Buscando A Papá

CAPÍTULO 3: No va a pasar

Los ojos de Jessid fueron llevados a Elena, sabía perfectamente que ella había sufrido gracias a estar «en medio» de ese triángulo amoroso; de hecho, esa fue la razón por la que ella decidió abandonar esa ciudad. 

Elena descubrió que le gustaba su mejor amigo, el padre de Lilian, lo hizo el mismo día en el que ayudó para que este se le confesara a Jimena. Mientras la pareja naciente se llenaba de alegría por su unión, el corazón de Elena se convirtió en un fino polvillo.

¡No podría vivir cerca de ellos! 

Esa era la razón por la que recogió toda la dignidad que le quedaba y se marchó sin dar vuelta atrás. Faltaba poco para que llegara la graduación, pero decidió no asistir, necesitaba mantenerse lejos de todos para saber qué hacer con su miserable vida. 

¿Cuándo conoció a Jessid? 

En el tercer año, luego de obtener el trabajo de abogada en un apacible bufete. Él necesitaba completar algunas prácticas, pero desde el día en le que vio a Elena, supo que sería la madre de sus hijos y la abuela de sus nietos. 

A pesar de que podría elegir a alguien más centrado, alguien que claramente sería un buen ejemplo y le mostraría con claridad lo que se necesitaba en ese trabajo. Terminó flechado por nuestra alocada abogada, la cual le enseñó que las cosas no siempre son como parecen y que una radian sonrisa puede esconder al más grande criminal.

—Ella va a despertar, ¿cierto? —Indagó Lilian con un hilo de voz. —No quiero ir a prisión, estoy muy joven para eso.

La niña comenzó a jugar con sus manos, claramente estaba nerviosa de haber matado accidentalmente a su abogada, a la antigua mejor amiga de su madre, la única que le podría ayudar a encontrar a su progenitor. 

Si algo le pasaba a Elena, sabía que se metería en grandes líos, de los cuales ni siquiera su mamita le ayudaría a escapar.

—¿Lilian? ¿Cierto? —Preguntó Jessid con suavidad, la nena asintió.

»Sé que parece que está muerta, pero como decía mi abuelita que en paz descanse: Mala hierba nunca muere. Así que tranquila, ella va a despertar en cualquier momento… Sé cómo hacerlo mucho más rápido.

Dichas esas palabras, se puso en pie y, rebuscando en el bolso de su compañera, roció un poco de su perfume muy cerca de su nariz. 

Inmediatamente, los ojos de Elena se abrieron mientras se incorporaba como centella.

—¡Tonto! ¡¿Qué te he dicho de gastar mi colonia?! ¡¿Sabes cuánto cuesta?! ¡La mitad de nuestros sueldos de una semana juntos! —estaba exagerando, pero al menos logró despertar de ese pequeño sueño.

En el momento en que sus ojos se posaron sobre los de Lilian, esbozó una pequeña sonrisa. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo era posible que una mujer enviara sola a su hija a quien sabe dónde para que la acompañara a casa? 

Bueno, era consciente de que Jimena era una gran amiga, y que a pesar del tiempo seguía siendo una mujer radiante y llena de amor, eso lo podía ver en los pequeños detalles del comportamiento de Lilian, la cual, se mostraba bien educada a comparación de otros niños.

No le cabía en la cabeza que enviara sola a una niña de aproximadamente nueve años de edad para que la buscara. ¡Era una locura! Si ella tanto deseaba reencontrarse con su amiga, lo mejor que podía llegar a hacer era venir junto con ella… o… 

—Lilian… ¿Por qué viniste aquí sola? ¿Dónde está tu madre? —cuestionó mientras intentaba dejar atrás cada uno de los miedos y preguntas que tenía o deseaba hacer. 

Había notado la manera en la que Lilian solo se refería a su madre y que, no conociera el nombre de su padre, lo hacía demasiado extraño. Si su análisis no le fallaba, ella había sido criada únicamente por su madre, lo que indicaba que sus antiguos amigos debieron dar por terminada su unión poco antes de que la niña cumpliera un año de edad.

Elena apretaba sus labios mientras pensaba, no quería soltar alguna frase que le hiciera daño a la niña, no la conocía, pero estaba segura de que los nenes eran sensibles en muchas áreas y lo que ella menos deseaba era que se escapara.

—Mami está enferma, ella no puede salir de casa —dijo con tranquilidad sin conocer el trasfondo de sus palabras.

En ese momento la mente de Elena comenzó a trabajar con una velocidad mayor. Sabía que algo andaba mal. Su instinto se lo estaba gritando en ese mismo momento. La mirada de la joven abogada y de su asistente se cruzaron de repente, al parecer, los dos estaban llegando a la misma conclusión.

—Iré a buscar algo de comer —afirmó Jessid con una sonrisa melancólica. 

Esa era su manera de darle espacio a las damas para que tuvieran conversaciones de chicas. Además de eso, su estómago estaba rugiendo y había descuidado la herida en su cabeza. 

—El amor te vuelve tonto —se quejaba Jessid mientras escarbaba en el refrigerador.

Regresando a las chicas, Elena decidió llamar a Jimena, tenían suerte de que la pequeña copia de su amiga hubiera memorizado el número de celular de su casa. De esa forma, el trabajo se facilitó.

Elena tranquilizaría a la mujer acerca de dónde se encontraba su hija, que se quedaría en su casa, y que al día siguiente regresarían muy temprano a casa. Las palabras de la chica eran tan veloces que no le daba tiempo de analizar lo que Jimena intentaba decirle.




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