—Te he estado buscando como loca y al fin te encuentro, querida —expresó Megan a Natasha. No la buscaba y la halló por pura casualidad—. Vengo en son de paz.
—No tengo nada que hablar contigo —replicó Natasha mientras levantaba la taza de café vacía de Megan.
—Claro que sí. No sé si te enteraste, pero Vera se casó con Román, ¿lo sabías?
—Sí, lo vi en la televisión. En realidad, no me importa ese idiota.
—Ese idiota que puede cambiar tu vida, querida, podrías dejar de servir y limpiar mesas —dijo Megan con un gesto despectivo.
Natasha tuvo que contenerse, le provocaba lanzarle la taza por la cabeza, más no podía. Al final, era verdad, ella deseaba con todas sus ganas dejar de servir mesas. Recordó su empleo en los Estudios Ágata, haraganeaba, tenía sus íntimos momentos con un tipo como Román, un mejor sueldo. Su vida era perfecta, en eso sí tenía razón la insoportable de Megan.
—El jefe no quiere nada conmigo, sabe que trabajo aquí y ni ha pasado. No le interesa.
—Te equivocas, Anastasia.
—Natasha —corrigió molesta la mesonera.
—Ah, sí, Natasha… Bueno, como te decía, Román a ti no te despidió, fue su papá. Él no quería que te fueras, me lo dijo cuando estábamos bien, nunca quiso separarse de ti. Ahora está en una demanda legal por la custodia de mi hijo y estamos mal otra vez.
—Y tú me crees tan tonta como para creerte —dijo Natasha sonriendo.
—¿Por qué crees que se casó con Vera? A él le gustabas tú, no ella. Esa chica fue su “peor es nada”. Lo acaban de admitir, se casaron para simular ser un hogar feliz y tener custodia compartida.
Natasha se quedó pensativa, porque era cierto, Román no había dado mayor indicio de que estuviera enamorado de Vera, le caía bien, eso era claro y era buena en su trabajo, haciendo que la necesitara, pero más que eso, no. Además, el jefe solo se acostó con ella, jamás con la asistente de cabello rizado. Así que el argumento comenzó a tener sentido.
—¿Y tú crees que eso me interesa por…? —replicó Natasha simulando desinterés.
—Mira… Yo tengo mi novio, un tipo rico y poderoso, es uno de los hermanos Álzaga, con eso te digo todo. Yo no necesito a Román, ni me interesa, pero… Él jugó sucio y debe pagar. En tu caso, la que debe pagar es Vera, porque ella pudo haber abogado por ti, pero apenas te fuiste se aprovechó de la situación y te dejó a un lado porque no le interesas. Vera es nada comparada contigo y lo sabes, mírate —argumentó señalando el cuerpo de Natasha de arriba abajo para luego pedirle que se acercara—. Amiga… A Román le afectó mucho dejarte, no quería hacerlo, esa noche hasta discutió con su padre por desautorizarlo. Él jamás te hubiese despedido, puedes recuperar a Román y la vida despreocupada que pudiste tener con él, Tamara.
—¡Qué soy Natasha!
—Sí, sí, discúlpame, Natasha o lo que sea, soy mala para recordar nombres. En fin… ¿Harás pagar a Vera y te quedarás con Román?
Natasha detestaba a Megan, más no tenía nada mejor que hacer, enfocar sus esfuerzos en recuperar a un tipo como su ex jefe, jamás sería tiempo perdido. Por lo cual, terminó aceptando.
—Cuenta conmigo. No tengo nada más que perder. En todo caso, si no consigo nada, terminaré como estaba, pero si recupero al jefecito, será lo máximo.
—Mírate, escúchate, hasta inteligente pareces —profirió Megan con impertinencia, más Natasha solo rodó los ojos y quedó a la espera de los planes de su nueva amiga.
Ambas se entregaron una mirada cargada de desprecio, se odiaban mutuamente y ni siquiera lo disimulaban, pero tenían una valiosa meta en común, por la cual podían dejar a un lado y solo por un momento su rechazo.
Varios días después, al fin llegó la fecha de la primera audiencia. Vera se levantó temprano y preparó el desayuno favorito de su esposo, quería animarlo, lo conocía y estaría inquieto pues nadie sabía qué esperar del juzgado y menos de Megan.
Román llegó a la cocina sin poder esconder su nerviosismo, todo tenía que ser perfecto, no podía haber error si quería recuperar a Logan.
—Mi amor, no te preocupes por lo que no puedes controlar —dijo Vera acariciando sus mejillas para colocar su largo cabello detrás de sus orejas y dejarle un beso en los labios—. Pensemos de la mejor manera, ¿sí?, con esperanza.
Él solo asintió con una leve sonrisa. Cuando Román estaba preocupado no era de muchas palabras y su despreocupado humor se escondía en un rincón, silenciado.
Así llegaron al juzgado y entraron a una bonita sala de tonos marrones y casi todo en madera, con dos hileras de bancos y al fondo el estrado de la juez que aun no llegaba. Román y Vera entraron tomados de manos, Megan ya estaba allí y los miró con desdén, pues le molestaba de sobremanera que alguien como ella estuviera con él, que hubiese conseguido lo que ella no pudo, siendo, según ella, nadie.
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Editado: 20.07.2022