Busqueda De Identidad

Parte 7

Llegué a la casa de su madre, mis ánimos subieron al ver su auto en el porche. Bingo, lo encontré. Sin embargo, la curiosidad creció al notar que el auto estaba estacionado en la casa de al lado. La policía era increíblemente estúpida e indolente.

Toqué la puerta suavemente, con las palabras, los gritos y la risa de la felicidad esperando salir de mi boca. Mi corazón latía rápido, y mis brazos y piernas temblaban.

Finalmente, la puerta se abrió.

—Tú...

Su expresión reveló que me reconocía. Intentó cerrar la puerta, pero intercepté con mi pie para evitarlo.

Con dificultad y aprovechando el peso de mi cuerpo, logré empujarlo para entrar. No perdí tiempo en buscar a mi sobrina, exploré rápidamente el interior de la casa. Todo estaba hecho un desastre, con muebles destrozados, platos rotos y, lo más alarmante, rastros de sangre.

—¿Qué haces aquí? —Hernan atacó titubeante.

—¡¿Qué pasó aquí?! —contraataqué.

Retrocedió asustado.

—¿Y tu madre? ¿Tu hermana? 

Volvió a retroceder, pero ahora su expresión era más de confusión que de miedo.

—¡¿Qué mierda has hecho, Hernan?! ¿Dónde está mi sobrina?

Corté sus pasos al colocarme frente a él. Lo tenía acorralado.

—¡¿Dónde está?! —repetí.

—¿Cuántas veces tengo que repetirlo? ¡Es un niño, puta madre!

—¡¿Qué le hiciste?! — mi visión se nublaba, pero solo distinguía a Hernán ante mí.

—¡Lia tuvo un niño!

—¡La mataste!

—Te he dicho que no... —respondió entre sollozos—, ¿Por qué mataría a mi propio hijo?

No dejaba de llorar, era tan estúpido. Sus ojos resultaban despreciables, su expresión mostraba miedo. Me observaba como si fuera la víctima. La oveja y el lobo.

—¡Te hice una pregunta! ¡¿Dónde está?! —tiré de su cabello hacia atrás. Pensé que su cuello se rompería, y él pensó lo mismo cuando empezó a llorar.

—¡No te diré, mierda! ¡Jamás lo sabrás!

—¡¿Dónde está?! —con un marco que yacía en el suelo, lo golpeé en el rostro, específicamente en el mentón—. ¡Responde!

La desesperación resonaba en mi voz, pero él mantenía su terquedad.

— ¡No dejaré que lo mates como lo hiciste con Leila! —gritó; ña verdad cruda se deslizó de sus labios, teñida con la sombra de un pasado oscuro y, nuevamente lo golpeé.

Ah, sí. Yo la maté.


 


 



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En el texto hay: misterio, asesinato, familia

Editado: 10.06.2024

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