Bruto Jefe

Capítulo 41

Casi un par de meses después, a la hora del almuerzo, Román recibió una llamada de un número desconocido. La operación “Separación” ya estaba desplegada en la ciudad sin importar el costo y los esposos Salvador nada imaginaban. El vikingo no solía atender números que no conocía, pero en vista de que últimamente recibía tantas llamadas de canales y artistas entre otros, decidió atenderla.

—Aló…

Román… Hola, es Camila.

El vikingo quedó extrañado y no dijo nada.

Sé que te debe extrañar que esté llamándote, pero… Te vi en la televisión… Y bueno… Eh… Te felicito, Román, es tu momento.

Camila sonaba nerviosa y a él le extrañó que lo buscara después de tanto tiempo, lo que menos necesitaba era más problemas, sabiendo que César se mantenía cerca.

—Camila… Hola… En este momento estoy muy ocupa…

Sí, me imagino —interrumpió la chica sin dejarlo hablar—. Román… Necesito tu ayuda, por favor. Estoy en una situación complicada y no sé qué hacer. Cuando te vi en la televisión, pensé que tal vez… Podrías apiadarte de mí y ayudarme.

—No es un buen momento.

Por lo buenos y viejos tiempos, Román, por favor.

—Solo viejos, no buenos, Camila —aclaró el vikingo sin contemplaciones.

Bien… Solo por los viejos tiempos. Ayúdame, por favor —insistió la chica.

Algo le decía a Román que colgara la llamada, un presentimiento, fue de esas veces en que una vocecita te advierte: “No”, sin embargo, no solemos escucharla.

—Está bien, dime —respondió él.

¿Podemos hablar? ¿vernos? —solicitó ella.

—Podemos hablar por teléfono.

Román sabía quién era Camila, una hermosísima mujer acostumbrada a meterse debajo de la piel de los hombres, hasta que ya no podían sacársela de la cabeza, aunque ese nunca fue su caso.

No, por favor… No, por teléfono. ¿Podemos vernos en The Grill como solíamos? —sugirió la chica.

—Camila, no tengo tiempo. No puedo.

Por favor, Román, estoy desesperada.

El vikingo pasó una de sus manos frotando sus ojos en señal de molestia, no quería ver a Camila, pero a la vez, sonaba desesperaba y era sabido que era una chica solitaria y sin familia, comenzó como bailarina exótica hasta que descubrió otra forma de sostenerse en la vida.

—Bien —respondió resignado—. En cuarenta y cinco minutos estaré allí, no esperaré Camila, si no estás, me iré. ¿Entendido?

Claro, entendido, mi amor.

Aquel “mi amor”, le fastidió, lo llevó al pasado en un instante, como si aquello no hubiese pasado años atrás y pensó que la mente a veces se comportaba de formas muy extrañas.

Cumplido el tiempo, el vikingo llegó como había prometido. Ahora era un tipo puntual y de palabra, poco a poco se iba a convirtiendo en eso y sin falta, Camila ya estaba esperándolo en la barra.

Él hizo entrada, atrayendo todas las miradas, por sus características resaltantes y por ser el tipo en la TV, sin embargo, era ya costumbre en Beverly Hills el toparse con alguna celebridad, así que la gente solía ser educada. Aquello incomodó a Román, quien revisó pasando la mirada alrededor, no quería periodistas documentando su reunión con una mujer de su pasado, y menos una con esta reputación.

Camila se levantó y acercándose a una mesa vacía, le hizo un gesto con la mano para que se acercara y él se aproximó, recibiendo el beso que ella dejaba en su mejilla. Ambos ordenaron un café, en realidad, desde la mañana en que salió de su casa, el vikingo no había parado, así que aquel descanso no le vino tan mal.

Durante la conversación, un par de veces Camila lo tomó de la mano a lo que un determinado Román respondió alejándo la suya.

—No te confundas, Camila. Vine a ayudarte, nada más, no estoy interesado. Ya sabes que soy un hombre casado.

—Sí, lo sé —dijo ella bajando la mirada removiendo su café—. Jamás me hubiese imaginado verte casado y con una chica así. Realmente fue una sorpresa para mí.

—Unjú —respondió él cortante.

Así comenzó ella a narrar una historia sobre una deuda, para ella era mucho dinero, pero no para alguien como Román, así que accedió ayudarla, haciéndola comprometerse que más nunca lo buscara. Esa sería su forma de culminar aquella tóxica relación que no le había dejado más que sin sabor.

Él se levantó con apuro, debía atender otros asuntos, y junto a la entrada del restaurante, la chica se acercó para despedirse como solía, sin embargo, le plantó un breve beso al vikingo en los labios. Román la separó con rapidez, quitándosela de encima.




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