Bruto Jefe

Capítulo 5

Vera pensó por un momento qué contestaría. ¿Le provocaba salir con el vikingo? ¿Por qué no? Era guapo, dueño de una productora, rico, con un torso de ensueño, pero… Era su jefe, no podía olvidar a Natasha metida en su oficina, tenía un hijo con su nueva "amiga", Megan y, por último, aunque no menos importante, arruinó su salida con Leto, de este último pensamiento sacó toda la indignación que necesitó para contestar.

—¿Cómo cree, señor Román, que voy a salir a comer con usted con tanto trabajo que hacer? —respondió con sarcasmo—. Ya me había prefijado leer esto tomando una copa de vino mientras como quesos y aceitunas.

—Mmm… Entonces no puedes cenar conmigo por el guion —dijo Román sonriendo.

—Claro… Tengo mucho que hacer, usted mismo lo dijo. Le seré honesta, si tuviera la noche libre, estaría cenando ahora mismo con Leto, sin embargo, como perdí tan grandiosa oportunidad gracias a… a… este guion, pues… Ni quiero pensar en eso.

—Ya veo… —respondió mirando el pavimento mientras andaban. Sabiendo que todo se reducía a que él había impedido la salida con el actor—. Bueno… Tú te lo pierdes.

A Vera le provocaba decirle que tenía muchas chicas a las cuales invitar en vez de ella, que le preguntara a Natasha o a Megan, pues no era ninguna tonta y conocía el tipo de hombre que él era, pero sería muy impertinente de su parte y aun no conseguía ese otro trabajo que necesitaba.

 

Después de un rato llegaron a la universidad. El jefe estacionó el auto y se dirigieron a la oficina del profesor Harry Callum. Para la sorpresa de Román era un tipo joven y bien parecido, quien saludó a Vera cariñosamente, abrazándola con beso en la mejilla y demás, más ella se mostraba libre, recibía y expresaba aprecio también.

Ella presentó a Román, saludó, más prefirió alejarse un poco para dejarlos hablar. Por el lenguaje corporal el profesor, dedujo que se mostraba alegre y entusiasmado con la idea. Recibió el guion rodeándolo con sus brazos y conversó un rato con la chica, haciéndola reír a carcajadas en varias oportunidades, entretanto, el jefe se preguntaba de qué hablaban, de qué se reían, quizá de él, pensó.

Román creció bajo el ojo crítico de su padre y sus hermanos mayores, así que detrás de sus firmes y seguras posturas, su mirada penetrante y mandona actitud, no había más que un tipo inseguro de sí mismo, un incapaz, un inútil, como muchas veces le dijo el padre. En cambio, Vera, era opuesta a él y a pesar de su juventud siempre mostraba ese brillo de seguridad, que Román envidiaba.

Podría parecer inmaduro más, así como Román daba golpes certeros en el mármol al esculpir, su padre le había dado con el cincel en el alma, año tras año, desde niño, esculpiendo también en él un hombre que crecía con carencias y ausencias que no había sabido manejar bien en su soledad.

Román notó que se despedían, por lo que Vera se acercó a su jefe sonriendo satisfecha, era otro triunfo para ella y la productora.

—Mañana pasará al estudio por la tarde, después de sus clases y nos mostrará los cambios sugeridos en las primeras veinte páginas para que le demos nuestra opinión. ¿Le parece bien? —preguntó Vera al jefe.

Él solo asintió y dijo:

—Bien… Entonces hasta mañana. —Se acercó al profesor y culminaron estrechando manos.

Mientras caminaban hacia el auto en un gran estacionamiento, se escuchó que llamaban a Vera con fuerza. Voltearon a mirar y era Harry, quien la apartó un poco para hablar. Román observó que el profesor tocó uno de sus rizos entre los dedos y luego tomándola por la cintura, la acercó a él seductoramente, pero Vera de un buen empujón se lo quitó de encima y mientras se alejaba le dijo:

—No confunda las cosas profesor o perderá su gran oportunidad.

El carro estaba abierto, así que Vera entró y se sentó sin decir nada más, de brazos cruzados, incómoda, en silencio. Román se sentó frente al volante extrañado, pues la actitud de la chica cambió de forma brusca.

—¿Estás bien? —indagó él.

—Sí… No se preocupe —respondió sin mirarlo.

Empezaron a andar en el auto de regreso al estudio. Román no hallaba cómo iniciar el tema, necesitaba preguntar qué había pasado allá atrás, hasta que lo hizo:

—¿Será un problema el asunto con este profesor?

—No, señor, claro que no. Es una larga historia, quizá algún día se la cuente —respondió de la misma forma en que él le contestó antes.

—¿Por qué ese profesor se toma el atrevimiento de tomarte así?

—No volverá a pasar, señor. Se lo aseguro —respondió nerviosa de que todo se arruinara por ese momento.

—No lo pregunto por mí, Vera. Solo quiero saber si estás bien, ¿qué te pasó?

—Nada, señor… Nada.

—Dime… Porque si no, me obligarás a cancelar esto.

—No, no lo haga, por favor. —Luego Vera cerró sus ojos pues no quería hablar al respecto, pero era evidente que Román solía conseguir lo que quería. Así que continuó—: Yo… Yo… Cuando estudié tuve algo con ese profesor, pero eso ya está superado.




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