Bruto Querer

Capítulo 3

Diego miró como los hermanos se alejaron del lugar y quitándose el sombrero lo sacudió frustrado contra su pierna, cada vez que intentaba acercarse a Shasta no podía o alguien los interrumpía, por lo que terminó regresando a casa.

Después de un año, muchas cosas habían cambiado. Los ranchos Balderas y Salvador ya no estaban divididos, viviendo todos en la gran casa de los Salvador.  Aaron no dejaba de pensar en cosas que les permitieran crecer, así que su casona en el rancho Balderas ahora sería transformada en un hotel donde los visitantes podrían pagar por tener una experiencia vaquera en verdad, con salidas a acampar y caza incluidas. “Explora el verdadero Oeste”, sería su eslogan, así que también trabajaban en ello.

Diego tenía que ponerse al día con muchos asuntos en sus tierras, sin embargo, no podía sacarse a Shasta de la cabeza, si antes le parecía hermosa, después de ver aquella figura esbelta de piel que parecía ni siquiera haber sido tocada, ahora menos podría, quedó asombrado. Pestañeaba y venían a su mente aquellos castaños ojos avergonzados, el par de pechos, la estrecha cintura y trataba de concentrarse para sacársela de la cabeza, pues a pesar de no haber tenido problemas con las chicas antes, esta se mostraba reacia y ahora parecía quererlo lejos. Lo dicho por Isha también lo dejó maltrecho, al parecer Shasta tenía pareja y él, como un tonto, la había venido a buscar.

Mientras cenaban en la gran mesa del comedor todos juntos, la nueva familia Balderas Salvador, su madre Adela, los abuelos, Crispín y Flor, Diego se mantuvo callado y absorto en pensamientos. Al terminar, cuando ya se disponían a retirarse, Aaron palmeó su hombro.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan callado? Una mujer debe ser… Te conozco.

Diego asintió con desgano.

—Cuéntanos —insistió Aaron junto a Nora.

Caminaron hasta el despacho.

—Dime, ¿qué te tiene así? —indagó el mayor.

—¿Recuerdan a la princesa nativa que conocimos en la fiesta Pow Wow?

—Sí, claro, una mujer así no se olvida.

Nora le dio una sorprendida mirada a su esposo, quien sonrió y tomó su mano.

—Todo mi amor es tuyo, Nora. ¿Acaso no eres inolvidable también? Ustedes son así —dijo acariciando la mejilla de su mujer, quien solo negó con la cabeza, sonriendo.

Así, Diego narró lo imposible que le había sido ver y hablar con Shasta.

—Y para completar —continuó el menor de los Balderas—. Hoy la veo en el río, estaba cubierta por arbustos y cuando me acerqué estaba desnuda. Así que, para ella fue muy incómodo y ahora me asocia con eso.

Aaron carcajeó y Nora disimuló su risa.

—No te rías, Aaron —demandó su esposa—. Pues sí, no me imagino. Ahora le dará más vergüenza hablarte, dices que es muy tímida, ¿no?

—Así me parece.

—A una mujer así, tienes que arrinconarla y besarla —profirió el bruto.

—Aaron… A todas las mujeres no las puedes abordar igual.

—¿De qué hablas, Nora? Mujer es mujer, en China, África o aquí. Procura encontrarla sola, la arrinconas y le das un buen beso. Nunca te olvidará, ni dejará de pensar en ti.

—¡Aaron! No todas las mujeres son así —replicó Nora.

—Me funcionó contigo, ¿o no?

—Esa vez que salimos a cazar me asustaste —argumentó su esposa.

—No, me volví inolvidable, que es diferente.

—Eres imposible, imposible y bruto. Quizá la asuste, Aaron.

—Sí, quizá la asuste, pero funcionará. Créeme, hermano —dijo mirando a Diego.

—No siempre, mi amor —respondió Nora—. Eso pasa cuando el hombre te gusta, si un tipo que no te atrae te agarra y te besa obligada es algo muy desagradable.

—Bueno… En eso sí estoy de acuerdo contigo, mi amor —contestó el bruto—, pero a la princesa le gustas tú, ¿cierto?

—Así me pareció, más ahora… No estoy seguro.

—Yo creo que sí le gustas, Diego, vi cómo te miró el día de la fiesta —comentó Nora—. Eres un tipo atractivo.

—Entonces sí la puede arrinconar y besar —insistió Aaron.

—Sí, tal vez funcione, pero solo porque le gustas —reconoció al fin, Nora.

—Además, hoy su hermano dijo algo… Que ella ya estaba con alguien —comentó Diego—. No entiendo. Son muy cerrados en ese lugar y la tienen sobreprotegida, su hermano nunca la deja sola y si voy para allá ni salen a verme. Tienen una cultura fuerte, no sé… extrema.

—Eres un Balderas —alegó Aaron.

—Y un Salvador —añadió Nora—. No nos rendimos. —La chica hizo una pausa y continuó—. Diego… Ellos son desconfiados, pero todo eso tiene una razón —explicó Nora—. Su historia es muy injusta, ellos la han transmitido a través de las generaciones y aún hoy en día sigue siéndolo. Por eso insistí en darles empleo en tu rancho, que es el más cercano. Ellos han sido excluidos de las oportunidades. Si has ido a su reserva te debes haber dado cuenta.




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