Aquella mañana Román llamó a sus secretarias para entregarles responsabilidades respecto a la fiesta.
—Señor Román —dijo Vera—, estaba pensando en entregar una invitación ambientada en lo que hacemos. ¿Qué le parece si la invitación es un rollo de película de celuloide y el sobre será como esas cajas metálicas y redondas donde se guardaban las películas reales?
—Me gusta la idea —respondió el jefe.
—Ya averigüé y hay un lugar que puede hacer algo muy elegante. Imprimen la invitación en una lámina de plata satinada sobre papel negro, tiene mucha presencia. Además, lo sellan con un punto de cera donde queda grabado el logo de su estudio. Sé que los impresionará.
—Muy bien, así lo haremos. ¿Qué haría sin ti, Vera? —cuestionó Román sin mirarla.
Vera sonrió satisfecha para luego encontrarse con los ojos rabiosos de Natasha.
—Vera, llama indicando exactamente lo que quieres a la empresa que hace esas invitaciones, entrega a Natasha la lista de invitados, y que ella misma se encargue de llevar y retirar todo eso cuanto antes. Esta ha sido una fiesta sin mucho aviso, lo cual no se estila en este medio y eso no es bueno para nosotros, tenemos el tiempo en contra, pero si los convencemos con los detalles de qué vale la pena, será un gran evento.
Las chicas asintieron y salieron a cumplir sus responsabilidades. Natasha no perdió la oportunidad de incluirse en la lista de invitados sin que nadie lo supiera. Ella recibiría su invitación e iría a la fiesta. Nadie se lo iba a impedir.
A la hora del mediodía Megan apareció en la oficina, buscando a Vera con Logan en brazos.
—Hola, amiguita, vine a buscarte para ir a almorzar, como te dije ayer —saludó entrando como si fuera su casa ignorando a Natasha.
—Hola, Megan —respondió Vera confundida—. Pensé que me llamarías para ver si te podía atender.
—Ah, se me olvidó, Verita, pero igual tienes que comer, ¿no? Vamos, conversamos y almuerzas. Por donde lo veas, te beneficia.
Vera no estaba muy segura de que la beneficiara el asunto, pero en realidad tenía hambre, estaba agotada de tantos nombres, direcciones y números telefónicos, así que, terminó aceptando para cambiar un poco de ambiente.
Logan reconoció a Vera apenas la vio y le lanzó los brazos para que lo sostuviera. Ella lo hizo y lo abrazó cariñosamente apretándolo contra ella.
—Hola, Logan —dijo besando su cabecita— ¿Cuántos dientes tienes ya? Los mismos de siempre —Sonrió pasando su dedo por su mejilla—. ¿Vas a dejar que Román vea al niño? Quizá mientras almorzamos él pueda verlo —indagó intentando lograr que él pudiera ver a su hijo.
—No —respondió la madre secamente—. Él sabe lo que tiene que hacer si lo quiere ver.
La asistente no insistió más, pues Megan parecía no querer dar su brazo a torcer. Después informó que iba a almorzar y partieron. Megan condujo hasta un fino restaurante donde ordenaron y mientras comían comenzaron a conversar.
—Román… Él es un irresponsable. Me abandonó cuando estaba embarazada.
—Megan… No quiero que hables esas cosas personales conmigo.
—Pero… ¿Cómo seremos amigas si no hablamos de lo importante de nuestras vidas?
—En ese caso… ¿Puedo contarte algo sobre mí? ¿No te vas a molestar por lo que diré?
—¡Claro que no! Cuéntame —respondió Megan.
—Bueno… Yo sé lo que está pasando Logan, tu hijo. Yo lo viví.
—¿Cómo lo viviste?
—Yo no conocí a mi papá hasta que tuve catorce años.
—¿En serio?
—Sí… Hace unos años no habría podido hablar de esto, pero ahora sí. Mi mamá… Ella odiaba a mi padre. Él es un hombre tranquilo, cariñoso y poco dominante. Eso fastidió a mi madre con el pasar del tiempo. Para ser honesta, no sé muy bien qué era lo que ella quería en un hombre y me parece que lo que amó de él, su nobleza, romanticismo, fue lo que terminó odiando.
—Pues no entiendo… Todas queremos un hombre así.
—No sé… Me parece que las relaciones de pareja son más complejas, Megan.
—Sin duda lo son… mírame a mí con Román, parecemos agua y aceite, echamos chispas nada más de vernos.
—Mamá siempre se refirió a él como alguien débil, y así lo dejó para irse con un tipo muy atractivo, pero que al poco tiempo le fue infiel y aquello se tornó en un ciclo repetitivo de nunca acabar. Después intentó regresar con mi padre, pero él no quiso.
—Claro, un infiel no merece perdón.
—Mi papá no lo ve así, ¿sabes?... Él me dice que la habría perdonado de haber visto arrepentimiento, pero sabía que mi mamá era la misma de siempre, que no había aprendido nada.
—¿Y tú dónde estabas en todo esto?
—Yo era pequeña. Mi padre no ha tenido suerte en el amor y me parece que ya se rindió. Él quedó viudo con un hijo, mi hermano Vito. Después se casó con mi mamá y le hizo eso. En el divorcio la ley la ampara a ella, quien además tiene una tía jueza en el juzgado de familia y así terminaron dejándome bajo su custodia. Mamá siempre me habló mal de mi padre, decía que no me quería, que no le importaba y yo crecí con esta ausencia, esta sensación de abandono, creyendo que él era malo —En ese instante se le quebró la voz a Vera y se hicieron presentes un par de lágrimas que confirmaban veracidad de aquella sufrida historia—. A veces, papá iba a la escuela a verme, pero como mi mamá me había enseñado que era malo pues… Lo rechacé una y otra vez, no obstante, él jamás me habló mal de ella e insistió en verme a pesar de mi comportamiento, diciendo que me amaba y cosas así que para mí no eran verdad.
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Editado: 20.07.2022