Bruto Amor

Capítulo 16

 

 

—Pero mamá… ¿Qué disparates dices? Tengo entendido que ni siquiera la ha reconocido como su hija, ¿cómo crees que la va a dejar de heredera? —razonó Aaron a la afirmación de su madre sobre que Nora sería la heredera de don Julio.

—Él no sabía que Nora existía… La madre de la niña se lo ocultó, y ya me imagino por qué lo hizo, seguro intentó esconderla de ese demonio.

—Pues igual la descubrió —comentó Diego.

—Sí… —continuó explicando Adela— Me dijo que la ha observado y que tiene madera para encargarse del rancho. A ese viejo zorro no se le escapa nada. Es… despreciable, una desgracia con patas.

—Mamá… ¿Tú estás así solo porque ese tipo te dejó o hay algo más? —cuestionó Aaron.

—Hay… hay algo que nunca les dije. Yo… realmente me enamoré de Julio, me prometió tantas cosas y le creí, creí que nos daría una mejor vida a ustedes y a mí. Fue por eso que incité a tu padre para que fuera su socio, así que, nuestra pérdida es… mi culpa, porque tu padre no quería.

Aaron y Diego la escuchaban en silencio, pues aquella historia parecía empeorar cada vez que hablaba.

—El desgraciado de Julio me usó para llegar a tu padre y quitarnos todo, eso me dejó devastada, la responsabilidad, verlos a ustedes partiéndose el lomo por mi culpa, me ha carcomido los huesos. Pero lo peor no fue eso, después de hacerme creer que me amaba, conoció a la madre de la muchacha esa de la que tanto hablan. Ella compitió contra él en la carrera, hace veinte años atrás, y desde ese día algo pasó en Julio, se obsesionó con ella y me dejó por su culpa. Así que cuando esa mujer lo abandonó, al saber que era un mentiroso, se volvió como loco. Esa noche me buscó y… Yo pensé que regresaba a mí pero… Él… —Comenzó a tartamudear con los ojos aguados.

—¿Qué mamá? —cuestionó Diego impaciente.

—Me parece que siempre fui la más débil de sus amantes, porque esa noche me citó y… me violó… Al final yo pagué los platos rotos de todos, los de Norma, los de Julio, mis errores, hundí el rancho en la perdición —dijo ya con el rostro bañado en lágrimas, sollozando.

Aaron comenzó a llenarse de ira.

—Cada día desprecio más a ese viejo —profirió el bruto apretando los puños—. Si lo viera ahora lo mataría a golpes.

—¿Para qué, hijo? Para arruinar tu vida por esa piltrafa. No vale la pena. Hay que ser más inteligentes, la peor manera de hacerlo sufrir es con sus hijitas, que es lo que más cuida y quitándole su dinero, propiedades y su poder. Quiero arruinarlo, quiero que muera viendo su imperio caer, quiero que sufra.

—Mamá… Nora no tiene culpa de nada eso —mencionó Diego—. No tienes por qué meterla en esto.

—Es a través de ella que lo lograremos, solo a través de ella.

—Entonces yo me casaré con ella. No quiero que le hagan daño. —Se apuró en sugerir Diego.

—No, lo haré yo —dijo Aaron.

—Ella te detesta, hermano. No creo que puedas lograr algo allí.

—Cualquier mujer es conquistable, solo hay que saber cómo conseguirlo y ser insistente.

En el fondo Aaron se ofreció porque estaba enamorado de Nora, pero prefirió guardarse ese secreto, pues tal vez podría matar dos pájaros de un solo tiro, estar con la mujer que amaba y a la vez vengarse de su peor enemigo, don Julio. El hermano mayor, en ese momento, tenía un coctel de sentimientos mezclados, amor, rabia, indignación, ilusión y no podía distinguir bien uno del otro.

—Pues insisto en que sea yo el que conquiste a Nora —expresó Diego—. Ella me gusta y esto no tiene por qué ser una venganza.

—¡Que dije que lo haré yo! —ordenó Aaron.

—Tú le harás daño, te conozco y Nora no se merece nada de eso. Además, ¿con qué derecho vamos a aceptar que seas tú? —indagó Diego comenzando a molestarse—.

—¡Pues porque yo lo digo y ya! —respondió Aaron tajante.

—Ya, Diego, tu hermano se encargará —dijo Adela, conociendo las habilidades de su hijo mayor con el sexo opuesto y alzando la mano dio por culminada la discusión, por lo que Diego salió molesto de la habitación mientras Aaron miraba a su madre.

Aaron también se retiró sin decir nada, pero cuando se dirigía a su habitación, Diego le detuvo el paso.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó el menor.

—¿A qué te refieres? ¿A Nora?

—Por supuesto, no te hagas el tonto. Aaron… Tú vas a lastimar a esa chica, como lo has hecho con cada mujer que se ha atravesado en tu camino. Ella no te ha hecho nada, no se lo merece —argumentó Diego.

—Yo… ya tengo un camino andado con Nora, solo que… tú no lo sabes.

—¿A qué te refieres?

—Ayer la besé.

—¿En mi cita? ¿Besaste a la chica que salió conmigo? ¿Te gusta Nora? Yo pensé que te parecía fea y demás. Eres un traicionero, hermano, siempre pensé que podías ser muchas cosas, pero no un traicionero.

—Tú no puedes con una mujer así —dijo Aaron mirándolo a los ojos.

Diego le propinó un puñetazo en la cara, molesto por su traición y por lo que acababa de afirmar, pero el mayor se repuso con rapidez conteniendo las ganas de devolver el golpe.




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