Búscame en las estrellas (resubiendo)

Capitulo 1: La Broma

De cuando todo empezó (gracias a una broma pesada)

El cielo es hermoso este día.

Completamente despejado, de forma que los rayos de sol acariciaban todo a su paso. La gente camina alegre por las calles, y se amontonan como hormigas en el parque central. Donde ya se encuentran dispersos puestos de dulces y juegos mecánicos que se usarán por la noche, cuando la feria de la ciudad quede inaugurada oficialmente.

—Joven maestro, ¿podría subir el vidrio, por favor?

Ni siquiera me molesto en responder. Me limito a obedecer, ya acostumbrado a las constantes advertencias de mi escolta: "No haga eso, podría salir herido", "Debe ser cuidadoso", "Muchas personas podrían intentar dañarlo".

Como si caminar por la calle fuera una declaración de guerra de mi parte para los enemigos imaginarios que tenía mi familia.

Familia Lestrange, por cierto. Seguro que han oído de nosotros.

Nacer aquí no fue una decisión que tomé, pero sí una que lo dictó todo en mi vida. Blindaje, caravanas, protocolos... A veces sentía que la única diferencia entre nosotros y una familia real es que no tenemos corona.

Mi familia no forma parte de la nobleza moderna en el continente, pero gracias a nuestra influencia somos tan respetados como si lo fuéramos.

La familia Lestrange, de ascendencia francesa, tan antigua como rubios son sus cabellos.

—Llegamos —anunció Louis, mi chofer.

—Gracias —respondo con una leve sonrisa, la misma que uso para parecer accesible, aunque cada vez me cuesta más fingir.

Cuando el auto arranca y desaparece, me enderezo. Hay que interpretar el papel: hombros rectos, mirada tranquila, paso firme. Todo calculado.

Avancé por el campus sin prestar atención a las miradas. Al fin y al cabo, ya estoy acostumbrado.

—¡Hey, Leonard!

Reconocí la voz al instante, así que me dirigí a ella. Saludé con una inclinación leve de cabeza a Zach, que había sido mi mejor amigo por años. Conversamos un poco sobre el fin de semana, donde no sucedió nada extraordinario. Aunque, claro, cuando “ordinario” significa pasar la tarde en el club más exclusivo de la ciudad rodeado de políticos, el concepto cambiaba un poco.

—Aggh… —gruñó Zach, de pronto, sorprendiéndome—. No quiero arruinarte el día, pero mira detrás de ti.

Me doy la vuelta y entiendo al instante: Grafton.

Arun Grafton con su séquito habitual de admiradoras entra en escena como si el mundo girara a su ritmo. Si hubiera visto un poco de Disney para ese momento, lo habría relacionado a la escena donde Albert –de la película, Cómo crear al chico ideal– aparece frente a toda la escuela. Lo sé, cliché y cancerígeno para los ojos.

A sus espaldas venían sus primos, igual de atractivos y exasperantes.

A pesar de eso, cuando Chiara –su prima– me dió una sonrisa y un gesto, asentí cortésmente y correspondí el saludo. No puedo evitarlo: jamás he sido maleducado.

—Son insufribles.

—Hace un mes la querías en tu cama —le recordé, con una ceja alzada. Zach me dió una mirada fulminante y me corregí con una sonrisa malvada.

—Ah, sí. No entiendo qué les ven todos…

La verdad es que los Grafton parecían haber sido esculpidos con esmero por algún dios. No había ni un solo miembro que no tuviera una apariencia impactante. Pero no lo tomen como metáfora, es en serio. Ya que la familia alguna vez fue realeza, existen registros y retratos de su familia por todo el continente, pero ni uno –ni siquiera un consorte– había sido feo.

¿Sorprendente, verdad?

No solo eran atractivos, sino descendientes de reyes.

Se los comento para que no se sorprendan cuando, a lo largo de la historia, noten la preferencia que todo el mundo tiene hacia ellos. Espero, con el tiempo, que también entiendan por qué no puedo crucificarlos a pesar de todo eso.

Como la hora de inicio de la primera clase se acercaba, fuimos a nuestros respectivos salones y entonces nos separamos–porque Zach y yo tomábamos clases distintas–.

—¡Leonard! —me saludó una voz sedosa.

Aquella era Diane, mi novia.

Cuando me senté en la plaza restante del escritorio que ella ocupaba, me tomó la barbilla con la mano, acercándome a su cara y besó mi mejilla. En respuesta, simplemente le sonreí.

—Buen día, Di.

Le quiero y todo eso, pero no soy precisamente del tipo que demuestra afecto fácilmente.

El profesor entró en ese instante.

Las clases transcurrieron tan monótonas como siempre hasta que finalmente llegó la hora del almuerzo. Diane charlaba, sentada ceremonialmente a mi lado, mientras los demás comíamos en silencio. Por mi parte, me esforzaba por seguir el ritmo de sus anécdotas pues es lo mínimo que puedo hacer.

Al terminar, me ofrecí junto a Francis llevar las bandejas de vuelta a la barra. Tardamos apenas tres minutos. Tres. No fue nada. No daba tiempo para nada más… Aún así, al volver, en nuestra mesa reinaba el caos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.