Vera despertó al día siguiente nerviosa a más no poder, sentía presión en la cabeza y hasta la luz le molestaba. Esta peculiar y atropellada boda llegaba de una forma inesperada para ella, la palabra “transacción” no salía de su mente y hasta concluyó que era mejor verlo así si deseaba mantenerse firme.
Adormecida y con los rizos alborotados llegó a la cocina para encontrar a Vito preparando café antes de salir a trabajar.
—Buen día, hermanita. ¿Quieres café? —ofreció.
—Hola —respondió Vera con desgano.
—Te peleaste con el cepillo —profirió Vito riendo.
—No, como podrás ver aun no tengo esa batalla —dijo ella riendo—. Tú preocupándote porque me enamore, pero créeme que cuando mi jefe me vea despertar con este desastre en la cabeza se le apagará cualquier pasión.
—O se encenderá, los hombres tenemos nuestras cosas. Te sorprenderías —replicó el hermano mientras desayunaba—. ¿Y qué harás hoy?
—Ni sé… Tengo una reunión con el abogado del señor Román ahora, Tara me viene a buscar y luego compraremos algunas cosas.
—Estarás ocupada entonces. Tara… Ella es agradable, muy linda, pero inalcanzable para un mortal como yo.
—No sé, hermano, si algo comprendí con todo esto que estoy viviendo es que en la vida pueden pasar las cosas más locas.
—Bueno hermana, me voy. —Se despidió dejando un beso en la mejilla de Vera—. Que tengas un buen día.
Vera comenzó a arreglarse, trató de ponerse ropa fina pero cómoda pues sabía que visitaría costosas tiendas en Bel-Air o Beverly Hills, conociendo a su futura cuñada y que tal vez caminaría de aquí para allá. Cuando estuvo a punto de estar lista, recibió un mensaje de Tara en el celular que le dio su jefe: “Estoy afuera, cuñi”, decía, y Vera sonrió al leerlo, pues Tara era ocurrente y graciosa.
Se saludaron cariñosamente y de nuevo en aquel veloz auto descapotable partieron hacia los estudios Ágata.
—Román me pidió que primero te llevara a la reunión con el abogado para que después estuviéramos libres.
Vera asintió algo nerviosa, ella pidió ese contrato sin saber muy bien qué escribiría allí, pero estando al tanto de que era mejor dejar todo bien claro.
—¿Estás nerviosa? —preguntó Tara.
—Sí, todo esto es muy raro, hay que mantenerse enfocados nada más y hacer lo que se tenga que hacer. Además, ya sabes como uno imagina su boda y esto es… una farsa. Ya me entiendes.
Tara solo asintió sonriendo, que Vera estuviera nerviosa era una buena señal pues no era indiferente a casarse con Román, y cómo poder serlo, si su hermano era un tipo muy guapo.
Llegaron al estudio y Vera se dirigió a la oficina de su jefe donde la esperaba con su abogado.
—Buen día —saludó Vera tocando la puerta que permanecía abierta—. Me disculpo si llegué tarde.
Román alzó la mirada para encontrarla nerviosa y de brazos cruzados. No había dejado de pensar en ella toda la noche, así que cuando la vio se obligó a reaccionar evitando quedarse perplejo y sin palabras para no incomodar a la chica, aunque le hubiese gustado quedarse contemplando las curvas caderas de Vera. El abogado percibió algo de lo que pasaba entre esos dos así que habló:
—Bueno… Sin más preámbulo comencemos la reunión, tengo mucho que hacer.
Román se mantuvo detrás de su escritorio, Vera se sentó en una silla frente a él y el abogado en la otra.
—En un contrato prenupcial básicamente lo que se hace es mencionar las propiedades de cada quien, especificando el bien y a su dueño, aclarando que eso es de cada uno por separado.
—¿Propiedades? —indagó Vera riendo—. ¿Cuenta mi bicicleta, señor?
Román trató de no reír por la sinceridad de la chica.
—Claro que tiene que colocar los bienes del señor Román, yo no quiero quitarle nada por haber estado casada con él. Mis requerimientos son de otro tipo y tienen que aparecer allí también —añadió Vera.
—¿Y qué será eso? —indagó el abogado.
—El señor Román tiene que comprometerse a serme fiel, si hay una infidelidad se acaba esto y olvídese del contrato y el matrimonio.
Román dio una expresión de confusión.
—¿Cómo que infidelidad? —preguntó.
—Mire señor, usted es una figura pública y es cuestión de tiempo que digan en los medios que soy su esposa. Usted me va a respetar, no andará enamorando mujeres como solía. Yo no seré el hazmerreír de Los Ángeles. ¿Entendió?
—Entonces supongo que me cumplirás como esposa, ya que andas exigiendo eso, porque yo no puedo quedarme célibe el tiempo que dure este matrimonio.
—Pues tendrá que mantenerse, porque yo no tengo nada que cumplir con usted.
—Estás loca, Vera —dijo Román.
—Tal vez, entonces como estoy tan loca olvídese de esto mejor, porque estamos empezando mal —expresó comenzando a levantarse.
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Editado: 20.07.2022