“Era un día brillante sin nubes. Martina tenía dieciséis años y estaba en secundaria. Vivía una época de rebeldía. Una vez la encontró una preceptora fumando en el patio y le hicieron firmar un acta por mal comportamiento. También la encontraron besándose con un compañero en los baños. Cuando salía del colegio pasaba las tardes con dos amigas y hablaban de chicos. Una noche Martina quedó embarazada de un muchacho de su edad. Cuando su madre se enteró de esto, la llevó a un médico y la hizo abortar. Le dijo que no permitiría que estropeara su vida. Quizás nada de esto hubiera pasado si su madre no hubiera sido tan permisiva y hubiera castigado a su hija cuando debía hacerlo. Luego de ésta pérdida, Martina quedó con un gran vacío en su corazón. Una tarde se puso a hacer algo que hacía de pequeña: soplar burbujas de jabón. Con cada soplido, salía una burbuja distinta. Algunas tenían formas de corazón, otras tenían forma de estrellas y algunas eran tan deformes que tardaban minutos en reventar. Sentía que cada pompa de jabón, al explotar, se llevaba su tristeza. Martina sopló burbujas todas las tardes de su existencia.”