Buscando A Papá

Prefacio

Los pequeños pasos de Lilian resonaban con un ritmo bastante agradable. Los ojos de ella se posaron en su abogada, en esa mujer que era su único medio que le permitiría reencontrarse con ese hombre que la trajo al mundo, del que no tenía idea que ella existía.

—Elena, Elenita, dime, ¿Quién es la más bonita? —preguntó ladeando su cabeza. 

—Mira en el espejo, cariño —respondió sin apartar su mirada del ordenador. 

Elena sentía que estaba demasiado cerca de encontrar a ese hombre que dejó a su familia. Bueno, no los había dejado; aun así, estaba molesta de que no supiera que tenía una hija demasiado linda y agradable.

—Está empañado, no veo nada —se quejó la niña frunciendo su nariz.

—Exactamente, esa es tu respuesta. No hay nadie bonito aquí —afirmó de una manera jocosa.

—¡Elena! —se cruzó de brazos y se dejó caer en la silla.

—Mira, cariño. Este es un mundo cruel en el que piensan que pueden opinar de las apariencias de los demás. Lo físico no importa, eres hermosa, pero lo que es invaluable es esto de aquí —señaló al corazón de la pequeña que sonreía a su Elenita.

Un par de minutos transcurrieron, Lilian no dejaba de tararear una alegre canción, sentía que estaba cercana a conocer a su padre. A pesar de que nunca antes llegó a escuchar de él, sabía que pronto obtendría una nueva familia.

—¡Eureka! —gritó Elena saltando de su silla. —¡Sé dónde está tu padre! —exclamó abrazando a la pequeña Lilian, quien no dejaba de saltar de la emoción.

—¿Dónde está mi papi? ¿Podremos visitarlo? 

—¡Sí! Está en la prisión de la capital —expuso saltando con felicidad.

Los saltos de Lilian se detuvieron paulatinamente, sus ojos se centraron en su amiga, la cual imitó su acción.

—¿Prisión? —masculló —¿Mi papá es un criminal? 

Sus ojos se apagaron un poco y su pequeño corazón latió con más fuerza de lo normal. ¡No quería que su padre fuera un hombre malo! 

—Mami dijo que él era una buena persona, ¿Mami me mintió? —Su voz sonaba tan apagada que el corazón de Elena se estrujaba de solo pensarlo. 

Intentó despertar su instinto maternal en ese momento, no sabía cuál era la manera adecuada para tranquilizar a la niña. Al final de cuentas, las palabras de consuelo no eran lo suyo. 

—Lilian… —llamó su atención posando sus manos sobre sus hombros. —Sé que estás confundida, decepcionada y un poco asustada. Desde que conozco a Logan, él nunca fue un hombre de problemas, era un hombre… bastante bueno, atento, amoroso.

«Lo era tanto que me enamoré de él».

—Sabes que he trabajado con muchas personas; algunas veces, las personas inocentes son las que están detrás de una reja, y las culpables, son recompensadas en público.

—¡Eso es injusto! —exclamó molesta.

—Lo es, te dije que el mundo es cruel. Pero aún podemos trabajar en el nuestro primero —señaló, una vez más, la cabeza de la niña.

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Elena caminaba de un lado a otro mientras esperaba a que Liliana se encontrara con su padre. Ella no se sentía en condiciones para entrar y verlo, no a la persona que había amado y que terminó casándose con su mejor amiga.

Los oficiales que se encontraban cerca de ella simplemente observaban su escena, parecía una madre preocupada por su niña que va por primera vez al jardín. ¡Pero no era un jardín de niños! Era una prisión. 

A pesar de que Lilian estuviera un par de metros más allá, Elena estaba completamente asustada. 

—¡Elenita! —exclamó la niña corriendo a abrazar a su cuidadora. Estaba llorando sin control. —¡No me quiere! ¡Dice que estoy mintiendo, que no tiene hijos!

—Ese desgracia… Quédate aquí —ordenó ofuscada, con una mirada severa, los guardias se encargaron de cuidar a la niña. 

Los pasos de Elena eran como los de una mamá osa para defender a sus cachorritos. Cuando por fin logró ver a Logan, toda la ira se hizo incontrolable.

—¡Eres un cruel desalmado! —gritó intentando abalanzarse sobre él, pero el cristal divisor era lo suficientemente grueso como para evitar cualquier movimiento. —¡¿Cómo pudiste ser tan cruel con tu hija?! —golpeaba el cristal con los ojos cristalizados.

—¿Elena? —balbuceó poniéndose de pie y acercándose a ella. 

—Acaba de perder a su madre… y ¿ahora no tiene derecho a tener un papá? —su voz estaba entrecortada gracias al llanto y nudo en la garganta.

—¿Elena, Eres tú? —se encontraba en un estado de confusión tan grande, que no escuchaba nada de lo que salía de los labios de Elena. Solo podía centrarse en que frente a él estaba la mujer que desapareció en uno de los días más felices de su vida.




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