Bruto Jefe

Capítulo 10

Al día siguiente, a eso del mediodía, tocaron la puerta en casa de Vera. La chica se preparaba pues ya sabía que Tara, la hermana de Román, la pasaría buscando para arreglarse. Vito abrió la puerta para encontrarse con una chica rubia de cálida sonrisa que lo dejó sin habla por un momento.

—Hola —saludó Tara con amabilidad—, estoy buscando a Vera, soy… una amiga.

Vito no fue rápido en responder algo embelesado, hasta que consiguió contestar:

—Hola… Sí, claro… Pasa. Soy Vito, hermano de Vera. —Se presentó extendiendo la mano hacia ella.

Estrecharon manos e invitó a Tara a pasar y sentarse en su modesta casa sin tener idea de que era la hermana del jefe de Vera y la única hija de una de las familias más poderosas de Los Ángeles.

Vito era un tipo muy parecido a su padre, sencillo, alegre, amable y de tierna mirada.

—Acabo de preparar café, ¿quieres una taza? —preguntó él sonriendo.

—Sí, me encantaría —respondió Tara algo intrigada con aquel tipo de ascendencia italiana que le pareció muy genuino.

Ella no solía conocer tipos así en su medio, la mayoría iba tras algo, su herencia familiar. Vito le entregó una humeante taza de café y se disculpó, retirándose, para buscar a Vera.

Unos minutos después, Vera apareció en la sala acelerada como si acabara de terminar muchas cosas.

—Hola… Discúlpame por tardar un poco. Hoy es un día en el que quisiera tener a los ratones de cenicienta para que me ayudaran —dijo sonriendo.

—¡Hola, Vera! —contestó Tara saludándola con emoción, entregándole un caluroso abrazo que la dejó extrañada—. Esta noche habrá algo de frío así que te traje un abrigo que combina muy bien con tu vestido.

Así sacó de una bella caja un abrigo tipo boho del mismo color del vestido.

—No era necesario, señorita —respondió Vera avergonzada.

—Vera…. No me digas así, llámame Tara, por favor —respondió simulando indignación y tratando de calmarla agregó—: Lo necesitarás, no te preocupes.

Tomó la mano de Vera y salió arrastrándola con velocidad diciendo:

—Me encantó conocerte, Vito. Espero volver a verte pronto. —Se despidió con un movimiento de su mano mientras se alejaba, entregándole un guiño al chico, que solo sonrió dando un sorbo a su taza de café.

Así partieron las chicas en el convertible de Tara. Era un fresco día de otoño, soleado y agradable a la sombra. Vera cerró los ojos sintiendo la brisa en su rostro que agitaba sus rizos alocados y alzó los brazos sintiéndose libre, como si pudiera volar y Tara la miró sonriendo.

Vera miraba la belleza de Beverly Hills al pasar, impresionada, los espléndidos establecimientos, las tiendas de diseñadores y aquel estilo único de los lugares frecuentados por la élite de Los Ángeles. Así, llegaron a una de los mejores salones de belleza de la zona donde Tara tenía atención inmediata. Las peinaron y maquillaron en medio de risas y conversaciones sobre exnovios y demás anécdotas que transcurrieron entre la manicura y pedicura de los colores adecuados y los accesorios necesarios. Vera era reservada y se reía de las ocurrencias de Tara quien era simpática y vivaz.

La hermana de Román dejó a la asistente en su casa sin olvidar preguntarle cómo llegaría a la fiesta, cosa que había enviado Román a preguntar con claridad.

—Con mi hermano, Vito, ya lo conociste —indicó Vera señalando hacia su casa.

—Ah… Irás con tu hermano —respondió Tara con picardía—. Me parece maravilloso. —Y sonrió ampliamente.

Vera la miró y pensó en su hermano de buen corazón. Ella no lo podía evitar, le temía a las mujeres como su madre, al amor y el sufrimiento que era capaz de causar, dejando un punzante dolor clavado en el corazón y los pensamientos cuando todo salía mal.

 

 

Llegada la hora Vera salió de su habitación exhibiendo un delicado maquillaje de labios color violeta resaltante. El largo vestido ajustado en el torso mostraba su estilizada figura, llevaba los rizos recogidos arriba en un relajado moño decorado con piedritas brillantes del mismo color de su traje. Llevó el abrigo en la mano para encontrarse con su hermano Vito, quien la dejó impresionada.

—¡Qué bien te ves, hermano! Me gusta mucho.

—Gracias —respondió él acomodando su chaqueta con actitud prepotente en tono de broma—. Aunque, con tu belleza, hermanita, ni me notarán. En serio, te ves hermosa.

—Sí, me gusta cómo me veo. Jamás había lucido así en mi vida, sin embargo, siento como que soy otra persona, que no soy yo.

—Pues… Disfrútalo por hoy, tan solo… Disfrútalo —respondió Vito sonriendo, a lo que ella asintió riendo también.

Se subieron al carro de Vito y partieron.

—Tu jefe hasta mandó un traje para mí y ¿no te manda a buscar en un auto de esos lujosos que debe tener? No entiendo. Vamos a llegar a esa fiesta de ricos en esta carcacha.

—Tara ofreció enviar a alguien, pero… No quiero depender de ellos, prefiero que si nos queremos ir temprano podamos hacerlo sin estar pidiéndoles nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.