La joven abogada estaba sentada en sus labores mientras una pila de documentos se mantenían frente a sus ojos. Jessid, su asistente, estaba tomando un descanso luego de que ella le regañara por bajarle la música a sus audífonos.
Era una razón sin tanta relevancia, pero a Elena le gustaba trabajar con su música bastante alta, tanta que ocultara los gritos de sus compañeros a las afueras del recinto. En ese momento, Jessid intentaba decirle algo a su superior, al cual, simplemente, no le escuchaba.
Como última opción se atrevió a bajarle el volumen a la gruñona abogada, quien lo miró como si quisiera comérselo vivo y le lanzó un florero.
La mirada de Jessid estaba fija sobre su jefa, ella no se inmutaba a verle, mucho menos se había percatado de que su frente estaba sangrando. Así transcurrieron cerca de veinte minutos y por fin Elena buscó con sus ojos a su asistente.
—¡¿Qué te pasó?! —soltó ella en un hilo de voz mientras corría a su dirección para revisar sus heridas. —¿Estás bien?
El ceño de Jessid se frunció mientras sus ojos se entrecerraban. ¿Acaso Elena no recordaba que casi lo descabezaba con su arranque de locura?
—Estoy bien —sonrió sin mostrar sus dientes. —Solo fue un accidente —afirmó porque no deseaba preocuparla.
Él sabía que Elena, a pesar de ser algo violenta e impulsiva en ocasiones, contaba con uno de los corazones más grandes, puros y nobles de toda su existencia. La mano de Jessid reposó sobre la de su compañera, la cual estaba acariciando su mejilla.
—Lo siento —dijo en un murmullo. Al parecer recordó lo que hizo.
»Debo ser más cuidadosa la próxima vez. Pero, tú también debes decirme, ¡Tienes que enojarte y quejarte si hago algo así!
Las comisuras de los labios de Jessid se eleva un poco, estaba un poquito molesto, era cierto. A pesar de eso no sería capaz de levantarle la voz a Elena, no podría estar enojado con ella.
—Descuida. Si dices que vas a ser más cuidadosa, entonces creo en que lo serás —sonrió. —No podría gritarte o quejarme, Elena, no contigo —sonrió mientras la observaba con detenimiento.
—¡Eres tan lindo! —exclamó pellizcando la mejilla de su compañero. —Vamos a casa, te lo compensaré con tu comida favorita.
—¿Lindo? —se preguntó en un hilo de voz mientras acariciaba su mejilla dolorida.
Elena no lo escuchó, sus pasos la había llevado lejos de su oficina. Soltando una pequeña risita, Jessid corrió detrás de ella, no podía comprender cómo ella no se enteraba de lo atractiva que se veía en su papel de «niña mala».
En su viaje de regreso a casa, estaban analizando el último caso. Si bien era un tema algo complejo, tenían la experiencia de un caos anterior, el cual, tenía extrañas similitudes.
«Todo esto es una coincidencia —se decía Elena— al final de cuentas, los delincuentes acostumbraban a seguir los mismos patrones que los demás».
—Me duele la cabeza —dijo el hombre con la esperanza de que su compañera sintiera lástima por él y le permitiera quedarse en su casa. No sería la primera vez, de hecho, una noche de películas era su costumbre cada que ganaban un caso.
—De verdad lo siento —confesó llevando su mirada a su compañero por un par de segundos.
No deseaba bajar la guardia y terminar teniendo que ser su propia abogada por pasarse por encima de un transeúnte.
—¡Amor, mira! —exclamó señalando al frente de ellos, mientras se regañaba por hablar de más.
—¿Qué dices? —observó en la dirección que le señalaba dónde había una niña sentada frente a la casa de Elena.
Al detener el vehículo, los dos personajes corrieron en dirección de la pequeña, mientras Jessid se dedicaba a ver los alrededores para asegurarse si ella estaba con alguien, Elena se extrañaba al ver a esa niña en la entrada de su casa.
Estaba segura de que no tenía una hija perdida, jamás había llegado a dar a luz. Por supuesto que lo recordaría.
—Hola —saludó a la pequeña, viendo cómo ella sacaba de su bolsillo una fotografía y la comparaba con esta.
No podía negar que ella estaba confundida por las extrañas acciones de la pequeña, pero, lo que más la asustó fue lo que salió de sus labios.
—Debes ser tú, Elena. —extendió su mano a manera de saludo —Soy Lilian, la hija de Jimena y… y… Mi mami me envió a buscarte, no sé dónde está papá.
Dos pasos para atrás fuero la reacción de Elena, si no hubiera sido por la rápida acción de su compañero, ella se habría destortillado en el suelo. Jessid la cargó hasta su casa, la sentó en el sofá y comenzó a ventearla con una libreta que fue lo primero que se cruzó en su camino.
—¡¿Qué le hiciste?! —le preguntó a Lilian, bastante preocupado. —No puedes dejarme sin ella, ¡ni siquiera le he dicho que la amo! —afirmó al ver que su compañera no despertaba.
—Solo le dije que mi mami la buscaba y reaccionó así —dijo de igual manera preocupada.
¡No podía matar a la persona que se encargaría de llevarla con su padre!