Bruto Amor

Capítulo 18

 

 

A la noche siguiente Nora estaba llena de ilusiones como para llenar una maleta y partir, y de repente comenzaba a sentirse acompañada. Su vida cambiaba como una niña inquieta y a la joven no le daba tiempo de asimilarlo.

No pudo evitar pensar en el poco tiempo que llevaba conociendo a Aaron y la creciente intensidad de las cosas que sentía. Para ella era un misterio toda esta novedosa experiencia que vivía.

Esa noche, Nora uso un corto vestido suelto de color blanco por encima de la rodilla, una chaqueta de mezclilla y sus botas marrones, sin dejar de usar su sombrero del mismo color. Un poco de brillo labial, mostrando así una tierna belleza llena de sencillez. Ella era muy delgada pero aún así contaba con dos buenos pechos, heredados de su madre que la hacían lucir muy femenina.

Se miró ante el espejo del baño y le pareció extraño verse de esa manera, y se rio de sí misma cubriendo su sonrisa con una mano. No quería informar ni a Crispín ni a nadie, por lo que partió en Pinto con su vestido al viento, como la primera vez en que vio a Aaron.

Llegó hasta allá para encontrarlo sentado en la entrada de su casa esperándola, con una camisa negra que resaltaba sus ojos claros, de mangas remangadas hasta el codo, igual que la primera vez que lo vio de cerca en las caballerizas. Además, esos tres botones sueltos hasta sus marcados pectorales y Nora no pudo evitar sonreírle extasiada, sintiéndose como una tonta.

Él se acercó para abrazarla, alzándola al tomarla por la cintura para dejar un tierno beso en sus labios al poner sus pies sobre el suelo. Ambos se sonrieron mirándose muy de cerca, no dijeron mucho porque no era necesario, pues ya sus ojos y acciones decían suficiente. Aaron no hablaba de más y Nora era callada.

La tomó de la mano y ella volteó a mirar la casa sintiéndose observada para encontrarse con los ojos de Diego, quien alzando la mano la saludó desde una ventana, a lo que la joven contestó asintiendo y sin más, partieron en la camioneta de Aaron al pueblo vecino.

—¿Y a dónde vamos? —cuestionó Nora.

—A Spring Creek, es cerca y para nada concurrido.

—Me parece una buena opción —respondió la joven mirando por la ventana.

—Siéntate aquí junto a mí —Ordenó Aaron rodeando a Nora con su brazo para acercarla a él, pues su camioneta era antigua y contaba con un asiento delantero sin separaciones.

—Eh… Bien… Si es así —dijo accediendo.

—¿Así?

—¡Siéntate aquí! —dijo ella imitando su voz.

Aaron sonrió y tomándola por la cadera la acercó aún más a él diciéndole:

—Ahora me vas a venir con que no te gusta.

—Mmm… Quizá termine domándote yo a ti y ni cuenta te des —respondió riendo.

—Lo dudo… —expresó, orillando la camioneta en la carretera para tomar el rostro de Nora con las dos manos y darle un apasionado beso—. Ya veremos quien doma a quien.

Nora se quedó callada y excitada en un abrir y cerrar de ojos, por lo que prefirió no retarlo más, al menos por un rato.

 

Mientras tanto, en el rancho Salvador, el par de hermanas, a quienes nada parecía escapárseles, miraron escondidas cómo Nora partía en su caballo.

—¿A dónde irá la brincona esa? —cuestionó Julia mirándola alejarse.

—¿A dónde crees? Eres lenta, Julia. Va a verse con Aaron, ¿no la viste? Como se le ocurre salir con ese papacito usando ese simple vestido, la pobre da lástima, no se sabe arreglar. Bueno… tampoco cuenta con mucho.

—Conociendo Aaron quien sabe qué cosas ya habrán hecho. ¡La odio! ¡Que rabia!

—Así es, ese Aaron no pierde una oportunidad. Ojalá a mí me hubiese dado como piñata en cumpleaños —profirió Julieta sin pensar.

—¿Qué? —cuestionó Julia indignada—. ¿Tú también te metiste con Aaron?

—¿Yo? ¡No!, dije que ojalá me hubiese dado piñata. Créeme que me le insinué más de una vez muy dispuesta, pero ni le importó, no me hizo caso.

Julia la tomó por los cabellos y le dijo:

—¿Eres una rastrera, hermana? Tú sabías que siempre me ha gustado y no tuviste ningún reparo en insinuártele, ¡Julieta! —gritó sacudiéndole la cabeza.

—¡Ay! ¡Me lastimas! ¡Suéltame! —demandó la menor quitándose a la hermana de encima—. ¿Y qué creías? Puede ser que a mí no me haya hecho caso, pero otra se conseguiría con facilidad. ¿Qué creías? ¿Qué Aaron siempre está esperando por ti? ¡Ja! —Terminó riendo—. No seas tonta Julia. Mira, si vamos tras Nora será para fastidiarla nada más. Yo supuse que ya tenías claro que al Balderas no le importas ni un poco.

—Y con distracciones como nuestra hermanita… menos —profirió Julia, de brazos cruzados, mirando hacia donde Nora había partido.

—Claro que le vamos a arruinar la salida al bruto de Aaron y a la mosca muerta esa. No saben el avispero que acaban de alborotar —culminó diciendo Julieta, quien entró a la casa dando un taconazo con su bota en la madera del suelo.

Así partieron en uno de los autos del padre, en el cual, algo alejadas de la salida del rancho Balderas esperaron en la oscuridad hasta que los vieron partir y los siguieron.




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