Bruto Jefe

Capítulo 39

El día del estreno al fin había llegado, coincidió con el aniversario de matrimonio de los padres de Román, y lo hizo para regalarle a don Justo aquel momento en honor a su madre. En la habitación de los esposos Salvador se encontraba un nervioso Román que caminaba de un lado a otro, mientras Vera se colocaba aquel hermoso vestido dorado que realzaba su bonita figura con aquel detalle de pequeñas perlas y brillos alrededor de la cintura, marcando sus caderas, el escote de strapless con solo un tirante en un hombro y una falda que se extendía hasta el suelo, dejando ver su torneada pierna hasta muy arriba en una pronunciada abertura.

—Te ves imponente en ese smoking, mi amor —dijo Vera enderezando el corbatín de su esposo—. Todo saldrá bien, estoy confiada en lo que hicimos. No estés nervioso —culminó acariciando el rostro del vikingo.

—Me alegra que alguien aquí esté tranquilo. Yo siento mucha presión, como si tuviera que ser perfecto, nunca he hecho nada bien y esta vez quiero hacerlo.

—Eso no es cierto, Román. ¿Cómo que nunca has hecho nada bien? Nada más tus esculturas, allá abajo en tu taller, son perfectas. También Logan es perfecto, nuestro amor es perfecto. No digas más que no haces nada bien.

Sin duda, Vera era el pilar de Román, a pesar de ser un hombre grande y fuerte, tenía muchas inseguridades, producto del constante mensaje de su padre donde le decía que no hacía nada bien, su mujer lo conocía y él agradecía poder tenerla junto a él.

—Estoy emocionada. Hoy será una gran noche. Lo sé…

—Por cierto, estás bellísima, mi amor. Es un honor ir con una mujer tan hermosa, no solo por fuera, eres maravillosa —dijo el vikingo refiriéndose a la cautivante personalidad de su mujer—. Estoy tan nervioso que ni siquiera te lo había dicho.

—Gracias —respondió ella mirándose en el espejo—. Bueno… creo que debemos irnos.

Partieron en una limusina negra. No se estilaba bajar las ventanas, pero para Vera era toda una experiencia. Así que, sin temor a despeinar su moño, la esposa Salvador bajó aquel oscuro vidrio y miró como pendían los afiches de la película en cada poste de luz a medida que transitaban la avenida camino al Hollywood Boulevard. Allí se podía ver medio rostro de Jared Leto, con un estallido detrás y el título: “Cuando el tiempo se acaba”. Además, la luces, el bullicio, la emoción presente, era una experiencia nueva para ella, parecía una niña emocionada mirando todo con una brillante ilusión en los ojos y una amplia sonrisa.

Ya Vera había estado en el Teatro Chino de Hollywood de casi setenta años, su techo en forma de pagoda y tallas en mármol. Ya había visto las huellas de las celebridades en la entrada y hasta las de los droides de Star Wars. Incluso, años atrás, hizo una larga fila donde tuvo que llevar una silla portátil para ver a “El joven manos de Tijera” de Tim Burton, pero esta vez entraba por la alfombra roja junto a las estrellas.

Allí caminó de la mano con su atractivo esposo que sobresalía de los presentes, llamando la atención. Pasaron y se mantuvieron de pie frente a un mural decorado con las marcas patrocinantes, el nombre del estudio y el título de la película. Los flashes saltaban cegando a la emocionada Vera, que nunca había estado de ese lado del lente. Román la tomó por la cintura, acercándola a él, sonrieron un rato mientras los fotografiaban, él dejó un breve beso en los labios de su esposa, porque la amaba y porque a los paparazis y medios les fascinaban esas expresiones de cariño entre las celebridades.

La asistente de cabello rizado jamás se sintió como una celebridad, en su alma no estaba aún ese título arraigado, pero comenzaba a aceptarlo. Y mientras la llamaban “¡Vera, por aquí!”, para que volteara y la fotografiaran, no pudo evitar pensar en el cambio radical que su vida había dado. Ya no se imaginaba las cosas, las vivía.

En la alfombra se encontraron con Jared Leto, quien la saludó cariñosamente, de nuevo saltaron los flashes, pues se habían vuelto amigos, un par de amantes del cine que disfrutaban intercambiar opiniones. El actor asistió solo al estreno, al mirarlo, Vera recordó las escenas en las que lo había visto grabando en el set, era un actor talentoso y lo admiraba, su expresión frustrada en la escena final, jamás la olvidaría, sus lágrimas reales y sentidas y sonrió recordando.

En la entrada, también se encontraron con el resto de la familia Salvador, don Justo, Tomás y Tara y se saludaron. Para la hermana de Román, Vera se había convertido en su mejor amiga, cercanas, compartiendo salidas y risas. Se alegraron de encontrarse, pues con el estreno de la película, los esposos habían estado muy ocupados.

Entrar a la sala de cine fue muy emocionante para todos, la oscuridad, la música que sonaba y cuando comenzaron a aparecer las primeras imágenes con la banda sonora de fondo, Vera hasta pudo sentir un cosquilleo en el estómago de pura tensión. Después del estreno vendrían las críticas que solían ser implacables, así que había mucho peso sobre los hombros de los esposos Salvador. Sin embargo, se notó el cuidado puesto en cada detalle, el film dejaba cautivo al espectador quienes por poco dejaron de pestañear durante la entretenida trama.




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