Su padre, como siempre, le exigía resultados, pues su puesto como CEO lo estaba esperando, ese lugar que esperaba nunca tomar. Desde niño, su pasión había sido otra, pero su padre ya tenía un futuro planeado; al ser su único hijo, él llevaría a lo más alto el apellido de la familia Kim y demostraría su poder.
Su voz parecía no ser escuchada; le habían enseñado a callar y siempre ser el chico ideal. Parecía un tipo de experimento con el cual esperaba el éxito encontrar. Su gran corazón no lo dejaba ver; cuando su padre le hacía daño, él creía que eso era lo ideal; eso le habían enseñado.
Su madre lo abandonó de pequeño; ya no soportaba a su padre y no sentía ningún cariño por su hijo, pues desde que se enteró de que estaba embarazada, quiso abortar, pero fue impedida por ese hombre que la creía de su propiedad. Esa era su oportunidad de brillar y mostrarle al mundo que su familia seguiría siendo la mejor y que no la iba a arruinar.
Esa tarde, después de que lo recogieran de la universidad por órdenes de su padre, fue llevado a la empresa. Tenía que prepararse mientras estudiaba, aunque la carrera que él eligió molestó a su padre, pues le parecía algo absurdo; él sería el próximo dueño de una de las empresas más grandes del país y decidió estudiar fotografía.
Toda la tarde estuvo en la empresa aprendiendo cómo debía funcionar todo, pero no estaba prestando atención, pues tenía cosas más importantes que pensar. Cuando la noche llegó, otra discusión se hizo presente entre él y su padre.
—Te he dicho que ya he arreglado todo con su familia; este matrimonio será de lo único que se hablará durante un buen tiempo. —Parecía que se le iba a ir la voz por lo alto que hablaba, tratando de que su hijo aceptara su destino, pues ya era un hecho que se iban a casar.
Su padre lo había arreglado todo para que se casara con la hija de otro hombre poderoso, pues la unión de sus empresas sería un trampolín al éxito y su hijo era ese empujón que necesitaba; todo estaba perfectamente planeado.
—No la amo y lo sabes. —Ahora estaba usando el mismo tono que padre—. Sabes que no puedo estar con ella, no sin amor.
—Nadie dijo nada del amor. Yo me casé con tu madre sin amarla y mira dónde estoy. Por eso vives como lo haces, por mis sacrificios, así que déjate de estupideces, que ya está decidido que este matrimonio se realizará. —Quería que su hijo siguiera su ejemplo, pero le estaba costando que este aceptara.
—Pues gracias, papá, no te pedí que me llenaras de lujos que no quiero para después echarme todo en cara y cobrarme, arruinando mi vida como hiciste con la tuya. —Una bofetada fue lo que recibió como respuesta por parte de su padre.
Ya no aguantaba estar cerca de él; salió lo más rápido que pudo y se subió al auto, tratando de alejarse lo más posible de él, pues ya estaba cansado de ser su marioneta con la que solo sería más rico de lo que era, pues eso es lo único que le importaba.
Realmente no sabía dónde estaba, pero eso importaba poco. Llegó a un bello parque lleno de árboles de cerezo donde decidió entrar; estar solo lo ayudaría a pensar. Cuando giró cerca de un árbol, pudo ver cómo una persona lloraba desconsoladamente y no era cualquiera, era Chanhee. Él no sabía qué hacer, solo observó durante un rato hasta que su llanto cesó.
Ese chico que parecía tan fuerte y frío a primera vista, se sentía mal al verlo ahí sin saber qué hacer para ayudarlo; ahora estaba destrozado, lloraba como si eso fuera lo único que sabía hacer, aunque él no se percató de su presencia, así que decidió sentarse a un lado y esperar que dijera algo.
—¿Qué haces tú aquí? —Fue lo único que Younghoon escuchó de su parte; parecía sorprendido por su presencia, pero ni él sabía la respuesta a esa pregunta.
—¿Acaso eres un acosador? —Parecía enojado ahora, pero Younghoon solo estaba ahí por casualidad.
—Claro que no, por lo que sé este es un lugar público. —Realmente no tenía ánimos para pelear y menos de volver a casa; esperaba tener un momento de paz, pero Chanhee parecía odiarlo sin razón.
—Ya lo sé, por si no lo notaste, hay muchos lugares donde podrías estar. —Quería estar solo y llorar hasta secarse, pero ese chico de al lado se lo impedía; no quería que se diera cuenta lo débil que podía llegar a ser.
—Solo trato de ayudarte, pareces estar mal. —Su voz era firme, pero con un tono de dolor en ella.
—Gracias, pero no necesito tu lástima; no creo que entiendas los problemas de un pobre chico. —Su voz se quebraba y trataba de no volver a llorar, no frente a él.
—No es lástima, solo quería ayudar, pero parece que eres lo suficientemente bueno para aceptar ayuda. —No tenía razón para estar ahí si solo lo molestaba.
—Gracias, pero ya te dije que no la necesito; no creo que tú, con tu vida perfecta, entiendas mis problemas. Puedes quedarte, yo ya me iba. —Ya se iba a ir, pero sus palabras lo detuvieron.
—Vida perfecta, qué carajos, desearía tenerla. No todo lo que ves en la televisión es real; deberías madurar y vivir en el mundo real. —Su voz ahora era un poco cortante, un tono que no usaba a menudo.
—¿Vivir en el mundo real? No me jodas, vivo en él desde pequeño y te aseguro que no es tan bello como dices; muchas personas sufrimos, pero no ven la verdad detrás de una sonrisa que fácilmente puede ser fingida. ¿Sabes qué es sentir que tu madre no te quiera? ¿Sabes lo que es vivir bajo la sombra de alguien más y que todo lo malo que pase sea tu culpa? Eso es parte del mundo real. Su voz ahora era dolorosa de escuchar y, más cuando esas lágrimas comenzaron a salir, no podía soportar retenerlas.
Era la primera vez que lo veía llorar; no sabía qué hacer y ahora todo era su culpa. Tenía miedo de hablar y lastimarlo más.
—Yo conozco ese sentimiento. Mi familia no es perfecta, como dices; mi madre me abandonó porque no me quería y ahora tengo que seguir los pasos de mi padre para poder avanzar, según él, además de que me obliga a casarme sin amor. —Ambos sentían lo mismo, ese dolor en el pecho que era incontrolable. —Déjame acercarme a ti.