CAPITULO 1
La oscuridad inunda cada rincón de esta desolada habitación, en la que suelo quedarme dormida, la única ventana abarrotada que ilumina el sol esta por encima de mi cabeza, siento el viento azotar la piel desnuda de mis brazos y muslos, la ignoró, mantengo la misma posición de hace treinta minutos, aunque estoy un poco ansiosa, quiero que habrán la única puerta de metal, que me mantiene prisionera, levantó la cabeza unos centímetros, oigo el sonido de respiraciones a una corta distancia, cerca de los patios secos de entrenamiento, ya están por venir.
Mi corazón se acelera, los latidos en mi pecho aumentan al ritmo de mi respiración, golpeo el piso con la punta de mi pedo, trató de mantenerme en calma, evitar que ellos lo noten o me trataran de meter en problemas.
¡Que frustración!
Odio la sola idea de estar encerrada en la prisión subterránea, junto a esa cosa, es incluso peor que estas cuatro paredes grises.
Ya hace un tiempo me quitaron las cadenas de los brazos y las piernas, cuatro miserables días, me inmovilizaron dentro de ese lugar, logrando que mi cuerpo sintiera un terrible dolor en mis huesos, al salir, maté a seis personas por culpa de mi descontrol.
El sonido de pasos, me obligan a detenerme de seguir perdiéndome en mis pensamientos.
— Basuras — Susurró, suelto un fuerte suspiró con una sonrisa burlona en mi rostro — Llegan muy tarde.
Las múltiples suelas desgastadas, azotan a media que avanzan a mi celda, a través del pasillo exterior, el fuerte aroma a "Eslogan", los delatan, siempre se impregna en sus inservibles trajes, suelen consumirlo para mantenerse cuerdos en dos pequeñas dosis, si es que no quieren morir, intoxicados, el daño es irreparable en los cuerpos humanos, aunque eso no le importa, son simples peones que puede descartar en cualquier instante.
Sus risas burlonas y grotescas producen eco en ese pasillo, lo hacen a propósito, saben que estamos conscientes de todo lo que hacen o dicen, hablan como si fueran reyes de este territorio, me cansa el solo oírlos ladrar entre ellos.
Es divertido matar a uno de ellos, de vez en cuando.
Sus pasos se detienen frente a mi, solo la puerta nos separa, notó, ese miedo en el ambiente, son tres o cuatro, están completamente armados, y aun así, me tienen temor. Me quedó inmóvil, el sonido de las viejas bisagras, lo abren, los observó a cada uno, indiferente, les doy una sonrisa fingiendo amabilidad.
— Misión — Lanzan el pergamino y lo atrapó — Medianoche.
La cierran, miró el reloj en mi pared, solo me queda una hora, me levantó a regañadientes, agarró el uniforme que nos imponen llevar en las noches, consta de una camiseta negra sin mangas y un pantalón suelto de bolsillos a ambos lado de los muslos, gruñó ante la punzada, miró justo a ese lugar, he rozado el moretón de mi estomagó, lo ignoró. Agarró una ligera y amarró todo mi cabello en una larga cola, giró, a buscar las armas que debo llevar.
Me dejó caer en el piso, recuperando mi posición, tomó una fuerte bocanada de aire, el ligero temblor en mis dedos, me muestran que tan desesperada me siento por salir de estas cuatro paredes, oigo nuevamente los mismos pasos, el sonido de las llaves chocar contra la cerradura.
Dos personas ingresan, tienen armas en sus manos, me apuntan al instante, me levantó sin pronunciar ni una sola palabra, caminó lento, saliendo, cierran la puerta.
Son muy pocos.
¿Estoy siendo subestimada?
O
¿Se me permite asesinarlos?
— ¿Iré sola? — Preguntó sin ganas.
— Tu misión es en equipo — Notó el ligero temblor de su voz, suelto una sonora carcajada — T-te estan esperando,
— ¿Iré sola? — Preguntó sin ganas.
— No te mataré — Amenazó manteniendo una sonrisa que ellos no pueden ver — Al menos no por ahora.
Trueno los dedos, se han quedado helado, con los ojos abiertos, reaccionan lento, giró, siguiendo el pasillo, repleto de puertas en ambos lados. Salimos del bloque femenino, todo esta en un completo silencio, nunca veras a un niño o una niña, caminar en medio de la oscuridad, les aterra demasiado, y si, si los hay, en otro pabellón, siempre están aterrados de ser devorados por nosotros los mayores, pero, hay monstruos peores que nosotros, y ellos aun no entienden eso por completo.
Se nos permite salir de día y entrar, hasta que llega la noche e ingresamos a nuestro a las habitaciones.
Cruzó por el medio, avanzando por el estrecho caminó, decorado de antorchar de madera encendidos, el pequeño fuego en la punta, ilumina mi vía, estiró los brazos, relajando el estrés en mi cuerpo, normalmente se me acumula dependiendo del tiempo que este encerrada, ojeo a mis costados, siguen vigilando cada uno de mis pasos. Estoy a unos pasos de llegar, levantó mi cabeza, olfateando el ligero aroma familiar, evitó sonreír al verlos de espaldas, giran, nos reconocemos al instante, son los únicos que han sobrevivido tanto tiempo conmigo.
Tener los rostros de cada muerto, es desagradable, soñar con ellos igual de molesto.
— Tiempo limite: 3:00.
Informan, no respondemos, giramos a dirección de los portones de metal.
— ¡Abran las puertas!
Sin perder tiempo, salimos a velocidad, escuchamos como lo cierran detrás nuestro, nos alejamos cierta distancia, antes de continuar con normalidad.
— ¿Molestos no?— Pregunta James riéndose — Son simples basuras que no comprenden su lugar.
— ¡Por fin libres! — Gritan al unisonó, uno no lo hace, sigue metido en su propio mundo — ¡Libres!
— ¿Por qué tan callado? — Lo miró de reojo, alza una de sus cejas pobladas, frunciendo el ceño, me gruñe molesto — ¿Qué pasa por tu mente?
— Trató de descubrir como quitarnos esto — Sacude su pie derecho, las cadenas chocan entre si — ¡Detesto usarlo! ¡No soy un maldito animal!
Editado: 01.10.2020