Bruto Jefe

Capítulo 17

A la mañana siguiente, durante el desayuno, Justo sintió la obligación de explicar ciertas cosas a sus hijos y a su sobrina.

—Hijos… Necesito explicarles algunas cosas de las que jamás hablé. Su tío, Julio Salvador, el padre de Nora aquí presente, es un magnate ganadero en Nevada. Nosotros tuvimos una infancia muy… Fue difícil, él la pasó mucho peor que yo, Julio siempre me protegió, fue como un padre para mí, y supongo que por eso hizo lo que hizo, ahora que lo pienso, siendo padre, entiendo mejor. Uno está dispuesto a hacer lo que sea por llevar a los hijos por un camino mejor —dijo mirando a Román con ojos sinceros.

—No sabíamos, papá. ¿Cómo que una infancia difícil? —indagó Tara, pues los hijos no tenían idea de las penurias vividas por su padre, a quien siempre conocieron como un hombre poderoso e inquebrantable.

—Su abuelo, mi padre, él… Enloqueció y nos sumergió en la más profunda pobreza que se puedan imaginar. Julio y yo hacíamos malabares para comer —explicó con la voz quebrada y sus ojos se pusieron llorosos, por lo que se detuvo cubriendo su boca con una mano controlándose, para continuar—: No importan los detalles, quizá en otro momento se los diga, pero ahora no. En fin… Julio un día me tomó por los hombros, me sacudió y me dijo que recuperaríamos todo, era un chico de trece años y ya pensaba de esa manera, la vida lo forjó así. Y lo logramos, recuperamos las tierras de nuestra familia en una mezcla de suerte, sacrificios y atinadas decisiones.

Justo guardó silencio, tenía años sin remover aquellas memorias. Sin aviso y con la mirada perdida, vinieron a su memoria las lluvias de mayo, mirándolas por la ventana con su hermano frente aquella vasta tierra que abandonó para no volver, pero que llevaba tallada en su pasado. Justo soñaba a veces con el horizonte de Nevada y sintió tristeza al remover tanto, su hermano sonreía poco, pero él conocía su rostro de felicidad y quizá era el único en el mundo que conocía el rostro feliz de Julio.

—En un viaje a California conocí a su madre, una mujer maravillosa, perfecta, un sueño hecho realidad, así era mi Ágata y me enamoré perdidamente. Yo quería casarme, más a Julio no le gustó la idea —dijo mirando a Nora y a Aaron compadeciendo lo que ellos vivían y añadió—: Mi hermano afirmaba que ella me quitaría todo, que era una arribista, él no conocía a Ágata como yo. Le pedí que me diera mi parte de las tierras, la mitad, sin embargo, él se negó y me dijo que no le entregaría en bandeja de plata el legado Salvador a una desconocida.

—Lo lamento, papá —mencionó Tomás, a lo que el viejo asintió.

—Aun así, yo estaba decidido a construir con Ágata una vida. Insistí y Julio me dijo que lo pensaría, yo le creí, sin saber que solo pensaba en un plan para sacarme del camino. Así, un día como cualquier otro, firmé correspondencia y demás, sin darme cuenta que le había vendido mis tierras a un precio justo. En la noche, Julio me abordó, me agradeció por dárselas y me informó que tenía todo el dinero en mi cuenta, sin dejar de mencionar que era mejor que me fuera en paz con el dinero que tenía.

Nora y Aaron sabían como operaba don Julio, así que creyeron sin dudar aquella historia. Los hijos de Justo, Tara, Tomás y Román notaron impresionados la entristecida mirada de su padre, jamás lo habían visto quebrantado de aquella manera.

—No quise pelear. Era claro que Julio no daría su brazo a torcer y que estaba dispuesto a todo lo necesario para mantener en su poder en el legado Salvador; me parece que se obsesionó con eso al haberlo perdido, deseado y luchado tanto. Me engañó y además me hizo elegir entre Ágata y él, y yo elegí a su madre. Ella y yo partimos a los Ángeles con el dinero que tenía por la venta de mis tierras que nunca quise vender. Pagué la carrera de su mamá en el cine y ella tomó vuelo rápido, siempre le dije que era mi alondra, una luz casi mística que ascendía donde estuviera.

Román recordó a su madre con sentimiento pues así la recordaba también y era nuevo para él ver a su padre hablando con un amor tan sentido acerca de ella.

—Empezamos viviendo de la forma más sencilla pues quería guardar mi dinero para el momento indicado. Yo hice algunas inversiones con eso que me dio Julio, y así, su madre y yo construimos juntos todo esto que ven ahora. Quizá mi hermano me hizo un favor después de todo, estoy feliz de haber vivido con Ágata, aunque fuera solo un tiempo, pero más feliz estoy de haberlos tenido a ustedes —explicó mirando a sus hijos de ojos llorosos, aunque a Tara ya le corrían varias lágrimas por las mejillas que limpió con rapidez—. A veces los contratiempos de la vida nos llevan a algo mejor sin darnos cuenta, lo más hermoso puede nacer de las circunstancias más duras —reflexionó mirando a Aaron y a Nora y añadió—: Gracias, Nora, gracias por traerme esta carta… Siempre supe que mi pasado me alcanzaría algún día y lo temía, pero ahora pienso que fue grato mirar hacia atrás. Dile a Julio que iré a verlo pronto, muchacha. Y… Me retiraré por un momento —culminó sin haber tocado su comida, para levantarse con los ojos aguados y arreglando su fino traje se retiró del comedor.

Los presentes permanecieron en silencio, sin mirarse, pensativos, reflexionando sobre la vida, el amor.




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