Bruto Jefe

Capítulo 37

Al culminar el juicio, el abogado de Román se acercó al de Megan, pues sabiendo que la familia saldría a celebrar, le pareció un buen momento para que comenzara la transición del pequeño, por lo que decidió negociar con Megan, quien de mala gana, aceptó que salieran con el pequeño.

Después de aquel tenso momento, los esposos Salvador al fin se relajaron, dentro de una semana tendrían a Logan bajo su cuidado y compañía y eso los hacía sentir felices.

La trabajadora social tomó al pequeño en brazos para retirarlo del juzgado, entregándole una genuina sonrisa de felicidad a Vera, al saber la decisión del juez. Megan lo notó y pensó que algo se traían entre manos las dos, que quizá se conocían y estaba hecha una furia, no por Logan, sino por haber sido vencida y hasta a la Trabajadora Social decidió hacerle la vida imposible por no inclinarse a su favor, o mejor dicho, ante ella, como estaba acostumbrada la rubia.

Entre tanta tensión y angustia, Vera ni siquiera se había tomado el tiempo de ir al tocador, por lo que pidió permiso y se retiró acudiendo al llamado de su vejiga. Al salir llenó sus manos de fresca agua en el lavamanos y allí se quedó mirándola correr, pensando en cómo las cosas fluían en la vida, a veces a su favor, otras en contra, pero siempre dejando una enseñanza al final de todo. Después de todo, sí parecía haber alguien por allí moviendo los hilos del destino y el espacio, y sonrió meditando. Sacudió sus manos y con la humedad que quedaba en ellas, las posó sobre sus mejillas cansadas y dando leves golpecitos con sus dedos masajeó las ojeras que maquilló temprano.

Sin aviso, alguien entró al baño y era Megan, mostrando una mirada cargada de enojo, más Vera la ignoró. La rubia no se apartó de la puerta, impidiéndole el paso.

—Déjame pasar, Megan, por favor. Ya se acabó todo esto y no hay nada más qué hacer —profirió Vera alzando la vista, pues la rubia era casi tan alta como Román, pero la chica le mantuvo la mirada sin miedo.

—Todos sabemos que en tu matrimonio con Román hay gato encerrado. Conozco tan bien a mi Romi que estoy segura que hasta a ti te engañó, ya consiguió lo que quería y es cuestión de tiempo que te deje.

—El hecho de que repitas eso una y otra vez, no lo hace cierto, ¿o piensas que sí? Supongamos que tienes razón, que él me buscó para lograr su cometido y me usó, pues te diré algo Megan… En ese embrollo, Román se terminó enamorando de mí y eso no lo puedes remediar ya —culminó chocando contra el hombro de su enemiga, abriéndose paso con decisión.

Pero justo cuando pasaba, Megan la tomó por los rizos y la pegó con fuerza contra la pared generando mucho dolor.

—¿Acaso crees conocerme, Verita? Amiga, no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer y esta me la pagas. Yo no hice más que ayudarte y tu me jugaste sucio. Claro que sabía que te gustaría Román, pero jamás pensé que llegaría a sentir algo por ti y créeme que lo sigo pensando. Él te engañó y ni cuenta te has dado.

—¡Que me sueltes ya! —gritó Vera golpeando a Megan con su cartera—. No quiero que me molestes más. A mí no me interesa ni te he preguntado, así que puedes pensar lo que quieras. No te me acerques de nuevo, ¿entendiste? —dijo dándole un empujón, quitándosela de encima, deseando que soltara su cabello, haciendo resbalar a la rubia quien usaba unos altos tacones, y terminó cayendo de posaderas sobre el suelo.

Vera no esperó más y salió del baño agitada, con la respiración acelerada, conteniendo aquel llanto de rabia que luchaba por salir con ímpetu, cerró los ojos y pasó su mano sobre el mechón que Megan había halado, dejándole un latente dolor allí. Román la miró en el estado en que estaba y se acercó con apuro.

—¿Estás bien, mi amor? —indagó el vikingo rodeándola con su brazo.

—Sí, todo está bien.

—Pero… ¿Qué pasó? Estás alterada.

—Nada, después te digo —respondió Vera sin ánimos de arruinar la alegría de su esposo.

Salieron del lugar y fueron a almorzar junto con los familiares de Román. Vera compartía su alegría, más algo había quedado afectado en ella después de ese encuentro con Megan y de su insistencia. En realidad la rubia lo conocía mejor que ella, no tenía más que una fe ciega y sin garantías y comenzaron a surgir todas aquellas preguntas: ¿Y si descubren el contrato y que todo esto fue una farsa, una manipulación del sistema? ¿Qué puede acarrear esto para mí? ¿Cómo será tener que lidiar continuamente con Megan? ¿Y si Román se cansa de mí en verdad?

La mano de su esposo sobre su pierna la sacó de sus cavilaciones, lo miró y se encontró con aquellos bonitos ojos claros que la miraban con preocupación sincera, mientras manejaba el auto.

—Amor, ¿qué te pasa? ¿Pasó algo? —preguntó Román preocupado, pues ella solía ser muy risueña, conversadora y feliz.

—Sí, me pasa algo, pero te lo cuento en la casa, ¿sí? —culminó diciendo, para comenzar a participar en la conversación que tenían pues, aunque pensaba y se preocupaba, seguía atenta a su entorno con dominio, como toda mujer.




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