Búscame en las estrellas (resubiendo)

Capitulo 3: El Castigo

De cuando tuvo que cumplir su castigo y soportar a la niña nueva (otra vez).

Mis pinceladas son hábiles, precisas y elegantes. Algunas ventajas de haber sido instruido por los mejores maestros desde niño supongo. Siempre sentado con la espalda recta, manteniendo mi espacio de trabajo impecable y con cada trazo bien calculado.

La técnica –no el arte–, debía ser perfecta para tener oportunidad en el mundo; si hay un solo error, el lienzo va directo a la basura.

No puedo darme el lujo de distraerme.

Y, sin embargo, lo hice.

La clase de Arte –que es la que más horas tengo en la semana– apenas había comenzado cuando mi burbuja de paz se rompió. ¿La culpable? Una chiquilla con nula capacidad para vestir como dios manda y que además tararea canciones tintineantes mientras agita el pincel como si pintara en medio de un terremoto.

Yo podía tolerar un poco de pintura en el piso, solo no debía bajar la mirada. Podía incluso ignorar sus cantos si me ponía los audífonos y subía el volumen un poco-bastante... pero una gota en mi lienzo era demasiado.

—Lane —la llamé, conteniendo el grito en mi garganta.

—¿Sí, Andrew? —respondió, sin mirarme, sin advertir del peligro.

—¿Podrías ser más cuidadosa, por favor?— estaba seguro de que podía oírse como los dientes me rechinaban de coraje. Dos personas delante de nosotros lo notaron y se encogieron en sus lugares, ¿por qué ella no?

—Lo intentaré— conturreó.

Rodé los ojos y apreté el pincel entre mis dedos. Cuando escuché la madera crujir, abrí la mano de golpe y liberé a mi pobre pincel del castigo injusto al que lo había sometido. Luego asesiné con la mirada a la culpable de todo.

A diferencia de mí, Lily estaba de pie y desparramaba óleo azul por todo el lienzo sin el solvente necesario como para no preocuparse por el desperdicio. En una mano sostenía un godete lleno de mezclas coloridas y de dudosa procedencia –juro que vi un pétalo en el color rosa–. Tarareaba sonriente una canción, completamente indiferente a las gotas que salpican su rostro, dándole unas peculiares pecas azuladas... Y para colmo, aplicaba pintura con su credencial escolar.

De su obra… bueno. Incluso con mi imaginación, no lograba descifrar qué demonios era pero, lo que sea que Lane tuviera en su lienzo no parecía pertenecer a esta ó a ninguna otra dimensión.

Desde cierto ángulo podría parecer un camino de colores... si cerrabas los ojos, inclinabas la cabeza y levantabas el brazo derecho. Tal vez.

—Lane —volví a llamarla.

—¿Hmm?

—¿Qué se supone que es eso?

—Hoy parece un río de colores— respondió, pensativa—. Mañana tal vez sean alas de arcoíris de un ángel.

La miré fijamente. Ella no reaccionó, perdida en su mundo había notado que siempre estaba.

Antes de empezar a cuestionar seriamente la salud mental de mi compañera de clases, tomé la decisión de dedicarme a mi trabajo por completo. Y aún así, la tranquilidad no me duró mucho.

—¡Lily!— gritó una voz aguda y familiar.

Como no se dirigían a mí, ignoré a la persona.

—Hola, Chiara —respondió Lane, con una suavidad contagiosa.

Al escuchar el nombre, me enderecé todavía más y por fin dí la pincelada color crema que sería la luz en mi cuadro.

—Buenos días, señorita Grafton —dije, educadamente.

—Oh, hola Leo, no te había visto. Perdón— pestañeó coqueta, con su voz melodiosa. Me limité a asentir—. ¿Son compañeros todavía? Adorable ¿Les molesta si estoy con ustedes esta clase?

—Claro —respondió ella sin dudar.

Chiara soltó un grito breve de emoción y se sentó a su lado, comenzando una charla intensa sobre dios-sabrá-qué.

No queriendo saber nada sobre la banda que acababan de mencionar, me puse los auriculares y dejé que Sweater Weather de The Neighbourhood me aislara del mundo.

Aun así, sus voces se colaban. ¿Cómo lograban ser más ruidosas que la música en mis oídos?
Las miré con mala cara por un momento, pero cuando de verdad puse atención a la imagen que tenía enfrente, olvidé toda mi disconformidad.

Eran un par extraño.

Chiara era alta, hermosa y refinada; con cabellos dorados como oro y ropas finas que ensalzan su buen estatus social al mismo tiempo que estilizan su figura. Una dama de noble cuna en toda la extensión de la frase.

Y luego está Lily, que se viste como pandillera. Con el cabello castaño en corte irregular y mechones de colores (no por tintes, sino por pigmentos que se salpicó), aretes de más en las orejas, vaqueros cortos y playera con estampados demasiado cutre como para identificar. Además de aquella campera verde militar que le había visto puesta cada día desde que la conocí.

Sin embargo, parecían entenderse mejor de lo que sus ropas hacían. Todo eran risas y juego en su conversación… de aquella misma forma en que había sido antes con los Grafton y yo. Y Chiara sonreía tan brillante como cuando era una niña.




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