Román se puso de pie y caminó hacia la puerta de su oficina donde estaba Tara y la cerró.
—Vera me soporta haciendo su mejor esfuerzo —masculló el jefe muy cerca del rostro de su hermana—. Además, su familia es muy tradicional, ella jamás se prestará para algo como lo que sugirió el abogado y a mí nadie me va a andar rechazando, eso no.
—Pues yo pienso que lo más que puede decir es “no”, así que vale la pena que lo intentes. No seas fatalista, Román. Si algo tiene Vera es un buen corazón y lo sabes, quiere a Logan genuinamente, no lo haría por ti.
—Claro, eso lo sé. Si me voy a casar quiero que sea con alguien que quiera estar conmigo.
—Bueno, hermanito, si algo hemos comprobado con el tiempo es que no eres muy bueno eligiendo una pareja estable. ¿Has conocido alguna chica que quiera a Logan y que además sea aceptada por el bebé?
Román negó mientras reconocía que Vera era la mejor opción. A él le atraía sin duda, pero de allí a casarse era otra historia.
—Déjame hablar con ella —pidió Tara.
—No, algo como esto debo decirlo yo. ¿Le pedirás matrimonio por mí? No, hermana.
—No, déjame terminar. La invitaré a tomar un café y solo le comentaré la situación en una conversación de amigas. Para una mujer como Vera, esta idea debe venir de ella misma, si tú se lo pides probablemente te dirá que no.
—En eso estamos de acuerdo, pero… ¿Cómo esperas que ella misma lo proponga? Estás loca, Tara.
Román no le encontraba sentido ni posibilidad a lo que decía Tara. Ni por más vueltas que le diera en su cabeza, no lograba comprender cómo lograría convencer a Vera para algo como esto y que además naciera de ella el deseo de hacerlo. Era imposible.
—Ella lo va a pensar y créeme… Te sorprenderás. ¡Esa será la señal, Román! Que le salga de su corazón, si ella misma lo propone, entonces será la indicada para esto.
—Eres una romántica, hermanita. ¿Cómo andas hablando de señales y demás?, por favor… Eso no pasará.
Tara se puso de pie y sonrió mirando a su hermano.
—Ustedes los hombres son tan simples. Las mujeres vamos y venimos cuando ustedes ni siquiera han dado el primer paso. Voy a salir con Vera y Logan, así que, nos vemos dentro de un rato, hermano.
Tara abrió la puerta y Román alcanzó a escuchar como le pedía a Vera que la acompañara, junto a Logan, a tomar un café argumentando que el jefe ya lo había permitido.
El vikingo permaneció pensativo sentado frente a su escritorio, y sin aviso sonrió al imaginar que Vera aceptara aquella locura, se hizo la imagen de una vida junto a ella y le animó, lo cual era nuevo para él, pues Román, el soltero, jamás se había ilusionado antes con la idea del matrimonio hasta ahora.
Mientras tanto, Tara ya se sentaba con Vera en el café de la esquina y, por casualidades no gratas de la vida, las atendió Natasha, quien logró recuperar su antiguo empleo. La rubia no pudo evitar mirar a Vera con cara de pocos amigos y mientras colocaba los cafés en la mesa saludo:
—Hola, Vera. Veo que has conservado tu empleo, todos los días te veo llegar y al jefecito. Espero que te vaya bien.
—Gracias, Natasha. Sí, me va bien.
—Fuiste muy traicionera, debiste avisarnos antes. —No pudo evitar increpar la oxigenada.
—Yo no tenía que avisar nada. Se supone que uno va al trabajo a trabajar, Natasha —replicó Vera con seriedad.
La rubia la miró y dejándole una mueca de burla, rodó los ojos dándole la espalda.
Mirando la humeante bebida con sospecha, Vera alcanzó a decir:
—Creo que es mejor no probar esto, Tara. Esa era la otra secretaria de Román.
—Mmm… Sí, esa noche después de que papá la despidió fue un escándalo en casa, él y Román se la pasan peleando, no saben hablar. Creo que tienes razón, mejor no tomemos eso, quizá hasta les escupió. —Cosa que sí había hecho Natasha llena de rabia—. Mejor vayamos a otro sitio.
Tara dejó unos billetes sobre la mesa y caminaron hasta otro lugar, tomando ambas una manito de Logan para ayudarlo a saltar de vez en cuando, haciéndolo reír.
—Estoy preocupada por mi sobrino —profirió Tara mientras se sentaba con el pequeño sobre las piernas, comenzando a urdir su plan.
—¿Por qué? —indagó Vera tomando una de las manitos del bebé.
—Megan no aparece, ni siquiera ha llamado para preguntar por Logan. Sabemos que va a aparecer sin aviso para llevárselo atropelladamente. Román está contra el suelo porque el niño ya está acostumbrado a nosotros para recibir de golpe otro cambio de ambiente. Estamos muy inquietos por eso.
—Sí, lo sé, lo viví. Esos asuntos de custodia de los hijos, la separación de los padres, estar un rato aquí y otro allá, es confuso. Imagínate sí lo fue para mí, que era más grande, cómo será para un pequeñito.
—¿Viviste algo parecido?
—Sí, mi mamá obtuvo mi custodia, me alejó de mi papá, no me dejaba verlo. En fin… Entiendo a Logan y lo que le viene.
Vera hablaba del tema con serenidad pues había aprendido a sacar fuerza de aquello, no obstante, recordó a su madre, el tiempo que tenía sin verla, las complicaciones de la vida y todo se le vino encima como si hubiese pasado el día anterior haciéndole sentir un hondo ahogo en el pecho.
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Editado: 20.07.2022