Bruto Jefe

Capítulo 12

 

El lunes por la mañana, en el desayuno, se sentó a la mesa la familia Salvador, no solían hacerlo, pero ese día lo consiguieron. Conversaban indistintamente hasta que salió el tema de la fiesta, los hermanos mayores felicitaron a Román por el éxito obtenido. En todas partes se hablaba sobre aquella celebración, los medios de comunicación vaticinaban fama y triunfos para el estudio muy bien liderado por “Román Salvador”. En realidad, nadie esperó aquello, así que los tomó por sorpresa aquel reconocimiento y estaban orgullosos de él.

—Debo admitir, hermano, que no te tenía mucha fe, pero has resultado ser una sorpresa —comentó Tomás.

—Sin duda, hermano, te felicito. Aunque aquí hay algo o alguien que ha influido en tu éxito, que te ha complementado perfectamente —dijo Tara haciendo una clara referencia a Vera.

—Claro, no lo he hecho solo —respondió Román sin alzar la mirada, sabiendo a qué se refería su hermana, sin duda Vera había sido un milagro que el universo le había mandado.

—Sí, hijo, estoy muy contento de lo que se está gestando para tu estudio, solo quiero que no lo arruines —profirió el padre, Justo.

—¿Por qué lo arruinaría? ¿De qué hablas, papá? —indagó Román.

—Pues… Te conozco y no quiero que por un escándalo o una mala decisión eches todo por la borda —respondió Justo.

—No está en mis planes arruinarme la vida, papá —replicó el hijo menor.

—Sí, sin embargo, aquí estamos… Ves a tu hijo dos horas a la semana, la madre es una loca vengativa que usa al niño para manipularte, y anoche te vi de nuevo con una mujer que nada bueno te va a dejar, pero tú pareces fijarte solo en ciertas cosas que no sirven para nada.

—Papá, dale un respiro, está mejorando mucho —intervino Tara tratando de defender a su hermano.

Román no comprendía bien a qué mujer se refería su padre y de nuevo estaba esa crítica forma de verlo, al igual que Vera, como si él fuera un idiota incapaz de ver más allá de los senos de una mujer.

—No sé de que hablas —respondió Román comenzando a molestarse.

—¿No sabes? ¿Ya te olvidaste de la rubia esa con la que te estabas besando en la pista de baile? Esa mujer a la que casi se le olvida vestirse para asistir. ¿Ese es el tipo de mujer con la que quieres establecer algo o es otra de tus “mientras tanto”?

El vikingo supo que se refería a Natasha y lamentó haberla visto en la fiesta, pero tampoco iba a admitir que fue invitada por error, dando a entender que él no sabía lo que pasaba.

—No es lo que estás pensando, papá y tampoco tengo que darte explicaciones —respondió Román desafiante.

—No me hables así, Román —ordenó su padre comenzando a molestarse—. Diré esto solo una vez… No aceptaré otra loca en tu vida.

—Que increíble —replicó el hijo menor—, somos adultos y crees que puedes seguir tratándonos como niños, controlándonos la vida.

—Mientras dependan de mis empresas me escucharán y me soportarán, si no son libres de irse.

—Papá, contrólate ya, por favor, estamos desayunando juntos y casi nunca lo hacemos, comamos en paz —intervino Tomás.

—No, diré lo que pienso y los tres me van a escuchar, sobre todo tú, Román. ¡No más locas! Y mucho menos otro bebé inesperado. No lo permitiré, ¡no! ¿entendido? Quiero que los tres ya vayan pensando en sentar cabeza, principalmente tú. —Señaló al menor, quien hizo un gesto de fastidio—. He tenido suficiente, quiero que te ubiques en la realidad y vayas pensando en casarte ya, si no yo fácilmente puedo buscarte esposa.

—Tú no me vas a buscar nada, papá. Me obligaste a dirigir ese estudio y has dirigido bastante de mi vida. ¡A mi esposa la elegiré yo!

—Si vas tardar otros diez años en los que veré solo locuras, no, no elegirás a nadie. Vi tu dinámica con la rubia esa y te conozco, quién sabe qué cosas habrás hecho con ella ya y las alas que le debes haber dado, te advierto que se las vayas cortando de una vez, ¿entendido?

Román no dijo nada más, limpió su boca con la servilleta de tela, la sacudió dejándola sobre la mesa, molesto y se levantó.

—Has cuantos berrinches quieras, Román, pero estoy hablando en serio, muy en serio, o buscas establecerte o yo mismo me encargaré de hacerlo.

—Tú no harás nada, papá —culminó diciendo mientras se retiraba.

Román manejó hacia el estudio pensando en su mala suerte, tuvo momentos mágicos y graciosos con Vera, más su padre, solo vio su dinámica con Natasha. Se molestó de verla en la fiesta y decidió que conversaría con Vera para descubrir qué había pasado con esa lista de invitados. «Si cree que va a andar buscándome esposa está muy equivocado», pensó Román enojado.

Llegó molesto a su oficina, pasó sin saludar y sin mirar a las chicas que lo siguieron con la mirada, para luego verse entre ellas.

—Se levantó con el pie izquierdo el jefecito —dijo Natasha.

Vera asintió y justo al terminar de hablar su compañera recibió el llamado de Román. Bajó los hombros desanimada porque cuando llegaba así, se comportaba como un patán insoportable, no obstante, se levantó con la agenda en mano y entró a la oficina.




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