Al igual que en la sesión anterior, todos se levantaron con la llegada de la jueza, quien lucía seria, llevando los lentes un poco por debajo de los ojos, dándole una mirada inquisitiva de barrido a la sala.
Seguía siendo el turno de la defensa y se sentía la tensión en el lugar, puesto que la vez anterior no le había ido muy bien a Megan, así que hoy debían lucirse. Sorpresivamente llamaron a César Álzaga, al parecer informaron al abogado de Román sobre el nuevo testigo, pero alguna artimaña tramaron pues el doctor no estaba al tanto ni preparado para interrogar a ese testigo, más la jueza lo permitió.
Aquello no pintaba bien, Román volteó a mirar para encontrarse con la confundida mirada de Vera.
—No te preocupes, amigo —dijo el abogado de Román acercándose a su oído— , sobrepasaremos esto, ya verás. Esa ex novia tuya está tan loca, que tengo la impresión de que esto no servirá de mucho.
El abogado de Megan se acercó al testigo e interrogó:
—Señor Álzaga, ¿desde cuando es novio de la señorita Megan Calvin?
—Un mes, más o menos.
—¿Cómo es la relación del niño con la madre?
—Perfecta, ella es una madre ejemplar. La he visto en su día a día y soy testigo de eso. Al menos esa es mi opinión —contestó mirando a Román, quien ya había entendido lo que su enemigo hacía.
El vikingo cerró los ojos apretando los puños, cada vez era más el rechazo que sentía por César y ni siquiera entendía el ensañamiento de este tipo contra él, ¿a qué se debía? ¿Envidia, tal vez? Era claro que ayudaría a Megan tan solo para quitarle a su hijo y amargarle la vida. Román quería levantarse y darle de patadas, porque esto era importante para él, más para este tipo no era más que una burla, un juego.
César realmente amó a aquella prometida de años atrás, la amaba con el alma y no le importaban las razones, no le importaba que fuera una infiel y tanto la quería que le hubiese dejado pasar mil infidelidades, a pesar de que lo creyeran loco. Y después de lo sucedido con Román, él la buscó, le rogó, pero la chica estaba dominada por una atracción desenfrenada por el vikingo, incontrolable, dejando su orgullo de hombre muy abollado. No importaba lo que hiciera César, ella no lo aceptaría de vuelta porque amaba a Román, aunque al vikingo poco le importara y el Álzaga sintió una impotencia que le quebró algo por dentro, pues jamás se había enamorado así, y aquella sensación de abandono que le quedó encima, la encadenó a Román, quien a los ojos de César, la arrastraba, aunque el Salvador no lo supiera.
—¿Usted sabía de la existencia de Logan? ¿Cómo es su relación con él?
—Maravillosa, es un pequeño risueño y feliz. Apenas supe de su existencia, me comprometí a ser la figura paterna que lamentablemente nunca tuvo y es ese compromiso, con ella y con Logan, lo que me motiva a esto…
Se levantó de su silla, se acercó a Megan y arrodillándose frente a ella, le propuso matrimonio dejando hasta a la juez impresionada. Megan se levantó de un salto y arrodillándose frente a él, lo abrazó y aceptó casarse. Megan daba saltitos de felicidad, mirando el gran diamante en su dedo y allí fue cuando “Su Señoría” reaccionó golpeando con el martillo llamando al orden, pues César había desajustado todo.
—Señor Álzaga —dijo la juez—, por favor, regrese al estrado y termine el interrogatorio.
El enemigo de Román había jugado bien sus cartas, prometiéndole estabilidad a Megan delante del juzgado y acomodando su traje, manteniendo una burlona y disimulada sonrisa, miró al vikingo.
—Y como decía… Estoy comprometido con mi futura nueva familia.
El abogado de su nueva prometida no tenía más preguntas, pues el tipo había hecho todo por sí solo, sin embargo, era el turno del abogado de Román.
—A ver, señor Álzaga, supongo que usted era el novio con el que la señorita Calvin viajó a Costa Rica, ¿o me equivoco?
—No, no se equivoca.
—¿Por qué no invitó al pequeño al paseo? Digo… Ya que está tan “comprometido”. —Hizo el gesto de comillas con los dedos de las manos.
—Porque Megan y yo habíamos tenido una mala semana y necesitábamos resolver nuestras diferencias y no es sano que Logan estuviera en medio de eso.
—Pero tenemos pruebas de que jamás preguntaron por el pequeño, ni usted, ni la señorita Megan, tampoco los abuelos, ¿por qué?
—Claro que llamamos incansablemente, pero no pudimos comunicarnos.
—¿Y si algo hubiese pasado? Se habrían enterado una semana después, entonces… No se comportaron como padres muy responsables.
—¡Objeción! —expresó el abogado de Megan.
—Lo permitiré —dijo la juez—, continúe abogado.
—Conteste, señor Álzaga. ¿Cómo se hubiese enterado de algún problema con el pequeño?
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Editado: 20.07.2022