Bruto Jefe

Capítulo 45

Cuando César volvió en sí, se halló sentado en su sillón con Vera y Vanessa mirándolo.

—¿Está bien, señor? —indagó la chica rubia.

—Claro que estoy bien. Ese Román me las va a pagar —expresó apretando el lugar donde recibió el puñetazo y luego miró a Vera lleno de rabia.

—No me mire a así, Señor Álzaga —replicó Vera con rapidez—. No imaginé que Román vendría, tampoco sé qué le habrá dicho para molestarlo así, pero no es mi culpa.

—Yo no soy ningún perdedor. ¿Me escucharon las dos?

Las chicas asintieron.

—Hay otras de perder, peores incluso y Román las conocerá —añadió ordenando a sus asistentes que salieran.

Mientras tanto, Román esperó a Vera con impaciencia. Los trabajadores comenzaron a salir y él se mantuvo atento hasta que la miró andando algo cabizbaja. A sus ojos, ella lucía hermosa, no importaba su expresión, ni ánimo, solo quería verla, encontrarla, hablarle, así Vera le diera amor en gotas, él lo aceptaría, algo era mejor que nada

Vera sabía que por allí andaba su ex esposo y no quería encontrarse con él, más sería inevitable. Ella sentía una presión de angustia, no le gustaba enfrentarlo, pues conociéndolo, ya comenzaría a ponerle las manos encima y era difícil controlarse cuando hacía eso. Su ex esposo era un tipo de tacto, ella lo sabía y aunque se moría por estar entre sus brazos recibiendo un profundo beso, eso no pasaría, no lo permitiría.

La chica solo se detuvo a esperar y el vikingo entendió el mensaje, por lo que se acercó. Cuando Vera lo miró, no pudo evitar que sus ojos se pusieran llorosos de las mil emociones que sintió sin aviso, como si la atropellaran, era una torpe emocional cuando su ex esposo estaba cerca y eso la frustraba. Bajó el rostro, apretó los ojos, inhaló con fuerza y forzó una sonrisa de labio apretados cuando alzó la mirada.

—Hola, mi amor —saludó Román con los ojos llenos de esperanza por algo que ni sabía determinar.

—Hola, Román.

El vikingo la abrazó cariñosamente de nuevo, Vera cerró sus ojos sintiendo el cuerpo de su esposo, atesorando cada sensación que la llevaron a miles de momentos en su memoria, una sonrisa, una caricia, un apasionado beso, ese segundo haciendo el amor en que se miraban, y aunque solo duró un momento, quedando impresionada de la velocidad de su mente, terminó separándose al fin.

—Vera… ¿Qué te pasa? ¿Qué ocurrió para que estés así conmigo? —cuestionó acariciando la mejilla de su mujer, sabiendo que con reclamos solo conseguiría alterarla— Necesito que me expliques, porque no entiendo nada.

—¿Realmente no sabes? ¿En serio no te viene nada a la mente, Román? ¿Algo que hayas hecho? Increíble.

—¿Qué dudé de ti respecto a César? Yo no te estaba acusando, tan solo pregunté. Debes admitir que fue raro. ¿Acaso no puedo preguntar?

—Claro que puedes preguntar, no se trata de eso… Dudaste de mí, Román. —Tuvo que guardar silencio pues la tristeza se le vino como si le saliera del estómago, más la controló—. Eso me molesta muchísimo, que dudes de mí después de todo lo que arriesgué por ti. Además, no fue solo por eso y me parece que eres todo un actor simulando que no sabes nada, deberías actuar en tus películas. Yo sé lo que vi y lo que oí.

—Pues no tengo idea de qué hablas, mi amor. Vera… —dijo tomándola por la cintura acercándola a él—. Creo que podemos conversar, ¿sí?

—Sí, vamos a hablar, pero vas a comenzar por soltarme. Esto que estás haciendo no es conversar y no me vas a engañar, no de nuevo, Román.

—Mentirosa —profirió apretándola contra él, agachándose un poco para estar frente a sus labios.

Un hombre así podía poner nerviosa a cualquier chica, pero tener aquella apasionada historia con él, dificultaba todo aún más. Sin embargo, Vera era una mujer aplomada y de solo recordar la infidelidad se le apagaba cualquier pasión.

—Te dije que dejaras eso ya, porque no funciona, al menos no conmigo. Resérvalo para tus mujeres —profirió apartándolo.

—¿Mis qué? —indagó Román sin entender.

—Ya, ¿sí? Vamos a mi casa, allí te explicaré todo.

Se dirigieron al auto de Román, quien fue caballeroso y atento, más Vera ni siquiera lo miró, lucía molesta, moviendo su pierna con nerviosismo. Él la conocía y aunque no entendía, sabía que Vera estaba molesta y deseaba saber qué pasaba en realidad, sin poder tocarla, ni mirarla le costaba mucho más convencerla, pues Román no era tan bueno con las palabras, era un tipo de contacto.

—Logan siempre me pregunta por ti —dijo él mirando la carretera mientras manejaba.

—Me imagino —respondió Vera observando por la ventana, evitándolo—. Lo que más lamento de todo esto es que él se vea afectado, créeme.

—No tiene que ser así, mi amor. ¿Cómo puedes dejarnos, así como si no hubiese pasado nada? —insistió Román.




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