Bruto Amor

Capítulo 21

 

Por la noche, Nora regresó a su casa con un aluvión de emociones encima, pues no paraba de pensar en lo que acababa de sentir con Aaron. Se decía así misma que había sido una tonta, una débil casi sucumbiendo ante aquel semental. Luego sentía temor, pensaba en don Julio, sus amenazas y advertencias. Después, sin aviso y con un sencillo roce de su mano, aparecían recuerdos que caían como un chaparrón en su mente, porque cuando uno empezaba, venía otro y otro sin parar, un beso, una caricia, el rostro de Aaron y ya no podía dejar de rememorar aquella tarde, repitiéndola una y otra vez.

 

Al día siguiente, después de que Nora culminó sus labores y mientras terminaba de desechar cosas con Crispín, a las caballerizas llegó Aaron sobre Bala. Don Juan le dio una mirada carente de felicidad, pues ya sabía a qué venía y deseaba proteger a Nora de lo que, por experiencia de años, ya advertía venir.

—Hola, joven Aaron —dijo Crispín.

—¿Cómo está, don Juan? —respondió.

Luego el Balderas tocó su sombrero en señal de saludo mirando a una avergonzada Nora, quien no hallaba dónde esconderse y que respondió con un despreocupado movimiento de la mano, simulando. Él bajó de su potra y se acercó a la chica diciendo:

—Estaba pensando que podríamos a cabalgar un rato, si te parece.

Nora lo miró por un momento, una parte de ella quería salir corriendo y la otra abrazar su amplio pecho. Él se acercó y pasó de nuevo su pulgar sobre el fruncido ceño de la joven.

—¿Cuándo dejarás de mirarme así? —cuestionó sonriente Aaron, sabiendo que la expresión de Nora traía consigo preocupación.

—Acabo de terminar, buscaré a Pinto y podemos salir —respondió Nora acercándose a Bala para respirar profundo y a ritmo con ella, uniendo su frente con la del animal.

—¿Por qué siempre haces eso con Bala? —indagó Aaron, curioso.

—Así se saludan entre ellos. ¿No lo has notado? —respondió Nora.

Él solo negó con la cabeza, pensando que cada día aprendía algo nuevo con Nora.

Ella se acercó con Pinto y subió como solía, sin usar el estribo y de un solo envión para partir despidiéndose de Crispín, quien la miró alejarse con cierta angustia en el pecho. Para la sorpresa del viejo alguien lo saludó colocando la mano sobre su hombro, sorprendiéndolo. Al voltear, se encontró con el rostro de don Julio, quien rara vez se acercaba por allí, más esa vez y por mala suerte, también observó en silencio como se alejaba Nora junto a Aaron, lo cual no fue, para nada, una buena señal.

La pareja llegó al mismo risco que solía visitar el padre de Aaron cuando vivía. Ese lugar le encantaba a Nora, lo asociaba con la paz que una vez sintió con Diego, con olvidar tanto pesar entregándolo al viento, tantos pensamientos que parecía llevarse lejos abandonándolos en algún lugar de aquella basta llanura.

El Balderas extendió sobre el suelo aquella manta que Nora jamás olvidaría, se sentaron uno junto al otro mirando la vista. Aaron apoyó su mano en el suelo detrás de ella, manteniéndose muy cerca y besó su hombro, sacándola de sus divagaciones haciéndola voltear a mirar para encontrarse con sus ojos claros llenos de ensueño.

Él miró sus labios y regresó a sus ojos. Nora humedeció sus labios sabiendo lo que venía cuando Aaron comenzó a acercarse hasta que entregó aquel esperado beso por ambos cerrando sus ojos. Comenzó siendo sencillo, pero con rapidez se fue intensificando. Aaron tomó la nuca de Nora para inclinar su cabeza a hacia arriba, haciéndola acoplarse a la altura de él y luego ladeó el rostro de la chica para instalarse allí, entregando un gemido. Mordió levemente el labio superior de Nora y ella succionó el inferior de Aaron para culminar rozando sus lenguas hasta que Nora culminó el beso separándose para inhalar profundamente y sonreír con timidez.

Aaron la rodeo con su brazo y se recostó sobre la manta, apoyando el rostro de Nora en su pecho.

—¿Por qué te gustan tanto los caballos? —cuestionó Aarón acariciando su mano.

—No sé si los sentimientos se llevan en la sangre, no creo, pero desde que tengo conciencia me encantan. Son animales maravillosos, poderosos, pero a la vez nobles, sumisos, deberían tener alas y poder volar —dijo mirando el cielo—. Podría volar con Pinto e irme de aquí —culminó apretando los ojos con algo de dolor.

—Tendrías que llevarme contigo —respondió Aaron para encontrarse con los siempre llorosos ojos de Nora y de nuevo pasó su pulgar sobre el ceño fruncido de la joven, sonriendo.

Ella solo asintió sin decir nada.

—¿A cuántas mujeres les has dicho que las amas? —cuestionó Nora.

Él pensó un momento y respondió.

—Solo a dos. A ti y a mi primera novia, se llama Lily de Lilian.

—¿Y qué pasó con ella?

—No terminó bien —respondió él mirando el cielo.

—¿Por? 0… No quieres hablar de eso.

—No me importa, es parte de un pasado bastante lejano —contestó sereno—. Fue mi primera novia y yo fui su primer novio, descubrimos todo juntos, luego… Un día estaba rara, distante, más no me explicaba qué le pasaba. Insistí y me confesó que se mudaría lejos, pero me pareció que no me quería decir, despedirse, nada, que no le importaba.




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