulto gastronómico para un chef. Ellos se rieron y disfrutaron comiendo aquella suculenta pierna de cordero sazonada con ajo, acompañada con patatas y cebolla.
Mientras almorzaban llegaron los hermanos Balderas, haciéndose notar como siempre, robándose todas las miradas. Nora no pudo evitar, al igual que todas las chicas presentes, mirarlos pasar.
Adelante venía Aaron, imponente, un vaquero azul, una camisa negra, botas, cinturón de cuero y sombrero del mismo color. No se trataba de los colores, era simple lo que traía, todo se resumía a cómo le quedaban, su ancho pecho, espalda y cuello, sus fornidos brazos, y ese rostro diseñado detenidamente, con ese hoyuelo en la barbilla, perfecta nariz y hermosos ojos claros. Detrás venía Diego con tonos azules, pero igual de apuesto.
Ambos hermanos miraron a Nora, quizá ambos la buscaban. Diego fue el primero que la saludó, desde lejos, levantando la mano sonriente. La reacción del más joven hizo voltear al mayor, quien también se encontró con los ojos de Nora y sin importarle los sucesos del día anterior, le entregó un sexi guiño a la chica, quien se mantuvo serena, como solía hacer cuando se topaba con el semental, aunque tuviera hasta los huesos sonrojados después de aquel guiño.
Crispín notó lo que pasaba cuando vio a Nora saludar.
—Niña… Si te vas a fijar en un Balderas ya sabes a quien recomiendo.
—Diego, estoy segura —respondió ella.
—Mmmm… Sí, joven, Aaron es un hombre… atormentado, quizá te traiga mucho dolor y salgas corriendo.
—Entiendo, don Juan… —respondió Nora sonriendo moviendo la comida en su plato con su tenedor—. Aunque usted sabe que yo no soy de las que salen corriendo.
—Sí, lo sé —dijo sonriendo.
—Pero estoy de acuerdo con usted, Diego es un gran chico.
—Tiene sentido que sea así —mencionó el viejo conociendo la historia de los hermanos—, Aaron siempre lo protegió de todo. En fin… si quieres tener una vida apacible y feliz, ve por Diego. Por cierto, hablando de eso… Flor y yo reunimos dinero para la subasta de hoy.
Nora los miró extrañada.
—¿Dinero para la subasta? ¿Para qué? —cuestionó sin entender.
—En caso de que quieras pujar por Diego.
—¿Y si quiero pujar por Aaron? —dijo seria.
Crispín la miró sin pestañear y Nora comenzó a reír sin parar después de ver la cara de susto de don Juan, al no hacer caso a su advertencia.
—Me da vergüenza que gasten su dinero en eso —añadió la joven.
—El dinero es para el orfanato, tú tendrás la cita perfecta y le evitaremos al pobre Diego el mal rato de salir con la hija de Julio que siempre gana la subasta por él —explicó Flor.
—No sé… Y si eso me trae problemas con don Julio y la Julieta esa —razonó Nora.
—¡Bah! Ninguno de ellos importa, niña, vive la vida, ¡disfrútala! Y tranquila que Flor y yo te apoyamos —culminó Crispín mirando a Flor y ambos le sonrieron a Nora quien no podía creer su suerte al conocer personas tan hermosas como ellos.
—Además, en este día don Julio se aburre y ni se acerca. Así que tranquila, niña.
—Entonces… me encantaría ganar esa subasta y salir con él.
Al terminar de comer, Nora se acercó a la mesa de inscripción para la subasta, en donde le entregaron una paleta de pujas con un número y para su sorpresa, mientras la miraba, le hablaron y rápidamente pudo saber de quién se trataba.
—Hola, Nora. Veo que vas a participar en la subasta.
Ella alzó la mirada, impresionada de que al fin Aaron la llamara por su nombre.
—Creo que es la primera vez que me dices Nora —respondió escondiendo sus nervios.
—Eso solo se consigue ganando mi respeto.
—Pues me parece que demasiado hay que hacer para ganar tu respeto. No sé qué te crees —dijo con evidente fastidio.
—¿Ya vas a comenzar a pelear conmigo? —cuestionó sonriendo.
—Ayer te dije que no te me acercaras ni me hablaras. Así que no entiendo qué haces aquí conversando como si nada. Y sí… Ya que quieres saber, voy a pujar por tu hermano. Quiero ganarme esa cita con él.
Aaron asintió torciendo la boca, mirándola.
—¿Cómo estás de… la herida de ayer? —cuestionó acercándose a tocar su rostro, pero ella retrocedió alejándose de su alcance.
—¿La que tengo por tu culpa?... Pues… Mejor, como puedes ver.
—Estás muy bonita hoy —comentó desajustando a Nora.
La joven llevaba un volado vestido negro, similar al del día anterior, pero que con su oscuro cabello realzaba su rostro y sus labios con aquel suave brillo que le había regalado Flor.