Buscando La Verdad

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ELIZABETH

Saco un vestido guinda con estraples, escote en forma de corazón ceñido al cuerpo, largo que a pesar de sus tacones dorados casi llegaba al piso; llevaba una hermosa gargantilla y unos aretes largos plateados; su cabello lo llevaba suelto.

Se miró en el espejo y no estaba muy segura de la imagen que le devolvía el espejo, repasó su labial y tomó un pequeño bolso de mano plateado en el cuál tan solo cabía su celular y algo de dinero.

El taxi ya la espera en la entrada de su edificio, así que salió muy nerviosa porque no estaba segura de que debía esperar en esa fiesta era la primera vez que asistía a una.

EN LA FIESTA

NARRADOR

Cuando Emma llego vio a un grupo de periodistas que sacaban fotos sin cesar, por un momento quiso regresar; pero ya se habían dado cuenta de su presencia.

-. Señorita Escalante – una periodista se le acercó - ¿Qué la motivo a asistir? ¿Por qué vino sola?

“Vaya no pensé que se tenía que traer pareja”

-. Me parece que es una buena causa – dijo escuetamente dándole una sonrisa sin mucho interés y siguiendo su camino

Una vez dentro el impresiono el que la decoración no fuese ostentosa, al contario era algo sencilla y modesta; pero elegante.

-. Buenas noches – Elizabeth no creyó que podía encontrarlo aquí

-. Señor Torres – se gira y ahí estaba la persona que la abandonó después de que ella se negó a entregarle su virginidad – buenas noches extendió su mano para no ser descortés

-. Por favor Elizabeth – e sonrió él y en otro momento quizá ella hubiera caído rendida a sus pies; pero esta vez no – solo José nos conocemos de hace mucho – toma su mano y deja un beso en esta

-. Lo lamento – Elizabeth quería salir de ahí; pero no sería una cobarde ante él

“Ya no más”

-. Pero si mal no recuerdo usted fue quien desapareció – José abrió los ojos y puso su mejor sonrisa

-. Era muy inmaduro – dijo restándole importancia

-. Sus excusas – Elizabeth retiró su mano – baratas en este momento no me importan

Lorenzo a quien se le borró la sonrisa en cuanto vio como José devoraba con su mirada a Elizabeth, se acercó a grandes pasos tratando de zafarse de todos los hombres que deseaban presentar a sus hijas como trofeos que el pudiera elegir para hacer su esposa

 -. Elizabeth que sorpresa – Lorenzo llego sonriente pasando su mano por la cintura de ella y dejando un beso en la mejilla

-. Lorenzo – ella se ruborizó un poco por su atrevimiento; pero en este momento era lo mejor – me alegra por fin ver una cara conocida en este lugar – se mantuvo en su sitio

-. Elizabeth – José la llamó y ella apretó su bolso en sus manos – no finjas que no me recuerdas – Lorenzo empezaba a sentir una especie de calor que subía por todo su cuerpo, él sabía que simplemente quería provocarlo

-. Señor Torres – extendió su mano para saludarlo y después la regresó a la cintura de Elizabeth – disculpe por mi descortesía

-. Señor Dumonte – José le devolvía el saludo con arrogancia y altanería – no se preocupe; por cierto, es muy interesante la decoración que ha usado en esta ocasión

-. Es una idea que viene desde mi madre – Elizabeth podía notar como Lorenzo se tensaba – ya que el tener una decoración ostentosa opaca la verdadera razón de esta reunión

-. Me encanta su idea – Elizabeth apoya la idea de Lorenzo – la gente debe tener presente lo afortunada que es al contar con las comodidades que para ellos son típicas, a los que ayudan ni siquiera las han soñado

-. Es un buen punto – Lorenzo le brinda una sonrisa

-. Aunque hay personas que no lo creen de ese modo – Elizabeth miro a José con cierto rastro de diversión – pero bueno quien no lucha lo que tiene, no sabe apreciar estas obras

-. Si me disculpan – José se retiró incomodo porque él siempre había sido un niño mimado que nada más tenía la presidencia de su empresa porque era el único hijo de sus padres – debo ir a ver a mi madre

-. Por supuesto – respondió Elizabeth

-. Disculpa mi atrevimiento – Lorenzo hablo cuando estuvieron solos – pero me pareció que él la incomodaba

-. No hay problema – responde ella con una sonrisa llena de agradecimiento 

-. ¿Se conocen? – se atreve a preguntar

-. Desde hace mucho – suspira con pesadez – una larga historia algo amarga – Elizabeth con eso da por terminado el tema no desea hablar más de esa persona

-. Pensé que no le gustaban este tipo de eventos – menciona tratando de que ella no mal interprete su frase

-. Estoy pensando seriamente en hacer algunos cambios – Elizabeth no estaba dispuesta a decir la verdad de su cambio de idea – estoy muy interesada en la causa a la que esta cena apoyará

-. Comprendo – Lorenzo percibía cierto rastro de incomodidad por su pregunta - ¿Los camiones la han ayudado?

-. Sí – ella sonríe – ahora todo está saliendo como debe ser, los envíos no se acumulan y las entregas se hacen a tiempo.

-. Me alegra que ya no tenga inconvenientes – Elizabeth asiente

-. Aun así, espero pronto poder tener operativos los míos – Lorenzo sonríe porque esta mujer ni siquiera intenta coquetear con él, ella es tan natural lo que la hace lucir más bella

-. Esta vez estaré pendiente que el plazo sea el correcto – Elizabeth sonríe

“Al parecer no es como lo describen”

-. Señor Dumonte – un hombre mayor de unos cincuenta años se acerca de la mano de una joven morena con un vestido que no deja nada a la imaginación y más aún cuando la tela solo parece cubrir las partes especiales y el resto es transparente

-. Señor Ruiz – contesta el saludo algo incómodo por la mirada de aquella morena que parecía querer desnudarlo y comérselo lo más rápido posible

-. Le presento a mi encantadora hija Selene –  Lorenzo extiende la mano, sin embargo, la morena tira de él para dejarle un beso muy cerca de sus labios




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