Encontraron un cuerpo sin vida en el arroyo con rasgos que coincidían con el detective. Todas mis esperanzas cayeron sin ninguna clase de apoyo que las respaldara. El detective murió, a manos de aquel hombre. No solo cometió un asesinato, sino dos, y la policía aún no daba con él.
—¡Parece una maldita broma!
Golpeé la ventana sin pensar. Podía sentir el líquido rojo corriendo por mis dedos, los nudillos tenían cortes profundos. La sangre no cesaba.
—¡Por Dios, Alicia! —Mi tía tomó mi brazo y rápidamente me colocó una venda.
El procedimiento menos indicado.
Después de llamar a una ambulancia, fui llevada al hospital, donde cerraron las heridas. Mientras esperaba a mis padres en una habitación privada, la situación me parecía ridícula; eran solo cortes, y la cama era necesaria para alguien más. Una completa tontería, todo debido a que mis padres tenían dinero. ¿Es que no hay nadie con sentido común? Todo era injusto; la injusticia estaba en cada esquina, pasando en cada segundo. Era parte de la rutina diaria.
La puerta se abrió y mis ojos se centraron en la mirada de Ruth. Desaprobación.
Suspiró profundamente y tragué grueso.
—Alicia, no puedo creerlo...
—Cariño, cálmate.
Joey la agarró por los hombros, lo que en lugar de calmarla, la irritó. Lo miró mal, a lo que él retrocedió unos pasos, con las manos a la altura de los hombros.
—¡Dios mío, Alicia, esas cicatrices!
—Aún no cicatriza.
—Pero lo hará. ¿Qué mierda hiciste?
—No te dirijas a ella con esas palabras, por favor. — Volvió a intervenir mi padre, y ella asintió.
Suspiró nuevamente, pero con menos fuerza que antes.
—¿Acaso pensaste? Mira tu mano, por Dios, ¡te lastimaste! Nadie más lo hizo, te heriste a ti misma y eras consciente de eso. No entiendo qué pasa por tu cabeza.
Podía ver la ira en sus ojos, pero también percibir la preocupación reflejada en ellos.
—Tenemos que contratar otro detective...
—¿Sigues con eso? No puedo creerlo, Alicia. Tu padre ya me contó la tontería de trato que tenían. Consiguió un detective, ahora nos vamos.
—¡No puedes hacer eso, Ronny sigue libre! Tiene a mi sobrina...
—¡No me importa! Ese hombre está loco, no dudó en matar al hombre. Tu padre cumplió, ahora es tu turno de hacerlo. Y aunque no lo hagas, no tienes de otra, ¿A dónde más irás? Nosotros somos tus padres.
—¡Dije que no! ¡No me iré hasta atrapar a ese maldito y no quiero irme, no puedes obligarme, no eres mi verdadera madre!
Ruth levantó la mano con brusquedad, y por un momento, vi a mi yo de seis años recordando el puño de mi padre hacia mi madre y a mí. Luego, ella me pedía consuelo, solo para tratarme con humillación y desprecio días después.
Levanté la mano para cubrirme la cara, pero Ruth se detuvo. Cerró la palma de su mano y salió de la habitación antes de que pudiera decir algo.
Mis manos ya estaban en mi pecho, intentando controlar los latidos acelerados de mi corazón.
—Hey, calma Alicia.
Joey se acercó lentamente y se sentó en el borde de la cama y me miró.
—No te preocupes, Ruth nunca te golpeará. Créeme, fue solo un desliz. Eso no volverá a pasar. Te lo prometo.
Se paró a mi lado y esperó a que bajara mi frecuencia cardíaca. Mis ojos se cristalizaron, intenté retirar las lágrimas para detenerlas, pero seguían saliendo. Apreté los labios en un intento de callar los sollozos.
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