Bruto Querer

Capítulo 14

Cuando Diego cerraba la puerta de la habitación donde se quedó su vieja amiga, Aaron lo abordó.

—Hermano… ¿Fuiste a ver al tasador? ¿Te entregó el documento de la audiencia?

—No, Aaron, no pude ir. En la tarde tuve varios asuntos que tratar en el rancho. Espero ir mañana en la tarde.

—Bien… No tardes tanto en ir. ¿Sabes qué es lo que me parece más extraño de todo?

—No, dime —solicitó Diego.

—Si esas tierras son tan ricas, ¿por qué don Julio jamás hizo nada allí? Digo… Conociéndolo. Ese tipo no perdía una oportunidad de ganar algo —comentó el bruto.

—Sí, es verdad. ¿Sabría que había todo eso allí?

—Si Nora lo descubrió en una tarde y hubo informes de esas organizaciones que estaban en contra de la compra del lugar… Claro que lo supo.

—Pues sí, todo está muy raro —comentó Diego pasando su mano por la barbilla.

—Y… ¿Quién es la chica? ¿Una exnovia? —indagó Aaron refiriéndose a Caroline.

—¿Novia? No, para nada, somos amigos, solo eso.

—Yo conozco a las mujeres, Diego… A esa chica le gustas tú, se le ve en los ojos. Eres medio despistado.

—Puede ser, pero a mí nunca me gustó, por eso no me preocupé por el asunto. Para esas cosas se necesitan dos, ¿no?

Aaron palmeó la espalda de su hermano y se fue a su habitación donde lo espera Nora.

 

 

A la mañana siguiente, ya en las caballerizas del rancho Salvador, a Shasta le extrañó que Diego no apareciera a buscarla.

—Qué raro que no ha venido el joven Diego por usted —comentó Crispín.

—Sí, me dijo que me vería aquí. ¿Será que le pasó algo? —dijo Shasta con preocupación.

—No creo, niña. Algo debió ocuparlo. ¿Quiere ir a la casona a preguntar por él?

—¿Podría?

—Claro, allá está Flor y con gusto la atenderá. Es más, si no desea sonar atrevida al preguntar directamente por él, dígales que yo la mandé, lo cual el cierto —sugirió el viejo achicando un ojo con su media sonrisa.

—Gracias, don Juan. Así haré. —Y partió contenta, ansiosa de encontrarse con su enamorado.

Aquella sugerencia de Crispín era la perfecta excusa para buscar a Diego, aun si Isha le preguntara que hacía en la casona, tendría una justificación para andar preguntando por el patrón.

La chica llegó hasta la silenciosa casona y se encontró con Adela.

—Hola, muchacha. No te conozco —dijo la madre de los Balderas.

—Hola. Lamento molestar, vengo de parte de don Juan… Crispín —respondió con nerviosismo—, que… me envió a buscar al señor Diego.

—Ah, estás buscando a mi hijo Diego. —Adela entrecerró los ojos con sospecha, conocía los gustos de sus hijos y aquella chica nativa era una hermosa mujer—. Creo que está en el despacho conversando con una amiga.

¿Una amiga?, caviló Shasta con rapidez, ¿qué amiga?

—Camina por este pasillo y al final cruzas a la izquierda —indicó Adela—. Allí puedes tocar y darle la razón de don Juan.

—Gracias, señora.

—De nada, querida —replicó comenzando a alejarse.

La puerta estaba entreabierta y se escuchaban risas. Diego sonaba muy feliz al conversar sobre memorias con alguien que no alcanzaba a ver, más por lo dicho por la señora Adela, era una mujer. Luego escuchó su tono de voz y sin duda era una chica de bonita voz que carcajeaba con él, conversando sobre cosas que ella no entendía.

—Diego… La verdadera razón por la que estoy aquí es más delicada —dijo Caroline interrumpiendo el momento.

—Bien… Tú me dirás —replicó Diego.

—Diego… Yo… Eh… No sé cómo empezar a decir esto.

—Solo dilo.

—Sí… Yo… Yo quedé embarazada después de aquella noche que estuvimos juntos.

Shasta cubrió su boca y retrocedió un poco al escuchar aquello.

—¿Embarazada? —indagó Diego, quien pensó con rapidez—: Pero eso fue hace meses, no se te nota el embarazo.

Shasta no quiso escuchar más, por lo que se retiró triste. Diego había tenido su novia, su relación y quién sabe por qué se habían separado. Sintió que él no le fue sincero del todo. Luego caviló que esa mujer y él no estaban juntos, eso era claro. Salió de allí cabizbaja y pensó que mejor se retiraría, ya tendría tiempo de preguntarle al respecto. Las frases de su padre vinieron con seguridad, repetidas una y otra vez, las llevaba grabadas en el pensamiento, “esos tipos solo quieren acostarse contigo y luego dejarte”, quizá eso mismo le había pasado a esa chica.

Mientras Shasta regresaba a las caballerizas, la conversación en el despacho siguió su curso.

—Sí, sé que puede parecer extraño. Vine a decirte que decidí abortar el bebé. Ya… Ya no está —replicó Caroline.




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