—¿De qué hablas, hijo? —cuestionó Adela—. ¿Cómo se te ocurre que van a ser hijos de Julio?
—Pienso que mi pregunta tiene todo el sentido del mundo, mamá, y más cuando esperas que enamoremos a alguna de sus hijas.
—Yo jamás los mandaría a enamorar a sus medias hermanas. Claro que no son hijos de él.
—¿Y cómo puedes estar tan segura? —preguntó Aaron insistente.
—Tú ya habías nacido antes de que yo tuviera algo con ese viejo.
—¿Y Diego?
—Concebí a Diego cuando ya me había dejado de ver con él.
—¿Cuánto tiempo después? —indagó Aaron sin creer nada, pues su madre parecía no recordar bien.
—No sé, hijo, un par de meses, creo. Eso pasó hace mucho tiempo, pero estoy segura de que no es hijo de Julio.
—Mmm… No sé mamá… No veo cómo puedes asegurarlo.
—Porque soy su madre, sé que ya no veía a Julio cuando quedé en estado de Diego, lo sé… Ese muchacho no tiene ni una gota de la sangre del viejo diabólico. Tú conoces a tu hermano y sabes que es así.
Aaron asintió dándole razón en eso, Diego estaba lejos de parecerse a don Julio, pero aún así quedó inquieto con el asunto y decidió que llegaría al fondo de todo.
Ya de noche, en el rancho Salvador. Mientras Flor recogía y lavaba los trastes, miraba a Nora moviendo su comida en el plato con el tenedor como solía hacer cuando pensaba mucho al comer.
—Niña… ¿Qué te pasa? Estás absorta en pensamientos.
—Sí, Flor… Es que tengo preguntas, dudas… cosas de mujeres, pero no tengo a quien hacérselas.
—¿Cómo que no tienes a quien preguntar? Aquí estoy yo para escucharte y ayudarte, siempre mi Nora —dijo acariciando su mejilla y en un segundo, luego de aquel tacto y de escuchar “mi Nora”, vino a su mente el rostro sonriente de su madre, por lo que de pronto sus ojos se pusieron aguados—. ¿Qué te pasa, Niña? —cuestionó Flor sentándose junto a ella en la mesa de la cocina.
—Bueno… Creo que me gusta mucho alguien, pero me da miedo estar enamorada de él, que no sea lo que espero, me da miedo salir herida de todo eso.
—Mmm… Ya me imagino… del joven Balderas, ¿cierto? ¿Aaron?
—Sí…
—Ay mi niña, si te advertimos… ¿Y qué pasó con Diego? Es buen muchacho y me parece que le gustas.
—Qué mas quisiera yo que me gustara Diego, pero pareciera que mi corazón tiene vida propia y además es terco y ni caso me hace.
—Bueno… se parece a su dueña —dijo Flor sonriendo.
—Quisiera que me dejara tranquila. Ahora anda que quiere hablar, diciendo que está enamorado y demás.
—¿Te dijo eso? ¿Así de claro?
Nora solo asintió.
—Esos vaqueros como Aaron, no suelen mostrar esos sentimientos profundos así tan rápido. Así que… está muy enamorado de ti o… Se trae algo entre manos.
—¿Cómo que algo entre manos? ¿Tú crees que él sería capaz de algo así? Es claro que es un pesado, pero no lo imagino así de calculador.
—Lo importante es que tengas claro qué esperarte, para que luego no salgas tan herida, que te anticipes.
—¿Cómo así? ¿Anticipar qué?
—Nora… Aaron es un pica flor, todas las chicas del pueblo lo aman y él las ha amado también, o al menos eso se dice. Sabe enamorar a una mujer y sabe dejarla también. Así que… Si estarás con él, tienes que hacerlo entendiendo que quizá te abandonará cuando consiga a otra que le guste más. Pero… Al menos puedes disfrutar el momento, que es lo que me parece hacen las chicas, pues ya saben cómo es él, pero disfrútalo con sinceridad, no para aprovecharte, no le hagas lo mismo, da un amor honesto.
—Entonces… ¿Me dices que salga y disfrute con la certeza de que me dejará? Para eso prefiero quedarme sola. Estar con Aaron solo me traerá problemas, lo presiento.
—Eso puedes decirlo, pero te vas a volver loca extrañándolo y pensando en él. De hecho, creo que eso ya te pasa.
—Sí, estoy convencida de que es mejor alejarme y aún así, no dejo de pensar en él, ni de preguntarme si lo veré o qué estará haciendo. Por eso te digo, mi mente camina para un lado y mi corazón para el otro, van en vías opuestas. Me fastidia eso.
—Es difícil y más si te anda buscando. Es que ese muchacho es muy apuesto y además esa actitud de macho dominante que tiene lo hace irresistible para las mujeres.
Nora asintió desanimada.
—Crispín me contó que vino hoy —continuó Flor—. No le reclames al viejo, él solo se preocupa por ti.
—Yo sé… Nunca le reclamaría nada. Él ha sido lo más cercano que tengo a un papá —dijo Nora bajando la mirada con sus ojos conteniendo el llanto—. Supongo que así se comportan los padres, ¿no?
—Sí, creo que te cuida como un padre. En fin… Nora… Ese problema que tienes solo se resuelve de una manera. Demostrándole a tu mente que va a funcionar, o convenciendo a tu corazón de que no es bueno amarlo.
—¿Y cómo hago eso?